t r e s

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Y se que al menos valgo para algo

(( . . . ))

Nerea y la chica de aquellos ojos grises, cuyo  nombre era Nea, se encontraba caminando por la avenida de las tiendas la cual se encontraba bastante vacía para las horas que rondaban, cosa que la castaña agradeció mentalmente, no le apetecía realmente aguantar todo el huracán de gente que se podía amontonar en aquella concurrida y estrecha calle. Como le había dicho Nerea cuando le había encontrado, haría algo para que se sintiese mejor y como Nea quería ir ahí, así se hizo.

No le había contado porque lloraba, Nerea tampoco le había preguntado ya que no era de su incumbencia aunque le picaba mucho la curiosidad, ¿cuál era la razón por la cual aquella chica tan guapa lloraba sola en medio de un callejón? No lo podía imaginar pero aún así, aunque le picase demasiado no le preguntaría; no si ella no se lo quería contar antes. Tendría que aguantarse y seguir rascándose.

— ¿Podemos ir allí? — Preguntó la chica de ojos grises señalando a una tienda que se encontraba al final de la calle y parecía de muñecas realistas. Esta era bastante pequeña y con adornos algo viejos. Nerea se atrevería a decir incluso que daba un poco de mal rollo.

— Claro — Asintió no muy convencida. En un impulso que realmente no percató mucho garró su mano y echó a andar con Nea a su lado, que se había sonrojado un poco.

Nerea se había dado cuenta de que Nea era bastante tímida, no habían hablado mucho en el camino. Y aún que ella era bastante extrovertida no le dio importancia, cada uno era como era pero le hubiese gustado mantener un poco más de conversación. Además Nea parecía bastante frágil, como si en algún momento sin esperarlo se fuese a romper, al igual que las muñecas de porcelana que se vendían en la tienda a la que se dirigían.

Las dos chicas llegaron a la tienda y la de ojos claros empezó a buscar alguna muñeca para su extensa colección. Según le había contado a Nerea por el camino le gustaba coleccionar este tipo de muñecas ya que su abuela se las regalaba cuando era más pequeña y sentía que así estaba conectada de alguna manera con ella. Le pareció tierno pero le dio un escalofrío, esas muñecas no eran mucho de su agrado.

Nerea observaba como la chica de pelo negro como el carbón miraba emocionada las diferentes muñecas y sus complementos y materiales para poder fabricarlas y sonrió, era demsiado tierna. Esta le había preguntado que cual le gustaba más y Nerea solo se había limitado a contestar que la que le gustase a ella haciendo que Nea no se pudiese decidir por una, pidiendo al final ayuda a la chica que estaba allí en ese momento trabajando.

Y mientras ellas hablaban Nerea cogía su móvil de su bolsillo trasero del pantalón que llevaba, ya que estaba sonando repetidamente. Comprobó que se trataba de otra llamada de su madre, así que decidió ignorarla como las tres anteriores y meterse en WhatsApp para contestar a su tía que se veía preocupada.

Tita♡

"¿Donde estas?"

"Tu madre me ha llamado preguntándome si estabas conmigo ya que por lo visto tampoco estas con ningún amigo"

"¿Ha pasado algo?"

"Ya sabes que puedes contar conmigo"

"Nerea no me ignores por favor"

Leyó los WhatsApp dos veces y le respondió con un "estoy bien, si a pasado algo, lo de siempre ya sabes, estoy con una amiga que mi madre no conoce ya que no es del instituto, no te preocupes luego volveré a casa, un beso"

Guardó su móvil de nuevo en el bolsillo y fue junto a Nea que ya había decidió que muñeca comparar, que le enseñó súper emocionada, con los ojos brillandole, cuando llegó a su lado. Para Nerea era al cosa más bonita que había visto nunca ¿cómo alguien podía brillar tanto en tan solo segundos? Se quedó embobada durante segundos mirando sus ojos grises y sonriendo inconscientemente.

Se fueron de la tienda poco después, no sin antes despedirse de aquella chica tan maja que trabajaba allí.

— ¿Donde vamos ahora? — Preguntó Nerea tras llevar unos minutos andando en silencio. Nea no dejaba de mirar la muñeca emocionada. Cuando escuchó la voz de la otra chica a su lado levantó la cabeza y la miró.

— Yo me tengo que ir ya a mi casa porque sino mi padre se va a enfadar, gracias por haberme animado, me lo he pasado muy bien — Le agradeció Nea.

— De nada, si quieres te acompaño a tu casa.

Realmente no quería volver tan pronto a su casa, por lo que cualquier cosa le valdría para retrasar su llegada, a parte, sentía la necesidad de compartir más tiempo con ella.

— Vale

Las dos chicas se dirigieron a la casa de Nea que quedaba bastante cerca de allí. Nerea no quería que llegase el momento, quería conocer más de ella y no alejarse tan pronto. Lo de no querer llegar a su casa ya había quedado en un lugar secundario al que no prestaba mucha atención. Su madre ahora mismo le daba igual, y su tía también aunque no dejaba de pensar en los mensajes muy en el fondo de su mente. Cuando llegaron a la puerta, Nea en un ataque de valentía cerró sus brazo alrededor de la otra chica y la abrazó susurrando un leve gracias. Nerea era unos centímetros más alta que la morena por lo que la boca de esta quedaba cerca de su odio, aún así aquellas palabras fueron apenas escuchadas por esta. Sus brazos rodearon también el cuerpo de Nea y aguantaron así unos segundos, en silencio.

Tras separarse Nea corrió a la puerta y gritó un leve adiós, no sin antes decirle que esperaba volver a verla en otro momento. Nerea sacudió su mano y le sonrió, afirmando que se verían.

Tras esto echo a andar a su casa, volviendo a acordarse de que su madre y ella habían discutido y de que su tía, quien no estaba segura de que aquel mensaje fuese cien por ciento cierto, estaba aún preocupada por ella. Suspiró y se mentalizó para lo que se venía.

Estaba muy cansada y no le apetecía gritar más.

La chica de los ojos grises | lesbianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora