Capítulo 5.

1.6K 91 42
                                    

Mi respiración se agitaba cada vez que ese hombre de cabellos de oro caminaba frente mio con la postura tan recta, él paso firme y la mirada de superioridad. Miraba por debajo a todas nosotras con un revólver en la mano izquierda. Susurro algo al hombre de alado y se fue .
Ya nos había separado de los hombres y enviado a los ancianos y niños  a otro lugar, había drama y gritos demoníacos en todo él lugar que me daban tantas ganas de llorar de terror y salir corriendo pero mis piernas no me respondían y la planta del pie me punzaba despacio, se sentía extremadamente raro e inquietante.

Mi mirada estaba entrada profundamente en las mujeres y hombres que cargaban y jalaban plantillas de madera pesadas con los pies descalzos y lastimados, y con él rostro como si pareciera que estuvieran muertos pero por alguna razón siguen en pie. Delgados, con la mirada perdida y moretones y heridas en lo que alcanzaba a mirar, todos con  vestidos de una tela delgada y rayada, con él cabello corto, algunos llorando en una esquina y otros rogandole vivir al que estaba detrás de un fusil apuntándole en la cabeza y yo sin parar de preguntarme en donde estaba. Parecía un matadero de animales. Una mujer me codeo con cautela, me hizo salir de mi profunda mirada en los demás y la mire.
— Se que es lo que sigue — Susurro torciendo la boca sin dejar de mirar al frente
— ¿Que? — Pregunte con las cejas fruncidas. No sabía que estaba tratando de decirme
— Van a escogernos. 

Escogernos. Como si fuéramos unos desgraciados objetos sin valor alguno.

— Nos observan primero, de pies a cabeza   — Comenzó a explicar. Trago saliva —   Si nos vemos muy delgadas, cansadas, ojerosas  y pálidas, entonces no servimos.
— ¿No servimos para que? — Pregunte con los labios temblorosos Ella con una mirada de miseria me dijo todo. Miró al suelo tierroso y sucio, levanto una ceja y  miro con cautela a ambos lados, se inclino a recoger algo del suelo, volvió a mi.
— Esto sirve — Abrió la palma de la mano y era un pequeño pedazo de vridio sucio y filoso. Fruncí él entrecejo
— ¿Para que? — Estaba haciendo muchas preguntas y sentía que eso podía a llegar a ser incomodo para todos, pero tenia tantas dudas temerosas y tanto miedo de morir dolorosamente allí, en ese lugar nefasto y lleno de pavor, pavor que se respiraba en él aire pesado del campo. Podía olerse él terror de cada alma de ese lugar, de cada soplo de horror que cada una de las almas soltaba con cada respiro. Estaba aterrada y tristemente sola. Era tonta, sensible a todo e ingenua, nunca estuve sola por tanto tiempo. Todo lo desconocido me aterraba, y dudaba de eso, y a veces  odiaba ser así, pero no podía cambiarlo. Nunca iba a cambiar, era una niña tonta rogando a Yahvé compañía para que me protegiera porque yo no era capaz de hacerlo por mi misma, quería alguien que me cuidara la espalda y me dijera al oído que todo iba a estar bien, aunque no fuera cierto. Deseaba con todas mis fuerzas a alguien a mi lado, pero solo veía a  mi alrededor personas que solo se cuidaban a si mismas.  Mi cuerpo entero temblaba.
La mujer tomo él pedazo de vidrio y lo puso en posición, lo tomo con fuerza y paso él filo de este por toda la yema del dedo, haciendo una cortada pequeña. Con facilidad la sangre salio. Hice un gesto en la cara al ver la sangre correr, ya no podía ver mas sangre de la que había visto anteriormente. Aun seguía confundida, la mujer llevo su dedo cortado a sus mejillas y se unto la sangre como si fuese crema para él cuerpo.  — No te hará verte tan pálida. ¡Hazlo tu también! — Exclamo lo último. Yo brinque del susto. Me entregó él vidrio.
Lo mire unos segundos y suspire, no podía hacerlo. Ahora la mujer tenía color en las mejillas.
— ¿Quieres que te lleven junto con ellos? — Y señalo con cautela a los ancianos y niños que se llevaban arriba de una camioneta por el camino escondido hasta hacerse pequeños en este.
— No...— Dije soltandome en llanto en silencio  — No quiero...
— Hazlo ya entonces. Estas pálida y muy delgada, te dirán que eres   inservible.

— No soy inservible — Dije reteniendo las lágrimas y me las trague, mientras apretaba él vidrio en mi palma.

— Si. Somos inservibles para ellos

Entonces pare mi llanto. Volví a tragarme las lágrimas que sin querer se me escaparon y carraspee rápido la garganta. Mire el vidrio y con rapidez me corte él dedo índice, el dolor fue ardiente, apreté los ojos, era tan cobarde que ni siquiera quería ver mi propia sangre salir de mi cuerpo, con rapidez solté en vidrio, cayo al suelo y me unte la sangre en las mejillas. Al terminar me lleve él dedo a la boca y él sabor a hierro de la sangre me inundo todo él paladar. Un hombre con la misma ropa que el anterior se acercaba con paso lento pero firme. En su mirada podía verse que tenia él ego hasta el cielo, miraba hacia arriba y apenas nos dedica a una mirada rápida como si no merecíamos algo mas. Los ojos mas verdes que pude haber visto fue en él rostro pálido de ese hombre.  Joven, muy alto y con él cabello de un negro especial, elegante y con un látigo negro y largo que arrastraba en el suelo, dibujado una linea en la tierra en él mismo, en las manos las cuales portaba guantes de cuero, jamas había visto un cabello mas negro que él de ese hombre. Negro como la noche, negro como el cabello de un gato, negro como la obscuridad de cada noche que he pasado sola.La elegancia de esos hombres era igual de grande que él miedo que les tenía cuando pasaban cerca de mi.

— ¡Silencio! — Grito con potencia en la voz. Una voz profunda ronca y aterradora. Dio un latigazo al suelo que vibro y sonó por todo él lugar hasta hacer eco. Me hizo saltar de miedo y me  puse  en posición recta
— Están aquí, para hacer lo que nosotros les ordenemos. Ustedes aquí no pueden opinar ni hacer nada al respecto. Ustedes están aquí para obedecer, a cambio de eso tendrán un lugar donde dormir y comida. ¿Que mas pueden pedir? Den gracias a su Dios, judíos. Son afortunados.

Las manos estaban temblandome terriblemente cuando comenzó a pasar  de lado de otro hombre uniformado, pasaba por nuestra  fila y preguntar las edades de cada una, baje la cabeza de terror al mirar que se freno frente mio. Apreté los ojos esperando a que me preguntara cualquier cosa pero no lo hizo
— Levanta la cabeza — Me ordeno. Mi interior tembló. Con lentitud lo hice. Me miro de pies a cabeza sin ningún gesto y levanto una ceja.
—  Esta gorda — Afirmo al hombre detrás suyo. Él otro sonrió y dijo — Si, lo esta.

— Estas gorda, judía  — Me dijo y solte unas lágrimas. No sabia que decir si contestar o no — ¿Me escuchaste?  Estas gorda

— Si...— Apenas pude hablar.
—¿Que? — Pregunto ofendido.
— Si...— Repetí con temor
— ¿Si que? — Bramó

— Si, señor — Conteste

— No importa,  adelgazará — Confirmó al otro hombre — ¿Verdad que si, judía? — Me preguntó.

— Si, señor — Conteste rápido y sin mirarlo. Él sonrió de medio lado con esos labios tan delgados de arriba y gruesos de abajo y siguió su camino.

No se a que se refería realmente a estar gorda. Yo era todo menos gorda , podía tocarme los huesos de la cadera con la mano. Las clavículas saltadas y los brazos mas escuálidos que pude haber tenido jamas. Después que él hombre del látigo asintió con la cabeza mientras fumaba un cigarrillo, otro silbo un silbato y nos divido otra vez.  A nosotras, nos hicieron desnudar frente a todos, entregar nuestras cosas y ropa y entregarnos las mismos harapos asquerosos a rayas. La tela era Fría y delgada. Era como si no lleváramos nada puesto encima. Los demás se fueron y no regresaron nunca.

Cenizas En El Cielo (PAUSA)Where stories live. Discover now