Capítulo 45

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Era como mirarla y solo poder pensar en el dolor que ella sintió para llegar al punto de lastimarse así.”







Su mano se despega lentamente de mi pecho y su mirada cae sobre el suelo del auto. Una lágrima se desliza lentamente por su mejilla hasta mojarle el pecho dejando un pequeño círculo al lado del botón.

— ¿Por qué lloras, Laura?

De repente salta del asiento y se cuelga de mí para abrazarme con toda su fuerza, me toma por sorpresa pero mis brazos la rodean casi por instinto. Se sienta sobre mí dejándome debajo en el asiento del conductor y pronto sus labios se apoderan de los míos. Debo admitir que nunca en mi vida habría creído a Laura capaz de hacer aquello, pero me gusta, me gusta mucho.

Sus manos aprietan mis hombros con fuerza mientras sus labios hacen presión sobre los míos, sin perder tiempo la tomo por la cintura para pegarla más a mí y en el acto presiono el pie contra el acelerador. El auto amaga a moverse pero pega un salto porque el freno de mano se encuentra puesto. Los ojos sorpresivos de Laura me resultan divertidos, sus manos se relajan en mis hombros mientras gira para ver hacia la calle. Me río.

— No soy bipolar, lo juro.

Una risa divertida sacude mi cuerpo melódicamente, Laura se seca las lágrimas y me sonríe en un intento de risa.

— No pasa nada, Lau.

— ¿Cómo me dijiste? —Eleva una de sus cejas cuando se muerde el labio—. ¿Lau?

— Sí, te dije Lau. —Mi mirada la desafía. No parece querer quitarse de encima de mí ni por unos segundos, parece muy cómoda allí mismo—. ¿Hay algo de malo?

— No, no, solo que… me gusta que me llamen así y nunca nadie lo hace.

— Pues ahora yo si lo hago, Lau.

Se ríe antes de abrazarme con fuerza. Mis manos se deslizan desde su espalda hasta su cintura y mis labios besan su cuello haciéndola estremecerse nerviosamente.

— Debería bajarme ya —susurra cuando sus labios buscan los míos.

— ¿Por qué?

— Primero, estoy aplastándote. — No, no es cierto—. Segundo, mamá puede vernos. —¿Sería eso realmente malo? —Y tercero, parezco tu puta.

Mis ojos se abren con impresión ante el adjetivo que ha utilizado, sus labios se alejan de los míos y sus manos caen juntas entre nosotros, le tomo una de ellas para brindarle pequeñas caricias con mi pulgar sobre la piel suave del dorso de su mano.

— No vuelvas a repetir eso, Laura.

— Lo parezco.

— Claro que no. No lo pareces, Laura. —Mi voz demuestra cuán enojado me pone lo que ella dice—. No digas tonterías, ¿quieres?

Baja la mirada como si de un regaño se tratara, con mi mano le tomo la barbilla para hacer que nuestros ojos hagan contacto y le beso los labios suavemente. Me alejo para encontrarme con sus ojos cerrados.

— Perdóname, Ross.

Frunzo el ceño sin comprender.

— ¿Perdonarte por qué, Laura?

Nos sumimos en un horrible e incómodo silencio ancestral. Laura permanece viéndome a los ojos por unos segundos y luego los desvía hasta nuestras manos entrelazadas.

— Sólo perdóname, por favor.

— No creo que tenga nada que perdonarte, Laura.

Sus ojos viajan hasta los míos y nuevamente me envuelve en un abrazo tierno y cálido.

— ¿Lo has hecho de nuevo? —Pregunto cuando se me cruza por la cabeza. Sin siquiera pensarlo largo mi miedo en una pregunta inadecuada para el momento.

— No, ¿qué dices? —Frunce el ceño y se separa de mí—. Voy a irme, Lynche. Muchas gracias por todo, nuevamente. —Me besa en la mejilla y se estira hasta su asiento para ir a por su bolsa—. Nos vemos el lunes.

— Nos vemos —murmuro.

Laura busca para abrir la puerta y luego se quita de encima de mí para bajar del auto. Cierra la puerta dejándome solo allí dentro, lleno de preguntas e inseguridades. La observo llegar hasta la puerta y revolver en su bolso en busca de la llave de casa, cuando la encuentra abre y me saluda de espaldas para luego meterse en la casa. Dejo caer mi cabeza sobre el costado del volante y suspiro. Maldita sea mi vida. Pongo el auto nuevamente en marcha para salir de esa calle y llegar a casa lo más rápido posible.

Cierro la puerta de calle tras mis pasos y con la punta de mi zapatilla piso el talón de la otra para quitármela y repito la acción para quitarme la otra. Pateo las zapatillas a un costado de las escaleras, miro la hora en el móvil y subo hasta mi habitación. Me detengo en el baño para hacer mis necesidades y luego salgo de allí tarareando una canción en un susurro. Tiro el móvil sobre la cama para quitarme la campera, colgarla en la silla del escritorio, y luego quitarme la remera por encima de mi cabeza, relajo los hombros moviéndolos de un lado al otro y al tocarme el pecho desnudo con las manos imagino que son las de Laura. Cierro los ojos lentamente y luego suspiro.

Esa chica me trae loco últimamente.

Me quito el pantalón y lo pateo para que choque contra la puerta del armario, desactivo la alarma de móvil y me meto entre las sábanas heladas de mi cómoda cama.

Tirito de frío al principio, pero luego de unos minutos ya me he acostumbrado.

Al no poder pegar un ojo para dormir, mi mente divaga por las profundidades de mis pensamientos. Y lógicamente todo lo que pienso lleva a lo mismo, a un solo nombre, a una sola chica, a un solo sentimiento... a una sola persona. Laura Marano.

Una chica con tanta depresión encima como nadie que haya conocido jamás. Una mujer que logra sacarme una sonrisa con sus mejillas sonrosadas y una lágrima con sus muñecas destrozadas. Pienso sobre su familia, sobre lo linda que ha sido su mamá conmigo y lo celosa que se puso Laura al saber que me caía algo bien. Pienso en Aubrey, la chica moco, en cómo Laura se defendió al ver que ella quería embarrarla. Pienso en su pedido de disculpas, ¿por qué lo habrá hecho? No es que no quiera perdonarla, porque estoy seguro de que sea lo que sea la perdonaría de todos modos, pero necesito saber qué es lo que le ocurría en el auto cuando estábamos tan bien, cuando sus labios solo buscaban los míos y sus manos recorrían mi abdomen. Solo quiero saber si ella se encuentra bien en este momento y me considero capaz de llamarla a las cuatro de la mañana para saber si está durmiendo o si se está torturando con sus propios pensamientos.

Mi móvil vibra en la mesa de noche moviéndose como si de una canción con ritmo se tratara.


Laura:
“¿Estás despierto?”



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Invisible [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora