➡ Capítulo 14: Parte 2

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Capítulo XIV / Parte II

El móvil suena sacándome de sueños. Lo cogo mientras me quejo mentalmente, aún sigo muy cansada.

—¿Sheila? Dentro de diez minutos tenemos que ir con los demás. Prepárate y paso a por ti, ¿bien?

—Sí, ahora voy —y cuelgo.

Me desperezo y me ducho rápidamente. Después me coloco un vestido formal rojo ceñido en la cintura y manga media. Me peino el pelo después de secármelo y me pinto los labios de rojo. Ya está.

Tocan la puerta y cogo el bolso para abrir pensando que es Thomas. En cambio, me encuentro con un niño pequeño con un ramo de rosas rojas, mis favoritas.

—¿Eres Sheila? —pregunta el niño de diez años. O eso calculo.

—Sí, soy yo, pequeñ —digo agachádome para ponerme a su altura.

—Toma, son para tí —dice dándome el ramo.

—¿Para mí? Pero si ni siquiera me conoces —digo sonriéndole con dulzura.

—No son mías.

—¿Y de quién? —pregunto ahora intrigada.

—De un hombre.

—¿Me podrías describir como es ese hombre?

—Alto y fuerte —dice.

—¿No me puedes decir nada más? —pregunto no conforme con la información. Hay miles de hombres altos y fuertes. Él niega con la cabeza, pero enseguida saca algo de su bolsillo.

—Toma, una nota para tí, del hombre —me la entrega y se va corriendo pasillo abajo.


"Si mal no recuerdo estas eran tus flores favoritas. Perdona el detalle pero no pude resistirme.

De: Pronto lo sabrás."


Que raro. La nota indica que el hombre de las flores, así he decidido llamarle, me conoce. Y bien, si sabe cuales son mis rosas favoritas. ¿Y qué quiere decir con que no pudo resistirse?

Dejo las rosas en un jarrón vacío y las contemplo. Son hermosas. Solo hay tres personas que saben de mi preferencia por la rosas rojas. Elisa, Thomas y... Daniel. Algo se remueve en mi pecho al pensar que el podría haberme mandado estas flores. Pero no. No puede ser. ¿Él como sabría de mi estancia aquí? Imposible.

Mi amiga queda descartada ya que el niño dejo claro que la persona de las flores es un hombre. Solo queda Thomas, seguro es él.

No sé si es bueno o malo, y mi cuerpo no se emociona al pensar que es Thomas, por mucho que el detalle es espléndido. Decido quitar esas ideas desesperanzadoras de mi mente y salir fuera. Allí está Thomas.

—Vámonos si ya estás preparada —dice después de saludar.

—Sí, espera que coja el bolso.

Salgo y Thomas me coge de la mano. Vamos por el hotel hasta llegar a una sala llena de gente. Nos sentamos en las primeras filas y vemos como siguen entrando personas.

—Gracias por las flores —digo a Thomas. Él me mira extrañado y pregunta:

—¿Qué flores?

—Las que mandaste con el niño a mi habitación. Son muy bonitas.

—No he mandado ningunas flores —dice aún extrañado.

—Vamos, no seas así y admítelo —insisto bromeando. Cuando veo que él me mira con semblante serio me preocupo—. ¿Qué pasa?

—De verdad que no mandado ningunas flores.

—¿Entonces quién es? —pregunto más para mí que para él.

—No me gusta saber que admiradores secretos te mandan flores... Además, ¿cómo saben que estas aquí? ¿Te acosan?

Lo miro con el ceño fruncido.

—¿Quién ha hablado de admiradores secretos? No tengo.

—Alguien tiene que haber mandado esas flores de las que hablas.

—A lo mejor es solo un broma pesada, pues me las dejo un niño.

—Será eso —dice Thomas. Y allí acabamos nuestra plática cuando sube un señor sonriente al estrado, preparado para hablar.

Empieza el discurso de una forma emotiva, y después pasan varios escritores y editores hablando sobre temas como la piratería en Internet o adaptaciones de libros, ilegales. Todo resulta interesante, y los escritores hablan con pasión, presentando sus libros. Al final, después de tres horas, nos dan varios ejemplares de libros expuestos y nos vamos. Pasamos por nuestras habitaciones a dejar todo.

Al entrar veo el jarrón con rosas rojas y por alguna razón desconocida para mí, sonrío. Dejo todo y vuelvo a bajar para encontrarme con Thomas. Lo veo hablando con una de las escritoras que expusieron sus obras. Esta parece feliz y articula con fuerza, seguramente emocionada.

Cuando llego a ellos Thomas me presenta como su novia y hablamos un poco más con la escritora, que parece simpática.

—¿Nos vamos ya? —pregunta.

—Sí, adiós, fue un gusto conocerte Lara —digo a la chica.

—Igual para mí, adiós —y se va feliz para reunirse con sus amigos.

—Conozco un restaurante muy bueno que seguro te encantará —dice Thomas.

—Pues vamos —digo empezando a ir a la salida.

—Espera —dice sosteniendo mi mano—. Tenemos que cambiarnos de ropa si no queremos que nos miren raro una vez entremos.

—¿Un restaurante elegante? —pregunto.

—Se puede llamar así.

—Pues no perdamos más tiempo y vamos.

Volvemos a subir a las habitaciones. Rebusca entre la maleta, y encuentro el vestido indicado, pues por suerte, he pensado en traer todo.

El vestido tiene un largo que llega más o menos a medio muslo. Tiene encaje que cubre los hombros desnudos hasta la muñeca y es negro. (Vestido en multimedia)

Bajo de nuevo al vestíbulo con mis tacones negros de tacón de aguja y veo sentada sobre uno de los sofás como Thomas baja con un traje de dos pantalón y chaqueta negros, una camiseta impecablemente blanca y los primeros dos botones están abiertos. Parece el hombre perfecto salido de la fantasia de cualquier mujer. Esta increíblemente guapo.

—Que guapa Sheila. A veces me parece que soy un hombre con demasiasa suerte al tener a una novia tan bella —dice esto mientras coge mi mano y al final besa el dorso. ¿Esta intentando seducirme?

—Dices eso porque no te has visto todavía en un espejo, ¿verdad? Pareces la fantasía de cualquier mujer —le digo reproduciendo verbalmente mis anteriores pensamientos.

—Me basta con ser la tuya —dice guiñandome un ojo. Sí, definitivamente busca seducirme.

Río y salimos al ambiente cálido de la noche de Phoenix. Presiento que está noche será muy, muy larga.


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Deseo Devastador © (Deseo Libro #1) [Terminada]Where stories live. Discover now