N•5 Llanto Liberador

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Había pasado la semana de prisa y sin incidentes, me encontraba en medio de los arbustos dibujando junto a mi amigo el marginado. Del otro lado del muro de arbusto lo escuché bocetar y utilizar mucho la goma, sentí su frustración. Sé que no compartíamos los temas personales entre nosotros pero formulé la pregunta en mi mente y ni me di cuenta cuando la dije en voz alta.

–¿Qué te molesta?

La pregunta quedó en el aire por varios minutos, cavé recalcar que nunca le había formulado una pregunta tan directa. Nunca. A pesar de que llevamos un año y medio siendo amigos, no tan amigos o amigos con una extraña amistad.

Lo comprendí y lo dejé pasar al creer que la pregunta fue demasiado personal y que su sorpresa fue mayor de lo que imaginé. En cambio, me concentren en mi dibujo, una chinita que se atrevió a visitarme en ese instante.

Escapaba de la vista de mi hermano, al cual aún continuo sin dirigirle la palabra, de los maestros los cuales me regañan por no prestar atención en clases, si no fueran tan aburridas me concentraría mejor y de mis padres que citaron hoy para tener una seria conversación con el director por mis calificaciones pasadas y mis trabajos mal hechos, los cuales me esforcé, lo di todo en esos trabajos y aun así mi nota fue deprimente.

Ahora tendré que soportar y esperar con inquietud a que me lleven de nuevo con el docente de clases especiales.

Mientras retocaba los últimos detalles de mi dibujo escuché la voz del marginado.

–Estoy en problemas.

Tras una larga pausa que dejé para que continuara de explicarme su situación, continúo.

–Me molesta que nadie me comprenda. Que todos crean en mentiras y rumores... y cuando piden una explicación de mi parte no me dejan hablar, se interponen en cada palabra que digo...

Lo escuché resoplar con fastidio, su angustia se reflejó en cada palabra, hasta pensé que se pondría a sollozar, ya que, se le partió la voz al final de la conversación. No sentí lástima por él. A todos los adolescentes nos pasa casi lo mismo. Lo único que dije para confirmar si lloraba o no, fue hacerle una pregunta.

–¿Tus padres?

El marginado se sorbió la nariz y confirmé que si estaba llorando. La situación debía de ser lo suficientemente grave para que sollozará, entre gimoteo me explicó la situación.

–Ojala fueran solo mis padres... no... no puedo contarte nada... lo siento... no es que no quiera... es que es...

–...Confidencial.

Terminé la frase por él al escuchar que estallaba en llanto otra vez. Lo escuché asentir ante mi conclusión.

No podía hacer nada para ayudarlo. No conocía su situación actual, ni sus problemas personales, ni siquiera conocía su rostro. Lo único que le dije para animarlo fueran las primeras palabras que se me vivieron a la mente.

–Suerte. Que tus problemas se mejoren.

Era una chica de pocas palabras y la mayoría que hablaba me salían mal formuladas. Al menos escuché una respuesta ahogada por la angustia de su parte.

–Gracias. Tu ánimo me ayuda mucho.

No pude evitar sonreír, es más, me reí en aquella situación donde él la estaba pasando fatal pero no pude evitar mis carcajadas. Era incontrolable. Por fortuna, el chico comenzó a reír conmigo entre gimoteos y sollozos. Era la primera vez que lo escuchaba carcajear de esa manera y era la primera vez, de hace mucho tiempo que me reía de aquella forma, a pesar de que teníamos muchos problemas, la frustración no era un obstáculo para la felicidad.

Se sentía bien hacer reír a alguien más cuando su mente colapsa ante las dificultades. Deseé asomarme por encima del muro del arbusto para conocer su rostro pero me reprimí. Rompería esa extraña conexión que teníamos, preferí no romper la amistad que tenía con el único amigo que había hecho.

–Te voy a extrañar.

Escuché entre un quejido y un susurro casi inaudible.

Mi risa frenética se detuvo ante impactante comentario. Tal vez escuché mal o tal vez era cierto. No logré soportar el desconsuelo que me dejó al saber que mi único amigo se marcharía. Mis ansias por ver su rostro se esfumaron, preferí recordarlo por los momentos vividos que por su rostro.

–Adiós.

Fue lo último que escuché de sus labios. El nudo en mi garganta evito formular una explicación y escuché como se marchaba mientras intentaba controlar y silenciar mi llanto incesante.


El Aullido Del Lobo Solitario [PUBLICADO EN FÍSICO]Where stories live. Discover now