TRES

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LONDRES, DOS INVIERNOS ATRÀS.

El pecho me quemaba, las lágrimas corrían por mi rostro, mi corazón bombeaba tan rápido que no podía sentirme viva nunca más.

Cerré la puerta tras de mí y la aseguré silenciosamente, apoyando mi espalda en ella.

Todo lo que alguna vez temí estaba allí plantado, en mis narices, pasando. Lo había dado todo. Todo absolutamente.

Todo lo que era, todo lo que tenía. Mi alma, mi corazón, mis sentimientos y pensamientos estaban expuestos y dispuestos y una cruel y salvaje mano los estrujó y apretó antes de destrozarlos a golpes contra un frío suelo y reducirlos a escombros inservibles.

Sentí cada uno de los golpes como si fuese mi propio cuerpo el que chocaba con fuerza bruta contra el empedrado. Nunca nadie me hirió tan fuerte.

Lo peor de todo es que lo sabía. En mis interminables noches de insomnio, pensando e intentando entender lo que estaba pasando, supe que yo acabaría destrozada.

No imaginé que fuese tan duro. Nunca nadie, ninguna chica del mundo, ningún ser humano puede imaginarse cómo se siente el ser usado, manipulado. Como se siente ver, por fin, claramente que eres una muñeca de trapo en las manos de alguien más.

Que ese alguien para ti es el mundo y tú para él no eres nada. Absolutamente nada.

Y toda la culpa es tuya y solo tuya, porqué fuiste tú quien te abandonaste a eso. Tú lo decidiste y tú lo estás pagando.

Mis rodillas se doblaron y caí con las manos al suelo, empapando la alfombra debajo de mí.

Estaba completamente desgarrada, ya no quedaba nada de mí, no quedaba nada de lo que podía ofrecer. No quería seguir allí, en aquél mundo maldito atrapada por el silencio y los secretos.

Todo lo que quería era volver atrás y borrarle de mi vida para siempre.

GLASSMOOTH, PRESENTE.

-Es bruno -le dijo Kate a Brook como respuesta a una pregunta que no escuché.

Suzanne estaba subida a mis piernas zarandeando un pincel que Brook le había dejado para jugar.

La pequeña lo movía para arriba y para abajo de un modo espantosamente rápido.

Brook estaba constantemente vigilando que no me diera un golpe o me sacara un ojo. Yo solo sonreía.

La verdad es que llegados a este punto, no me importaba en absoluto si me sacaba ese ojo. Me encantaba Suzanne y me mantenía completamente embobada todo el tiempo que jugaba conmigo.

O que jugaba sola en mi falda.

-Le gustas -dijo madre sentada en el sillón a mi lado, con una sonrisa encantadora.

La nueva versión de madre; relajada y feliz, era algo que, aunque me encantaba, aún no dejaba de desconcertarme.

-Normalmente no quiere estar en brazos de nadie más que de su madre -continuó tocándole la mata de pelos rubios graciosamente recogidos en una cascada sobe su pequeña cabecita.

Los ojos enormes de la niña se pusieron en mi. Eran azules y penetrantes. Su piel era blanca y sus mofletes gorditos.

-No puedo esperar a que empiecen a corretear por el salón del té -murmuré mirando de reojo la cama en donde la réplica enana de James dormía plácidamente. -Destrozarán los tapizados y lamerán los muebles -le dije a madre.

Ella me regaló una mirada de fastidio antes de comenzar a balbucear tonterías para que la pequeña en mis brazos se riera fuertemente.

-Qué conveniente -oí que tía Lorrain decía a modo de respuesta a algo que Brook acababa de contarle.

Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora