Capítulo Dos

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—Hueles... delicioso.

Grell tiembla, soltando un jadeo entrecortado, e intenta apartarse y darse la vuelta para ver quién exactamente era aquella persona.

Antes de poder hacer nada, una mano rápida como el rayo toma el cabello de su cola de caballo baja, tirando de esta con fuerza y arrancándole un grito de sorpresa y dolor, al tiempo que forzaba a su cabeza a inclinarse hacia atrás todo lo que podía, dejando su cuello descubierto. Su visión se nubla por las repentinas lágrimas, y es incapaz de hacer algo que no sea temblar, ya totalmente asustado, e instintivamente sus manos se dirigen a la que tiraba cruelmente de su cabello, intentando liberarse para acabar con el dolor y la posición incómoda.

El hombre desconocido gruñe por lo bajo, y su brazo libre, tan duro como el acero, le rodea la cintura, apegándolo al frente de su cuerpo.

Quieto- gruñe—. No quiero hacerte daño... no demasiado, en realidad— algo húmedo, blando y ligeramente áspero recorre el borde de su oreja, y no puede evitar el pequeño gemido ahogado que se le escapa por el miedo.

Por alguna razón, entre los temblores y el enorme nudo en su garganta, logra hablar.

—¿Qui-quiénes... s-son u-ust-tedes?— pregunta, con la voz débil, quebradiza y aún más aguda de lo normal, delatando lo asustado y cerca de las lágrimas que estaba.

El peliplateado suelta una exclamación seguida de una risa.

—¡Ah! Pero qué descorteces resultamos ser— dice, golpeando su muslo con una mano—. Nosotros aquí pretendiendo devorarlo, y ni siquiera nos habíamos presentado primero— ríe por lo bajo—. Déjalo ir... el pobre no tiene una sola oportunidad de huir de aquí, he, he...

El moreno bufa por la nariz, no muy convencido, pero aun así lo suelta reticentemente, como si estuviese empleando una fuerza mayor a sí mismo para completar la acción.

El castaño, repentinamente libre, casi cae hacia adelante, algo mareado por el brusco movimiento de su cabeza; y hubiera tenido éxito en golpearse contra el suelo de no ser porque primero choca contra un pecho amplio y firme, vibrante con risa contenida.

Oh- ríe el hombre—, hola, ¿qué tal?— su sonrisa se ensancha aún más, como si encontrara aquella situación terriblemente divertida.

Grell se aleja con rapidez del ojiverde, respirando entrecortadamente. El mayor parece ignorar su estado de agitación, porque se sienta en la cama de sábanas de seda y encaje negro, recargándose hacia atrás sobre sus manos.

—Soy Adrian Crevan, amo y señor de esta humilde mordida-eh, digo, morada— se presenta, ladeando la cabeza ligeramente hacia la izquierda—... aunque puedes llamarme 'Undertaker' si gustas— lame sus labios al tiempo que lo estudia de arriba a abajo—. Y tú... tú eres una completa amenaza si el solo aroma de tu sangre provocó que hasta el siempre controlado Willy perdiera la cabeza...

El moreno gruñe, entrecerrando los ojos en dirección a éste y apretando los puños.

—No me llames 'Willy'- dice con sequedad—. Sabes que lo desprecio profundamente— bufa, pasando su mirada al tembloroso mayordomo—. Mi nombre es William T. Spears. No preguntes por la "T". Llámame William— casi ordena, en una voz profunda y sin emoción. Como para enfatizar, ajusta sus lentes con su mano derecha.

El joven se remueve sobre sus pies nerviosamente.

—¿Qué... q-qué son ustedes?— pregunta, entre curioso y asustado.

El de cabello largo ríe bajo y se levanta de la cama.

—Nos llaman de muchas maneras... burolacos, nosferatu, moroi, a veces hasta 'demonios'... pero últimamente preferimos el nombre más popular... vampiros...— ríe, divertido al ver la expresión del menor, que denotaba sorpresa, terror, y algo de incredulidad.

Su presa, su pareja. [UndertakerxWilliamxGrell/Undergrelliam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora