Única parte

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Barry se acomodo una última vez el moño en su cuello con nerviosismo, soltó un suspiro antes de tomar valor suficiente y agarró con fuerza su maletín dónde sus instrumentos de trabajo se encontraban.

Camino con las piernas temblorosas al despachó del señor gobernador, Oliver Queen. Algunos recuerdos de sus visitas en anteriores ocasiones, le llegaron a la mente, en cada paso una imágen diferente se proyectaba en su subconsciente.

Barry quería sentir odio por su jefe en ese momento, pues le envío una vez más a Star City. Claramente, no es el único buen forense de Central City, pero todos parecen empeñados en que su presencia es necesaria para ayudar a la estación de policía en la ciudad vecina y en especial al gobernador Queen.

Barry abrió las grandes puertas color marrón y de mármol del despacho de Oliver. Entró con la cabeza gacha sin querer fijar su vista en Queen, las cosas nunca salían bien cuando él miraba al señor gobernador y eso lo aprendió de sus encuentros pasados con el mayor. Aunque en su interior quería hacer todo lo contrario, la razón tenía que dominarlo.

Allen cerró las puertas tras suyo, el nerviosismo lo consumía junto a la incertidumbre de estar en el mismo sitio que Oliver.

En silencio se sentó en una de las sillas que se encontraban frente al escritorio del gobernador de Star City.

El mayor desde que entró él otro no despegó la vista de cada movimiento que hacía y pudo notar que Allen no levantó la mirada ni un centímetro del suelo, parecía perdido en algún punto de la alfombra.

Oliver se movió un poco en su silla expectante, y tomo una pluma del escritorio, para comenzar a moverla esperando a que Barry hablara primero.

—Bue-buenas tar-des, señor gobernador, he revisado la escena del ataque junto a su equipo de policías forenses— Su voz sonó titubiante y por primera vez, Barry alzó la mirada, aunque se sintiera nervioso no quería parecer descortés con un hombre tan importante —Cómo lo indicó, estoy aquí para dar nuestra hipótesis, personalmente.

—Perfecto. Ahora deme los informes completos, Allen— Habló con voz firme, mientras que aún jugaba con la pluma entré sus manos. Barry asintió y acomodo los lentes para acto seguido poner su maletín sobre el escritorio.

—Bien, por las partículas frías que se lograron extraer en la escena, se llegó a la conclusión con la ayuda de distintas pruebas que efectivamente se trata de un metahumano, usando sus poderes en contra de los ciudadanos— Dijo Allen con seriedad, tras ello sacó del maletín un pequeño tubo de ensayo, dónde se alcanzaban a ver pedazos de escarcha contenidos dentro de vidrio.

—Buen trabajo... Necesito que te acerques conmigo y ver esas muestras más de cerca— Habló Oliver, tratando de mantener sus tono profesional, aunque sus intenciones realmente eran totalmente distintas. Barry sabía que no era una buena idea él acercarse al hombre, las cosas terminarían mal. Estar cerca uno del otro era peligroso, siempre lo fue, pero el destino o tal vez todos los contactos del gobernador se empeñaban en unirlos cada cierto tiempo, una vez más.

Barry un tanto dudoso, se levantó de su lugar con las manos temblando. En cualquier momento se caerían las muestras de escarcha de sus manos.

El castaño se puso a un lado del mayor y se agachó un poco para que Oliver pudiera ver el tubo de ensayo mucho más de cerca.

—Muy bien— Murmuró Queen, muy cerca de oído del forense y con "disimulo" pasó su brazo por la cintura del otro. Barry dio un brinquito por el toque tan repentino sobre su cuerpo.

—Si-si... como puede ver las escarchas son-son bastante fue-fuertes, lo suficiente para dejar herido severamente a alguien, al grado de quitarle la vida— Dijo muy por lo bajo Barry.

El agarre de Oliver se hizo más posesivo, logrando que el forense se pusiera aún más nervioso, con las mejillas rojas y el cuerpo subiendo de temperatura a poco. Queen acarició con sus dedos sobre la tela del chaleco del menor, tratando de provocarle.

—Señor gobernador, esto no es correcto...— Farfullo y cerro los ojos tratando de ignorar el hecho de que el toque del rubio lo disfrutaba.

—Lo has dicho tanta veces, que esto no es correcto, pero siempre terminamos de la misma forma, pequeño— Oliver quitó la muestra de las manos del castaño, dejando el tubo de lado, Barry, le miró avergonzado por la verdad dicha, sabía lo que venía a continuación, temía por un lado, pero sería engañarse a sí mismo al decir que no lo quería; le costaba aceptarlo, pero en el fondo esperaba que sucediese ese instante de tensión entre ambos.

—Está no es la primera, ni última vez que hacemos esto, Allen— Expresó con decisión. Queen tomo al menor por la cintura, Barry lo miró con los ojos brillosos, estando de acuerdo en dejarse llevar una vez más.

Oliver hizo que se acomodará en su regazo, le dedicó una mirada lasciva, cargada de ese deseo y tensión sexual que comparten ambos. Queen acercó su rostro al de Barry, suavemente sus alientos se mezclaron, sus labios se rozaron poco a poco, hasta dar lugar a un beso lento, lleno de pasión. 

Aunque a Barry le costará admitirlo cada vez que se encontraba en esta situación, a la completa disposición del señor gobernador, le gusta, le encantan cada uno de los toques, cada uno de los besos, cada uno de los roces y miradas que comparten. Sus encuentros lo hacen sentir con energía –más de la normal– cosa que su esposa en Central City –Iris– ya hace tiempo no le hace sentir.

Barry sabía que engañar a Iris está mal, muy mal, pero engañarla con el señor gobernador era lo más arriesgado y caliente que ha hecho a su corta edad. Podía arrepentirse, sentirse fatal por hacerlo, pero cada vez que Oliver lo tomaba como suyo, el deseo lo cegaba.

¿Quién podría imaginar al débil y tímido, Barry Allen bajo la merced del duro señor gobernador, Oliver Queen?

—Eres perfecto...— Murmuro el rubio mientras besaba con pasión el cuello de su amante que estaba recostado sobre el gran escritorio del despacho, expuesto complemente, solo para Oliver Queen.

—Uh... Usted también es perfecto, señor gobernador...— La dulce y agitada voz de Barry se escucho por todo el despacho.

Y así se fundieron en su propia burbuja de lujuria, más tarde, cuando la pasión terminara por consumirse, sería el momento de los arrepentimientos y reproches.

Señor Gobernador |Olivarry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora