CAPÍTULO 11: REECE EN ACCIÓN

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―Amy, sé que no he sido la hermana más cariñosa contigo y que mamá suele ser muy dura contigo pero eso no significa que no te queremos. No te preocupes, no se lo diré o a la pobre podría darle un ataque ―dijo esta vez con una sonrisa conciliadora―. Y Drake me dijo también que esa niña malcriada te molesta por el inútil que tiene por novio... ¡No lo puedo creer! ¡¿Te metiste en la relación de Jake?! ―exclamó entre sorprendida y emocionada―. ¡Eres toda una chica mala!

Bufó por lo bajo y rodó los ojos sin poderlo evitar. Por un momento había olvidado cómo era Payton.

―Claro que no. Ella solo piensa tonterías.

Un largo silencio sepulcral invadió el momento que de pronto se tornó incómodo. Pero por mucho que no creyera que estuviese contándole todo aquello a su hermana mayor, se sentía como si le hubiesen quitado un peso de encima.

―Entonces, ¿por qué no le dices a él lo que sucede? Jake siempre intentaba protegerte y no creo que dejaría que...

―Nunca me creería. Todos creen que Ariel es incapaz de hacerle daño a nadie.

Sintió el colchón hundirse suavemente a su lado y una mano deslizarse por su cabello desparramado en las sábanas. Fue cuando empezaba a cerrar los ojos por el cansancio cuando oyó la estruendosa risa de su hermana golpear a su lado.

―Conozco tan bien a Jackson que seguro no deja de seguirte en todos lados ―Se burló―. Era tu mejor amigo, Amy, no sé en qué momento sucedió todo esto. Pero, ¿sabes? Lo único que tienes que hacer es ignorarlo. Pasa de él y finge que no existe, no es tan difícil.

|...|

Removió su comida lentamente con el tenedor, viendo desganada su puré de alverjas que se mantenía intacto. Quizá haberse mantenido en su hogar por más tiempo, pero faltar a clases otra semana más no resolvía nada. Huir de sus problemas, como le dijo su madre la tarde anterior, no era la solución a nada. Sí, era quizá una cobarde pero allí estaba ella, pensando que no dejaría que una tonta pelirroja con problemas de celos ganara sobre ella nuevamente. Ariel no quería verla ni en pintura, bien, pues Amy no le daría la satisfacción de ello. Sería una estudiante y no perdería más clases porque ya se había atrasado demasiado e incluso tenía trabajos importantes acumulados.

Vaya tontería

Y salir esa tarde con su perfecta hermana Peyton no le sabía tan agradable. Se imaginaba lo que ocurriría, corriendo de un lado a otro y probándose infinidad de prendas cortas y femeninas que a la rubia le encantaba.

―Vaya, vaya, vaya... ―canturreó una voz detrás suyo, unos labios pegados en el lóbulo de su oreja―. Empezaba a creer que te habías mudado a otro país ―bromeó.

Amy ni siquiera se inmutó cuando tuvo a otra molestia de pronto sentada a su lado, sonriéndole y mirándola detenidamente.

―¿Qué pasa, nena? ¿Te comieron la lengua los ratones? ―murmuró de manera juguetona en su oído, los labios de Reece Wood tan cerca a ella que sintió un escalofrío correr por su espalda―. Ya me sentía muy culpable cuando no viniste varios días, no respondiste mis llamadas. Pero Drake me dijo que estabas mejor que nunca ―sonrió animado y ella asintió antes de dar un enorme bocado a su comida―. Y... ―siguió él ahora incómodo al no obtener respuesta―. No estás molesta, ¿verdad? Vamos, hoy podemos ir al cine y luego a jugar bolos, lo que tú quieras, te lo debo.

―No, ya tengo planes.

Empujó su platillo y miró su reloj una vez más antes de tomar el vaso plastificado y beber lentamente.

―Oh, ¿en serio? ―musitó sorprendido para sí mismo―. Pero puedo pasar por ti luego. Estaré en tu casa a las seis, ¿eso está bien?

Amy frunció el ceño completamente extrañada. ¿Por qué de pronto insistía tanto en salir con ella? Parecía realmente ansioso por sacar una salida con ella. Quizá, pensó en sus adentros, era ello el resultado de su conciencia. Era lo más probable que se sintiera culpable por haberla dejado plantado dos veces en pleno desastre. Al menos no había ido por ella esa tarde, hubiera sido un caos tener que explicarle y tener que convencerlo de la verdad. Y es que, frente a todos ellos, Ariel era la chica más linda, dulce y angelical que podría existir. La tenían en un pedestal y Amy sabía que eran capaces de defenderla en cualquier momento si la pelirroja de lo pedía. Un ejemplo de eso era la última vez en el gimnasio con Jackson, Ariel y Amy.

―En realidad tengo que ponerme al día, saldré solo un momento pero debo ir a casa a estudiar y...

―Bueno, estudiemos juntos ―insistió él, tomándola de la mano e irguiéndose a ella aún más―. Quién mejor que yo para ayudarte. Llevamos un par de cursos juntos, ¿no? Pues es perfecto.

Levantó una ceja confundida por la actitud de Reece cuando quedaron tan cerca que parecían estarse abrazando a la distancia. Su cuerpo se tensó como respuesta, asaltada por la sorpresa al sentir los labios del muchacho jugar con su oreja de manera casi imperceptible.

―Yo...

"Debes empezar de cero, Amy. Olvídate de todas esas mierdas que te hicieron daño y enfócate en ti. No puedes quedarte tocando la herida porque sino nunca sanará."

―Entonces está bien supongo.

¿Qué podría perder? Debía mantener su mente ocupada lejos de Ross y preocuparse en estudiar. Y Peyton, por una vez en su vida, tenía razón. Es decir, no tenía por qué alejarse de Reece, no aún.

―Estupendo ―respondió con una enorme sonrisa antes de darle un suave beso en la mejilla―. Estaré ahí, lo prometo.

―¿Sí? Lo dudo.

Su dulce debilidad ©Where stories live. Discover now