8|Incomodidad

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No estaba incómoda. Estaba nerviosa. Demasiado, a decir verdad.

Noah no había hablado desde que había sucedido el pequeño momento del desayuno. Sólo con sus hermanos y meramente para decirles que los esperaríamos en los asientos cuando terminaran de entrenar.

Y ahí estábamos, sentados en los asientos, rodeados de algunas personas más, mientras Gale y Clarissa entrenaban karate.

Y estaba nerviosa. Demasiado. ¿Ya había mencionado eso? Okey.

No ayudaba el hecho de que Noah no hablara. Él normalmente hacía que la incomodidad se hiciera menos, si es que veía que yo no lo hacía. Pero estaba tan callado que el silencio me resultaba irritante. Y, aun así, no encontraba palabras que pudieran llevarse nuestro pequeño momento de tensión.

―Mia ―la voz de Noah finalmente se coló en el silencio, pero logró que mi corazón se acelerara.

―¿Mhmm? ―murmuré, fingiendo que el entrenamiento de los pequeños era muy interesante.

Quería que se llevara la incomodidad, sí. Pero lamentablemente me resultaba demasiado difícil mirarlo a los ojos en momentos como aquel.

―Los chicos estarán entrenando por cerca de dos horas ―dijo, podía sentir su voz tensa y nerviosa. Diablos. Yo estaba peor que él, no confiaba en mi propia voz―. El cumpleaños de mi madre será el sábado y quiero comprarle algo, ¿me acompañarías? ―preguntó.

Entonces no pude evitar girar mi rostro hacia él. Nuestros ojos se encontraron, de inmediato.

―¿Ahora? ―pregunté y él asintió. Me forcé a mí misma a sonreír, intentando hacer de nuestro intercambio menos incómodo―. Claro ―acepté, poniéndome de pie.

Él me siguió y nos encaminamos, uno al lado del otro, hacia su auto.

―¿Qué piensas comprarle? ―pregunté, cuando finalmente estuvimos sentados en los asientos.

―No lo sé ―admitió―. Estaba pensando en una pulsera de plata o algo así por el estilo.

Asentí.

Adorablemente, Mia [PUBLICADA EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora