Capítulo 21: Flashback.

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Nos encontrábamos junto a Dominick en una bodega abandonada a las afueras de Londres, aguardando un cargamento de armas proveniente de Francia. Sin embargo, las agujas del reloj avanzaban implacables, y ya habían transcurrido más de tres horas desde la hora acordada. La inquietud se apoderaba de mí.

—Brook, esto tiene pinta de trampa. ¡Deberíamos largarnos de aquí! —exclamó Dominick, visiblemente tenso. Sin embargo, no podía permitirme ceder al miedo. Estaba seguro de que mi contacto llegaría.

—Tranquilízate... —intenté calmarlo—. Regan vendrá, lo sé.

Veinte minutos más tarde, el chirriar de neumáticos rompió el silencio. Mi corazón dio un vuelco; Regan no me defraudaría.

Una camioneta negra se detuvo junto a nuestro vehículo y de ella descendió Regan, pero no estaba solo.

—¿Qué significa esto, Regan? —inquirió Dominick, con semblante serio.

—Es simple, estimados jefes. He venido a poner fin a su negocio y reclamar lo que me pertenece.

—¿Lo que te pertenece? ¿Y qué podría ser eso? Hasta donde sé, no te debemos nada. De hecho, tú nos debes mucho —intervine, irritada por su actitud.

—He servido a Dominick durante mucho tiempo. Él era todo lo que aspiraba a ser. Y luego llegaste tú, arrebatándome el lugar que por derecho me correspondía. Para colmo, te cedió todo su dominio, mientras él solo velaba por tu bienestar. ¡Qué ingenuidad! Todo debería haber sido mío. He decidido venir a reclamar lo que me corresponde. Adiós, jefes.

Entonces, comenzó un vendaval de balas. Estábamos atrapados.

Tres de los hombres que acompañaban a Regan vaciaban sus cargadores mientras nosotros nos resguardábamos tras el auto, devolviendo el fuego.

Dominick alcanzó a herir en el hombro a uno de ellos, quien cayó al suelo por el impacto. Aproveché la distracción para neutralizar a otro, propinándole un disparo en el cuello que lo dejó desangrándose. De repente, un golpe violento me sacudió. Al girarme, vi a Dominick tendido en el suelo, una mano sobre su pecho, la sangre brotando profusamente. Levanté la vista justo a tiempo para ver al último de los tres hombres dispararle. No dudé un segundo y vacié mi cargador en su dirección.

Me agaché junto a Dominick, su rostro pálido pero aún con un débil pulso. Llamé a Francisco, uno de nuestros hombres de confianza, para que nos rescatara, y me quedé a su lado, aplicando presión sobre la herida.

Diez minutos después, llegaron Francisco y los demás, acompañados por el médico personal que siempre llevábamos con nosotros.

El doctor examinó a Dominick y, por suerte, la bala se había alojado en una costilla sin dañar ningún órgano vital.

Lo llevamos de vuelta a casa, donde tendría que pasar unos largos meses en reposo.

De Regan no supimos nada más. El cobarde había huido sin dejar rastro.


Pero le haríamos pagar con su vida.

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⏰ Última actualización: Mar 26 ⏰

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