III

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Aquí, bajo los efectos del clonazepam, vengo a dejar por escrito que después de mucho tiempo tuve un ataque de pánico. Y uno continuado.
Y si, fue en uno de los momentos más felices, en medio de una briza de aire, después de hacer contacto con la naturaleza y experimentar unos breves momentos de paz. Unos breves momentos de victoria. 

Ver a una persona experimentar un ataque debe ser muy desesperante, y más si es alguien que aprecias lo suficiente como para sentirte impotente al no poder ayudarla. 

Yo me dije a mi misma: NADIE DEBE VERME ASÍ. Y como dejar de querer se volvió una opción casi imposible de seguir; decidí yo buscar un lugarcito de cordura en el que guardar mis síntomas en presencia de ellos, y si estos síntomas se quieren revelar, contenerlos el tiempo que me tome alejarme de ellos y colapsar sola. (Aunque la mayoría del tiempo nunca estoy sola, tengo un ángel de madre que se rebela a mis peticiones de no dejarme cuidar/amar) 

En estos momentos, luego de haber vuelto a tierra, me encuentro con la tristeza habitual al llegar a casa acompañada de la pregunta: ¿Cómo puedo estar triste si tengo todo para ser feliz?

Si en compañía de la gente que aprecio me preguntan si soy feliz, mi respuesta seria indudablemente si. Pero, ¿por qué ésta es diferente estando sola en mi habitación?

Será para evitar romperme para no destrozarlos. 


Bitácora de una ansiosa. Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang