Capítulo 48

9.7K 858 113
                                    

Darren camina lentamente mientras que recorremos el parque. Acabamos de comprar los helados, pero él se mueve muy despacio y me desespera.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro.

Revuelvo el vasito de plástico con la cuchara y después pruebo un poco. Fresas y crema americana. Un clásico.

—¿Por qué siempre estás sola en la Universidad?

Oír esa pregunta me resulta extraño, pero me hace reír con cinismo por lo patética que me siento.

—No lo sé, no había pensado en eso.

—¿Pero tienes amigas?

—¿Para qué quieres saber eso?

Él se encoge de hombros.

—Compartimos dos materias, pero jamás te vi hablando con ninguna chica, ni tampoco entrar al baño con alguna chica, en los ensayos la mayoría de las chicas te ignoran, y...

Me río de nuevo y miro los altos árboles que están al otro lado del sendero que estamos recorriendo. Ya sé a dónde quiere llegar.

—¿Crees que soy una de esas niñas odiosas que se creen el centro del universo?

Él frunce el ceño, y me hace reír porque su cara lo dice todo.

—Antes lo creía. Pero después me confundiste por completo. Tú no eres así.

—Claro que no lo soy, es sólo que no soy buena haciendo amistades.

—¿Y en la secundaria tenías amigas?

Pongo los ojos en blanco y pruebo otro poco de ese helado.

—La secundaria fue una mierda. Todas eran odiosas. Incluso las que tenían el doble de dinero que mis padres, y nunca entendí por qué.

Darren me mira y después sonríe.

—¿Mucha envidia, tal vez?

Niego levemente con la cabeza. Ya no quiero hablar sobre esto, pero tampoco quiero regresar a casa. No quiero ir a esa cena.

—No era envidia. No tenían motivos. Es algo que jamás entenderé. Yo era normal, y ellas siempre me trataron como si fuese una mierda...

—Entonces si era envidia, Eggers.

Darren se detiene y yo por instinto también lo hago.

—Darren...

—Eres la chica más sencilla, dulce y divertida que jamás conocí en toda mi vida. Y apuesto que todas esas tontas morían por ser como tú.

Oírlo decir eso hace que sienta algo en el pecho, es una mezcla de dolor y gratitud que me hace sentir mejor.

—Tengo que decirte algo... —susurro al recordar ese asunto importante que olvidé por completo en toda nuestra salida.

—Sí, vas a decir que soy guapo, que te caigo bien, pero que quieres que sólo seamos amigos...

Abro los ojos de par en par y al ver su cara noto que está bromeando, aprieto los labios para no reír, pero no logro contenerme. Dejo escapar algunas carcajadas y él me acompaña hasta que me detengo.

—No iba a decir eso —golpeo su hombro levemente con mi puño y él sonríe.

—Ven, vamos a sentarnos. No me van las charlas de pie.

Darren camina hasta las bancas al otro lado del lugar y se sienta, sigue comiendo su helado y yo busco la manera de decírselo.

—Habla.

 KYA - Deborah Hirt ©Where stories live. Discover now