Capítulo 1

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Persigo a papá de un lado al otro por toda la sala de estar, pero sé qué no podré convencerlo. Esta vez será imposible tratar de escapar, y lo peor de todo es que si no lo consigo, no podré hacer la presentación de baile. Y él no lo sabe. De hecho, no debe saberlo.

—Papá, por favor —Lloriqueo detrás de él. Oigo como suspira y detiene sus pasos frenéticos—. No me siento bien y no quiero ir... Por favor, por favor... —suplico una y otra vez.

—Ya te he dicho que no, Kya —responde, pareciendo cansado. Sí, está cansado de mis súplicas. Lo intenté durante todo el día, pero nada funcionó.

—Pero, papá... De verdad no quiero ir. Me duele la cabeza... —aseguro, volviendo a perseguirlo. Sé que ahora está nervioso, pero lo entiendo. Es la fiesta de la empresa y hoy, precisamente hoy, tuvieron que hacer la celebración—. Papá... —vuelvo a decir—, puedo quedarme en casa, en mi habitación, y Simon se quedará también —digo rápidamente señalando a mi hermano.

—¿Qué yo qué? —pregunta Simon apartando la mirada de su celular. Es extraño verlo de traje y corbata. Jamás me acostumbraré a algo así.

Papá suelta otro suspiro y coloca ambas manos en su cara por causa de los nervios y el estrés. Sí, yo le causo todo eso todo el tiempo.

—Kya —dice en tono autoritario, me mira un par de segundos fijamente y su mirada se vuelve dulce. Ese es papá, jamás puede ser demasiado duro conmigo. Aunque sé qué me dirá que no—. Escucha, princesa... —murmura acercándose. Me toma de ambos brazos con delicadeza y suelta otro suspiro—. Sé que no te gustan esas fiestas, pero también sé qué no te sientes mal, y sabes que es un capricho el querer quedarte aquí —murmura con dulzura.

—Pero, papá...

—Y también sabes que tu madre y yo no consentimos caprichos, hija —agrega, y ese es mi fin. Quiero enfadarme, pero no puedo hacerlo, no con papá. Él besa mi frente, yo me cruzo de brazos y me siento en el sillón al lado de Simon.

—Tu tranquila... —me dice con una sonrisita.

Mi padre sigue moviéndose nervioso de un lado al otro mientras que mira su reloj. Eso me hace sonreír. Nadie puede desesperar más a papá, ni siquiera yo, solo mi madre logra hacerlo del todo. Está demorando a propósito porque le encanta llamar la atención de todos, y siempre lo logra.

—Aquí estoy... —dice ella apareciendo por el pasillo, y parándose en lo alto de las escaleras. No dejo de mirarla ni un solo segundo. Siempre se ve bella, pero con ese increíble vestido morado que resalta su piel blanca se ve mucho más que perfecta. El peinado a un lado está cargado por rizos impresionantes, y su cara... Mi mamá es simplemente hermosa. Adoro ver a mi padre cada vez que ella se ve de esa manera. No hay palabras para describir su expresión. Y solo deseo que alguna vez alguien me vea de la misma manera. 

Mamá baja las escaleras como toda una reina, y lo hace sin mirar los peldaños. Se ve segura, confiada y elegante.
Siempre dije que quiero ser como mi madre algún día.

—Te ves... —dice papá sin aliento.

—Hermosa —termina la frase mamá con una arrogante sonrisa—. Eso ya lo sé, cariño.

Todos reímos y mis padres se besan. Mamá recorre la mirada por cada uno de nosotros y sonríe porque todo está bien. Papá le da su brazo y ambos se dirigen hacia la salida.

—Vamos, niños, o llegaremos tarde.
—¿Niños? Tengo casi veinte años —se queja mí hermano.
—Ya sabes cómo es —respondo.

Simon y yo nos ponemos de pie de manera tediosa y los seguimos. Sigo cruzada de brazos, y enfadada, pero no con papá. Estoy enfadada conmigo misma por no tener el valor suficiente para decirle lo que sucede, lo que sueño. No sé por qué, pero simplemente no me atrevo.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora