Prólogo.

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Hacía dos horas que Emilia había visto el último cartel que indicaba cuantos kilómetros faltaban para llegar a su destino, ya comenzaba a dolerle el trasero por pasar tanto tiempo sentada en la misma posición en el asiento de copiloto del pequeño y antiguo Ford de su tía, su pierna izquierda se le acalambraba cada vez con mas frecuencia, tenia frío, sueño y hambre. La paciencia se le estaba agotando a una velocidad importante; una velocidad mas rápida de la que indicaba el tablero del coche. ¿Por qué su tía se empeñaba en conducir a 80 km/hs.? Según su lógica era por seguridad, pero si tan solo aumentara un poco la velocidad acortarían más rápido la distancia que les quedaba por recorrer.
Estaba demasiado ansiosa por llegar, no porque le encantará la idea de su nueva casa y la magnifica tarea de desempacar todas sus cosas para acomodarlas perfectamente en su lugar. ¡No! Sus ansías se debían a que necesitaba poner a cargar el celular para poder llamar a Maddy, su mejor amiga. Se había quedado sin una gota de batería hacía una hora y tristemente tuvo que sacarse los auriculares dejando así de escuchar a uno de sus grupos favoritos de música, para pasar a escuchar el monótono sonido del cansado motor del viejo coche y los constantes suspiros de aburrimiento de su querida tía.
Para distraerse un poco, aunque no mucho en realidad, Emilia miraba por la ventanilla a su derecha, pudiendo observar una gran pared hecha por altos árboles, desde antiguos pinos hasta enormes álamos, que cubrían los costados de la ruta mojada por las interminables gotas de una lluvia incesante. El clima que las recibía no era muy alentador, el cielo estaba cubierto por enormes nubarrones gris oscuro que de tanto en tanto descargaban su intenso llanto sobre su coche y todo alrededor. Este era el clima que mas le gustaba a Emilia, amaba los días grises y lluviosos, pero le gustaban muchísimo más cuando podía contemplarlos cómodamente calentita desde la ventana de su acogedora habitación en su antigua casa, no cuando se encontraba confinada en el interior claustrofóbico de un pequeño auto al que no le funcionaba la calefacción.
Hacia dos días y medio que estaban viajando, con esporádicas paradas para comprar algo y poder ir al baño, y estos últimos kilómetros eran los más fríos que les habían tocado.
Igualmente no era algo que sorprendiera mucho a Emilia, ya que había estado buscando en páginas de internet toda la información posible acerca del pueblo que seria su nuevo hogar, básicamente toda la información hablaba de un pueblo muy húmedo, lluvioso y frío donde rara vez se dejaba ver el sol. ¡Joder! Había pensado en voz alta Emilia, si hasta se podría decir que es el mismísimo Forks, solo que yo no soy la antipática Bella Swan y no hay ningún bello vampiro centenario esperando por mí y mi absoluto amor allí.
Luego de esa curiosa comparación con una película de una larga serie que había marcado una parte importante de su niñez, Emilia río alegremente y siguió preparándose mental y físicamente para la mudanza y el cambio radical que se avecinaba.
-¿Quieres conducir un rato, por favor? -le dijo su tía sacándola bruscamente de sus enredados pensamientos, Emilia no atinó a responder a la pregunta, solo se limito a mirarla con una expresión de confusión extrema en la cara. -Deja de mirarme como tonta, Emi. ¿Conduces o no? -volvió a insistir su tía.
-Si, si... Eeeh claro que sí -se apresuró a contestar Emilia cuando por fin se le acomodaron las ideas.
-Te estabas durmiendo, Emi -prosiguió su tía mientras aminoraba la marcha y se ponía a un costado de la ruta, hasta parar por completo el auto, -y necesito que conduzcas un rato, a mi se me han congelado los dedos de las manos -finalizó mientras abría la puerta del conductor para bajarse.
-Si, si... No hay problema -le contestó a su tía que ya no podía oírla por que estaba en la parte de atras del auto abriendo el maletero en busca de algo.
Emi abrió su puerta y se bajo perezosamente del auto, una oleada de escalofríos recorrió su espalda cuando sintió las heladas gotas de lluvia golpear contra su rostro y cuello, rápidamente se colocó la capucha de la campera que llevaba puesta. Después de un largo bostezo se encaminó hacia donde se encontraba su tía.
-Alcanzame un agua saborizada -le pidió cuando llego, recibiéndola unos segundos después -Gracias -agradeció mientras abría la botella y le daba un largo trago, después de saciar su sed la volvió a cerrar, la puso en su bolsillo y se dirigió a la puerta del conductor para luego meterse dentro. Esperó con ambas manos en los bolsillos a que su tía cerrara el maletero y ocupara su lugar de copiloto.
Cuando así lo hizo y le paso las llaves, Emi puso en marcha el auto y le preguntó:
-¿Cuánto falta, tía Grace?
-400 km, querida -dijo tía Grace arropándose dentro de su gran suéter de lana -pero ni bien veas una cafetería, estacionate para que podamos desayunar.
-O cenar -agregó por lo bajo Emi mientras se aseguraba mediante los espejos retrovisores que era seguro volver a salir a la ruta para continuar el viaje. Por lo menos ahora podría conducir un poco más rápido.
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Después de tres horas más de conducción por la solitaria carretera, llegaron a lo que supusieron era la entrada del pueblo, no había ningún cartel que indicará lo contrario; lo que si había era más movimiento de automóviles y más edificaciones de establecimientos y casas. Luego de reducir la velocidad y conducir mas tranquilamente por las calles del pueblo, Emi visualizó una cafetería con un gran cartel con las letras G&M. Su tía también lo vio y antes de que Emi dijera algo, su tía se adelantó:
-Mira Emi, allí podremos almorzar algo rápido. Estacionate -le ordenó.
-Claro -se limitó a responder Emi.
Con las maniobras justas y adecuadas estacionó el auto, luego ambas se bajaron del mismo. Su tía se encamino directo a la puerta del establecimiento, Emi por su parte trabó las puertas con la llave, después se desperezo tranquila, sacó la botella de su bolsillo y bebió lo que quedaba del líquido que ya se había calentado un poco. Cuando acabó, cerró la botella con la tapa y miro a su alrededor buscando un tacho de basura para deshacerse de la botella vacía. Allí a unos cinco metros de donde estaba encontró uno, así que se encamino hasta él. En el mismo momento en que llegó y tiró la botella, una camioneta gigante de color negra cubierta de barro entró al estacionamiento de la cafetería haciendo fuertes ruidos con el motor. Después de lo que a Emi le pareció largos minutos de ruidos insufribles, el conductor se estacionó ocupando dos lugares de estacionamiento, gilipollas, bajando de ella 5 personas - adolescentes, dos chicas y tres chicos, las mujeres iban riendo y chillando por todo lo alto mientras una de ellas saltaba a la espalda de uno de ellos para que la llevará como caballito, con gran estruendo fueron entrando en la cafetería.
Emi soltó un bufido por lo bajo y una sonrisa sarcástica se pintó en sus labios, cuan afortunada seria si adivinará correctamente que alguno de esos adolescentes chillones serian sus compañeros en el nuevo instituto. Pensando en esto se dirigió tranquilamente a la entrada de la cafetería.
Una vez que estuvo sentada junto a su tía en una de las mesas cercanas a la entrada, esperando por su almuerzo mientras bebía una taza de café caliente, se animo a expresarle a su tía una de sus dudas persistentes:
-Tía Grace, ¿cuándo crees que voy a poder visitarla nuevamente?
Su tía levantó la vista del diario que estaba leyendo para fijar su atención en ella,
-Tu madre recién ha llegado ayer al nuevo hospital, querida -le dijo suavemente, -deberás esperar a que ellos la acostumbren y se organicen para que puedas visitarla -continuó su tía, muy dulcemente, uno de sus mejores rasgos, -ahora debes centrarte en organizar todas tus cosas y de prepararte ya que en cuatro días comienzas las clases en el nuevo instituto -finalizó.
-Gracias por recordarmelo, tía -dijo de manera sarcástica. -Eres muy buena recordando algunas cosas y olvidando otras -ironizó con una leve sonrisa mientras miraba a su tía y la suave sonrisa que se le formaba en su rostro mientras volvía su mirada de nuevo al diario.
-En serio creo que... -las palabras fueron perdiéndose a medida que iba sintiendo la pesadez de una mirada a sus espaldas, lentamente giró su cabeza en dirección de donde provenía la profunda energía penetrante, hasta que sus ojos chocaron con otros, negros como la noche, muy duros y fríos como el hielo, enmarcados por unas gruesas cejas negras que se unían en un leve ceño fruncido. No pudo apreciar nada mas de aquél rostro ya que cuando su tía la llamó por su nombre, Emi se desprendió de esa mirada y regresó toda su atención a su tía y para su sorpresa su almuerzo se encontraba frente a ella, se dispuso entonces a tomar los cubiertos para comenzar a comer sin darle importancia a nada de lo que sucediera en el entorno a su alrededor.
-¿Qué mirabas Emi? -Indagó tía Grace, curiosa.
-Me pareció sentir algo extraño -respondió Emi llevándose una papa frita a la boca y antes de comerla agregó: -por suerte nada importante -sentenció restándole importancia, para después comer y disfrutar de su almuerzo.

Cuando te Encuentre.Where stories live. Discover now