13. Todo por la miel

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Al día siguiente me desperté temprano porque escuché unos ruidos que provenían del segundo piso. Alarmada, salí de mi cama de un brinco, me puse mis pantuflas (de conejitos), y aun en pijama baje corriendo las escaleras. Me llevé una gran sorpresa al encontrarme a James husmendo en la cocina.

- ¡¿Pero que diablos haces?! - grité.

Él rápidamente se giró y al verme dijo un pequeño: "Ups".

En ese momento me doy cuenta de que tiene en su mano izquierda una bolsa abierta de "Papas Lays". Y en la derecha sostiene una papita, que al parecer estaba a punto de comerse.

- Sigue no mas. Sigue. Con confianza. Siéntete como en tu
casa - le suelto con sarcasmo.

James se come la papa que tenia en su mano.

- En mi defensa - comienza a decir levantando su mano
derecha, en señal de inocencia - No he comido nada desde ayer. Me estaba muriendo de hambre.......¿Quieres? - me dice estirando su brazo para ofrecerme la bolsa de "Papas Lays".

- No gracias - lo rechazo, haciendo que James vuelva a comer.

- Bueeeno - dice de manera infantil - Más para mí.

Ruedo los ojos y me sirvo un vaso de agua.

- Linda pijama - escucho decir a James de manera burlona.

Bajo mi mirada a lo que traigo puesto. Mierda. Justo hoy tengo puesta mi pijama rosa chillón con conejitos (los adoro) blancos por todas partes, y para rematarlo llevo puestas mi pantuflas de conejitos. Me sonrojo al instante, mientras él sigue comiendo y riéndose a la vez.

- En mi defensa - digo imitandolo - No estaba esperando "visitas" - puntualizo haciendo comillas con mis dedos.

- Ya te lo dije. Tenía hambre, asi que vine aquí. Imagine que encontraría algo - dice James restandole importancia a lo que acabo de decir.

Al parecer ya terminó de comer las "Papas Lays", porque veo que arruga la bolsa y comienza a buscar un lugar en donde botarla.

- Allí - le digo señalando el tacho de basura que está a unos cuantos metros lejos de él.

Desde el lugar en donde está tira la bolsa a la basura, y para mi sorpresa encesta.

- Wooow - digo sorprendida.

- Tengo buena puntería - dice encogiendose de hombros.

- ¿Por qué estas aqui? Pense que te deje bien claro el hecho de que ya no quería que vuelvas.

- Quien sabe. No tiene que haber un porque para todo, ¿sabes?

" - ¿Por qué? - pregunta.

- Porque sí. No tiene que haber un porque para todo. ¿Me lo vas a prometer o no? - le digo a alguien."

¿Qué fue eso? Tuve un pequeño recuerdo. Aunque no se a quien le estaba hablando. Bueno, no importa. Ahora tengo que encargarme de sacar a James de aquí.

Él se dirige a la refrigeradora (ignorandome, por supuesto), la abre y con toda la confianza del mundo comienza a revisar lo que hay en su interior.

- Gaseosa, pepinillos, zanahorias, leche, más gaseosa... - comenzó a susurrar James.

Suspiré derrotada. Me estoy comenzando a dar cuenta de que James no tiene remedio. En la encimera veo una mochila. Imagino que es de James. Me acerco sigilosamente sin que él se de cuenta y abro la maleta. Su interior está lleno de golosinas que por alguna razón se me hacen conocidas. Dejo la mochila a un lado y comienzo a abrir los armarios en los que James habia husmeado....Los encuentro vacíos. Saco todas las cosas que habia en la mochila de James y las vuelvo a meter en los armarios. Al final lo único que queda es un tarro de miel (es lo único que no es mío). Mierda. Me acabo de acordar de que me olvidé de comprar miel.

- Oye, James - lo llamo.

- ¿Qué pasa? - dice sin despegar sus ojos de la refrigeradora.

- Ya que tú te has comido mis "Papas Lays" - dije enfatizando en la palabra "mis" - Yo podría comerme la miel que traes en tu mochila, ¿cierto? - termino diciendo tímidamente.

James se voltea al instante y comienza a revisar su mochila. Se muestra decepcionado y a la vez avergonzado.

- Me descubriste - dice tristemente.

Al parecer se refiere a todas las golosinas que se iba llevar.

- Tú te las puedes comprar en la ciudad.

- Es que es muuuuy aburrido hacer la fila para pagar - dice haciendo un puchero.

- Yo pasé por eso - digo recordando la larga cola que tuve que hacer para comprar la comida - Asi que tú también puedes hacerlo.

- Eres cruel - me saca la lengua como si fuera un niño.

- Si, si. Lo que tu digas - digo con sarcasmo - Ahora, llendo a lo importante, ¿puedo comerme ese tarro de miel que está en tu maleta?

- Claro que n-

Se calló antes de terminar. Parecía estar pensando en algo.

- Esta bien - dice - Pero tú tendrás que acompañarme a comprar más miel.

- ¿Eh? ¿Por qué?

- Porque sí.

Mi cerebro al parecer dejó de razonar en ese instante, y todo por culpa de la miel.

- Como quieras - respondo frustada.

- Toda tuya - me dice señalando el tarro de miel que se encontraba en su maleta.

Yo me avalanzo la miel, olvidando completamente lo que acabo de prometer.

Aviones de Ilusión {PAUSADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora