Ocho

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Le dio varios golpecitos a aquel trozo de brócoli. Después de la merienda de antes, las verduras tenían un extraño sabor. Además, ese salteado no formaba parte de sus alimentos preferidos, para nada. Aunque le estuviese agradecido a su madre por haber preparado la cena, seguía sin gustarle ese plato. Resoplando, dirigió su mirada hacia su progenitora. Esta última se encogió de hombros, burlona: tenía que terminarse la comida. Bon pinchó aquel pequeño árbolito, y, masticando pensativamente.

-Mamá.-comenzó, titubeante.

-¿Si?

-¿Papá aún no volvió?

La mujer se pasó una mano por el cabello, molesta.

-No, aún no. Pero no sé que estará haciendo fuera tan tarde.-en su mente, maldecía a su marido por no estar con ellos en esos instantes; ¿no se suponían que eran una familia? Observó unos instantes a su hijo- Te noto distraído, ¿estás bien?

El peliceleste se armó de valor, y aquellas palabras que se atascaban en su garganta lograron salir sin dificultad.

-¿Qué piensas de... De la homosexualidad?-la pregunta rebotó contra las paredes de azulejo.

La sorpresa cruzó el rostro de su madre, veloz pero visible. Se tomó unos instantes de reflexión que fueron mortales para el pobre peliceleste.

-Sinceramente... Pienso que es algo normal. Es decir... Pese haberme criado en una época diferente a esta, nunca se me ocurrió menospreciar a aquellas personas que poseen gustos distintos a los míos. Además, si son felices y no dañan a nadie, ¿por qué causarles problemas?

El alivio que Bon sintió en aquel momento fue inmenso. Un enorme peso que desapareció de golpe.

-¿Por qué me preguntas eso?-la madre sonrió discretamente, esperando la respuesta de su hijo.

-P-por nada... Solo... Ehm... Curiosidad...

-Oh... Entiendo.-respondió su madre. Y, añadió, divertida-, ¿Puedo hacerte yo una pregunta ahora?

-Esto... Claro.-su voz sonó recelosa, preparado para aquello que se avecinaba.

Pero lo que vino después, lo descolocó completamente...

-¿Cuándo me presentarás a tu novio?

-¿Qué? ¿Có...? ¡¿Cómo sabes eso?!-la exclamación se elevó por los aires, igual que los fuegos artificiales.

Pero en vez de presenciar una explosión de sonido y miles de colores, observó como su progenitora reía a carcajadas. Acto seguido, extendió un brazo y acarició lentamente el dorso de la mano de su hijo con la yema de sus dedos.

-Ay, Bon, ¿qué clase de madre sería si no me diese cuenta de esas cosas?-sonrió ampliamente.- Además... No eres muy discreto, hijo mío.

-Yo... Mamá, no sé que decir...

-Dios, ¡si es muy simple!

-¿Ah si?

-Claro... Solo dime que día lo conoceré y así lo prepararé todo.

-¡Mamá!

~*~

Sacudió su cabeza con incredulidad. No imaginaba que su madre podría llegar a ser tan buena detective... Y tan pesada. La media hora más en la que siguieron cenando, no cesó de insistirle para que invitase a Bonnie a merendar. Con ella. Con su madre. M. A. D. R. E. Conociéndola, Bonnie terminaría con un trauma severo y, bueno... Digamos que el peliceleste prefería mantener la cordura de su novio intacta. En cuanto pudo, escapó de su madre y logró internarse nuevamente en su cuarto. Suspiró, pero seguía sonriendo. Es decir... No había pasado nada malo, y su madre lo había aceptado sin hacerle más preguntas. Aunque técnicamente no hubiese nada que ''aceptar'', pues los sentimientos eran algo normal, da igual por quién llegases a desarrollar fuertes emociones.

Cuando te ruborizas... | FNAFHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora