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Pensativo, giró nuevamente sobre él mismo. Confusión era la palabra que representaba su mente a la perfección, al menos en ese instante. Siempre había creído que sus sentimientos eran claros como el agua, que los manejaba perfectamente. La mayor parte del tiempo los escondía bajo una falsa sonrisa o, quizás bajo un rostro indiferente. Y así, los golpes e insultos no dolían. O al menos, no tanto.

Pero... Ahora estaba confuso.

Rodó nuevamente, pero en sentido contrario. Sus sábanas se enroscaron alrededor de sus tobillos, como serpientes de escamas moradas. Hizo un amago de apartarlas, pero apenas fue capaz de conseguirlo, por lo que las dejó así; tampoco molestaba tanto.

Al principio, no estaba seguro de lo que realmente sentía por Bon; él, un pobre chico que siempre estuvo solo, nunca tuvo amigos, era una sensación nueva. Por lo que... No sabía si realmente sentía ''amor'' por aquel lindo peliceleste. Solo supo que quería pasar más tiempo con él, que quería estar a su lado, practicar más veces aquellas partituras... Las tardes que pasaban en el parque le resultaban absolutamente perfectas, ya que le ayudaban a evadirse de la realidad, de su realidad. Pese a que tampoco fueron muchos días, enseguida supo apreciar al tímido chico de los Toys.

Esa declaración... Fue realmente sorprendente para él. Y se podría decir que reaccionó casi instintivamente, hizo lo que su corazón y su razón le ordenaron, por una vez, ambos de acuerdo. Y no se arrepentía de haber actuado así. Aquella noche, se desveló bastante temprano, lo que le permitió reflexionar más profundamente sobre lo que ocurrió. Hasta ese momento, siempre pensó que él era heterosexual. Es decir... Aunque tampoco tenía ninguna razón para serlo, pues nunca había sentido lo que era un corazón palpitante de felicidad al ver a aquella persona tan especial. O sentir un cosquilleo de emoción cuando vuestras miradas se cruzan.

Suspiró débilmente, cerrando sus ojos. ¿Qué era lo que le ocurría? Su mirada se deslizó hasta su guitarra que yacía, solitaria, en un rincón de su habitación. Como desbocados caballos, acudieron a su mente esos pequeños momentos en los que la melodía los envolvía a ambos. Parecía como si lo conociese de siempre, y apenas había pasado... ¿Cuánto, una semana? ¿Menos, tal vez?

Una pregunta se instaló ante las demás: ¿Qué sentía realmente por Bon? Le agradaba mucho su presencia, quería tenerlo junto a él, pase lo que pase. Sentía unas desesperantes ganas de protegerlo, de igual de lo que fuese. Una sonrisa florecía sobre sus labios cuando sus pensamientos acudían casi corriendo hacia los fragmentos de recuerdos del peliceleste. Él solía ser una de las razones por las que acudía sonriendo a clases.

Sus ojos se abrieron de golpe, perplejo. Notó un ligero ardor sobre sus pálidos pómulos, sintió como su corazón se aceleraba poco a poco. ¿Podría ser...?

Se incorporó poco a poco, apoyando sus codos sobre el colchón. Su boca se curvó en una tierna sonrisa, a la vez que soltaba una ligera risa. Aún no estaba seguro de querer a Bon. Pero si tenía claro que le gustaba. Y mucho. Algo era algo, ¿no?

Apretó los puños con fuerza. Sabía que era lo que Bon sentía por él. Y estaba dispuesto a proteger aquello. No podía afirmar que esa relación que mantenían iba a durar o a mantenerse intacta para siempre. Pero al menos lo intentaría. No pedía un futuro junto a aquel chico. Solo pedía que ambos pudiesen pasar el tiempo, como una joven pareja de adolescentes. Seguramente el futuro les habría preparado bastantes cajas sorpresas. A ellos les tocaba elegir cuál abrirían, intentando que no tuviese alguna consecuencia fatal.

Lo que no sabía, era que ya habían abierto el primer regalo del destino. Y no auguraba nada bueno.

Cuando te ruborizas... | FNAFHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora