IX- Traidor

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IX– Traidor

Esa noche me acosté temprano

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Esa noche me acosté temprano. No quería molestar a Anna.

Mi reloj marcaba las tres y media de la mañana cuando oí entrar a mi amiga en la habitación. Me hice la dormida. Lo último que oí esa noche fue el suspiro que lanzó antes de acostarse. Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro.

A la mañana siguiente me desperté con los primeros rayos de sol colándose por la ventana entreabierta. Anna ya estaba despierta y se movía afanosa por la habitación, colocando su ropa en las perchas del armario.

—¡Buenos días! —canturreó.

Bostecé y moví la mano en señal de saludo.

—¡Hoy tenemos clase de tiro! –anunció entusiasmada–. Me lo dijo anoche Nora.

Bueno. No era una idea que me entusiasmase pero sí que me hacía más gracia que volver a enfrentarme a Odric en la clase del profesor Doyle.

Me levanté y cogí ropa nueva de la maleta. Mis pantalones vaqueros, muy ajustados de color gris, una camiseta del grupo Vademecum, a juego con mis zapatillas y una toalla.

—Anna, ¿sabes dónde están las duchas?

—Sí, tienes unas en el piso de abajo, al lado del gimnasio y de la piscina. Me imagino que habrá más en otras partes de la casa, pero esas son las únicas que conozco.

—Me vale. —Le sonreí.

Los pasillos de la sede estaban vacíos como de costumbre y mis pasos resonaban en la madera gastada. Solo me crucé con un evanescente viejo y de aspecto frágil que inclino la cabeza hacía mí saludándome con un cortés:

—Buenos días. —Al cual yo le respondí con el mismo tono educado.

El bullicio en la zona del gimnasio resaltaba notablemente con la quietud reinante en el resto de los pasillos. Estaba claro que los miembros de la sede se ponían en marcha desde primera hora de la mañana. Me asomé curiosa a través de una de las cristaleras que delimitaban el área de ejercicios aeróbicos. Un grupo de siete personas que se movían al compás de la música. Brazos que subían y bajaban, piernas que alternaban movimientos y pesas que describían círculos en el aire. Todos los movimientos perfectamente sincronizados.

Los baños eran una estancia muy amplia, dividida en dos partes, la zona para hombres y la zona para mujeres. Contaban con unas doce cabinas de ducha individuales.

Dejé la ropa y la toalla fuera de la ducha más próxima sobre un banquito de madera y me introduje en ella. Sobre una balda encontré todo tipo de jabones, champús para el pelo y aceites aromáticos. El agua salía con la presión y la temperatura adecuadas y numerosos chorros de la misma impactaban sobre mi cuerpo en forma de masajes.

EVANESCENTESWhere stories live. Discover now