III- Cambio de destino

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III– Cambio de destino

Durante la semana tuve mucho tiempo para pensar

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Durante la semana tuve mucho tiempo para pensar.

Se acercaba el final de curso y las vacaciones de verano. Apenas nos quedaba una semana de clase y en la universidad ya no haríamos mucho. Repasaríamos algunos apuntes y por fin saldríamos de aquella jaula educativa para disfrutar de tres largos meses de merecido descanso.

No sabía si tener tanto tiempo libre era algo bueno. No hacía más que darle vueltas a la cabeza.

Había vuelto a soñar, en los dos últimos días, con aquella extraña niña. En las dos ocasiones el sueño había sido idéntico.

El escenario era el mismo que en el anterior sueño. Aparecía la misma iglesia gris de puntiagudas torres. La niña se limitaba a observarme desde la puerta mientras una intensa lluvia azotaba los muros del edificio.

Yo permanecía en la plaza donde se erguía la iglesia y las gotas no llegaban a contactar con mi cuerpo. No ocurría nada más.

En realidad más que sueños, aquellas imágenes podían considerarse como breves visiones.

Lo más preocupante de todo era que cuando despertaba un intenso zumbido se instalaba en mi cabeza, acompañado de un penetrante dolor en las sienes que no remitía hasta que comía algo. Empecé a barajar la posibilidad de estar enferma. Si continuaba así acudiría al médico antes del fin de semana.

La tarde del jueves me reuní con Anna en el bar de enfrente de su casa. Necesitaba distraerme y estábamos planeando unas pequeñas vacaciones para celebrar el final de curso.

—¡Ibiza! —dijo Anna, mientras me lanzaba un folleto desde el otro lado de la mesa donde estábamos sentadas.

Observé con interés el colorido folleto mientras disfrutaba de un delicioso batido de chocolate.

Pensé por un momento en las paradisíacas playas de Ibiza y en el ambiente nocturno de sus bares y discotecas. ¿Qué mejor lugar para relajarse y olvidarse absolutamente de todo?

—Me encanta la idea.

Anna me miró complacida.

—Había pensado en estar allí un par de semanas, ¿qué opinas?

—Por mí genial, como si son tres... El problema es Johnny, tengo que hablar con él.

—¡Bah! Déjame a mí al señor Blunt –añadió mientras me guiñaba el ojo.

Me encantaba lo positiva que podía llegar a ser Anna. Una conversación con mi padre podía llegar a ser de lo más frustrante, sin embargo, Anna tenía la capacidad de convencerle, siempre, de cualquier cosa. Se llevaban bien y aquello era una suerte.

—Además, Leah, tienes veinte años... ya es hora de que te deje un poco mas de correa, ¿no crees?

—Llevas razón ¿Tú se lo has dicho a tus padres?

EVANESCENTESWhere stories live. Discover now