VI- La casa sobre la colina

10 0 1
                                    


VI– La casa sobre la colina

El resto del trayecto se desarrolló sin incidentes

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El resto del trayecto se desarrolló sin incidentes.

Llevábamos varios días de viaje, cuando por fin llegó el momento de coger el autobús que nos trasladaría desde la capital de Rumanía hasta la ciudad de Brasov.

Durante el largo recorrido, tuve tiempo para reflexionar sobre todos los acontecimientos que habían sucedido y para aceptar mi nueva situación. Sin embargo, no podía evitar tener la sensación de que estaba llegando a la ciudad que se convertiría en mi tumba. No volvería a traspasar las fronteras de aquel país. De repente mi vida se había trasformado por completo y me encontraba inmersa en un mundo que reservaba únicamente para las historias de ficción, aquellas que tanto me gustaba leer, y en el que por lo visto, yo era la protagonista.

El autobús aminoró la marcha cuando entramos en la ciudad. La primera impresión que tuve fue la de haber viajado en el tiempo. Las casas antiguas se arremolinaban flanqueando estrechas callejuelas y allí, al fondo, se distinguía la iglesia negra de Brasov. La observé pegada a la ventanilla y el vaho inundó el cristal, dando la impresión de que la ciudad se encontraba envuelta por la niebla. Sin embargo, el sol se alzaba solitario en el cielo aquella mañana de verano.

Una cordillera de altas montañas protegía la ciudad.

Me acomodé de nuevo en el asiento y me percaté de que Alec me estaba mirando. Últimamente le pillaba observándome a menudo. Me pregunté cual sería la razón de aquella reiterada inspección visual.

Yalex y Nora sentados al final del autobús se regalaban cariñosos arrumacos. Nora descansaba recostada sobre el hombro de Yalex, mientras este le acariciaba suavemente la espalda.

—¿Son pareja? —pregunté, señalándolos con la cabeza.

—Sí —asintió Alec—. Se conocieron en la sede y desde entonces no se han vuelto a separar.

—Hablando de parejas... —inquirió Anna, escrutando el rostro de su hermano—. ¿Qué opina tu mujer de todo esto? ¿O acaso no está enterada de nada?

Alec se tensó en el asiento.

—No estoy casado, Anna.

La aludida resopló y se hundió en su asiento con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—No sé por qué, pero no me sorprende.

Yo intentaba disimular, pero desvié la mirada hacia la mano de Alec, donde efectivamente la alianza había desaparecido.

—Verás, Necesitaba una razón de peso para que nuestros padres entendieran tanto la razón de mi marcha como mi permanencia en este país. Necesitaba un lazo fuerte que me mantuviese aquí atado...

—Ya, y te inventaste un falso matrimonio. No te lo reprocho, por lo menos papá y mamá viven tranquilos. Engañados pero tranquilos.

Alec acarició el rostro de su hermana, mientras le sonreía. Conocía tan bien ese gesto. Cuando Alec sonreía parecía desnudar su alma. Jamás llegué a conocer un gesto tan cálido y sincero.

EVANESCENTESWhere stories live. Discover now