Perro guardián [BakuShima]

Fiel sabueso.

Sangre con sabor a culpa resbalaba por sus colmillos.

Dolor camuflado de orgullo nublaba sus sentidos.

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Las clases con el profesor Aizawa siempre eran una locura; Esa clase de locura que te hace sentir un hormigueo en el estómago a medida que la estás haciendo; Esa clase de locura que inunda tu torrente sanguíneo con adrenalina y te hace querer más y más y más, incluso cuando acabas con un hueso roto (o varios).

— ¡Tío!- Exclamó Kirishima al entrar en la enfermería; La puerta golpeó con fuerza contra la pared y al rebotar por poco le dio de vuelta en la cara. Tenía la respiración agitada y el cabello más revuelto que de costumbre; Había ido corriendo, como si la vida le fuera en ello.

Sus ojos, al instante, se guiaron hacia el joven que descansaba de mala gana y con peor gesto sobre una de las camillas: Katsuki Bakugou. Tenía el traje completamente rasgado y quemado por la acción de sus propios poderes, la cara sucia y una feroz mirada grabada en el rostro. Por un momento Kirishima sintió una punzada en el estómago al ver su brazo vendado; Estaba herido por su culpa. No era una herida grave, no le iba a dejar secuelas, ni siquiera iba a tardar mucho en curarse pero Kirishima no podía evitar sentirse culpable.

En la clase del profesor Aizawa tuvieron que escalar una montaña sin el uso de sus poderes, tenían simplemente que coger una de las banderitas que ondeaban en la cima y bajar, pero algo salió mal; Su competitividad les llevó al límite. Mientras escalaban se empujaban, Kirishima sonreía excitado y Bakugou trepaba rápido, con el ceño fruncido y el mismo gesto de cazador que siempre reinaba en su rostro. En uno de los salientes Kirishima subió primero y al pisarlo, el saliente se fue abajo, llevándose consigo a su compañero de peleas. Mientras caía el saliente se rompió en pedazos, Bakugou usó sus poderes para amortizar el golpe y el profesor Aizawa le salvó de ser aplastado con rocas que doblaban su peso, pero nada pudo salvarle de la caída; El crujido del brazo de Bakugou al romperse escaló por la montaña hasta meterse en los oídos de Kirishima y por un instante sintió su propio brazo quebrarse también.

Su rostro dibujó un gesto de miedo al recordar los ojos de Bakugou mientras caía, al recordar el ruido sordo que hizo su cuerpo al impactar contra el suelo. Por muy fuerte que fuera, era de carne y hueso; Sangraba y se rompía exactamente igual que los demás, aunque se empeñase en ocultarlo.

— ¿Qué haces aquí, estúpido?

—Venía a ver cómo estabas.- Respondió con una amplia sonrisa. Sus afilados colmillos asomaban ligeramente, dándole ese mismo aire a cánido que Bakugou tenía.

—No te necesito aquí.

Kirishima se quedó en silencio por unos instantes, ignorando por completo el desplante. No sabía cómo pedirle disculpas y aunque Bakugou no las necesitase ni las quisiera, sentía que debía hacerlo, sentía que debía pedirle perdón de alguna manera, al fin y al cabo eso es lo que hacen los amigos y aunque Bakugou se empeñase en apartarle de su lado, eran compañeros; Le gustase o no.