44. La casamentera

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— ¿Vincent me trajo? —se sorprendió y volvió a sentarse al sentir que la debilidad la consumía —. ¿Ya se fue?

—No, quería quedarse aquí hasta que despiertes, pero lo mandé fuera.

Sophie se levantó con cuidado y salió al pasillo. Vincent permanecía apoyado contra la pared. Su pose de despreocupación no combinaba con la palidez de su rostro. Se había llevado un buen susto.

— ¡Vincent! —Sophie llamó su atención y se acercó lentamente, de nuevo se sentía mejor.

—Ah... sigues viva, nos vemos mañana, mejor guarda tus energías, la única forma de que sobrevivas es siguiendo mis reglas —espetó intentando dar media vuelta hacia la salida.

Sophie volcó los ojos y cruzó los brazos, Vincent ya no le causaba ni ira, ni repulsión, simplemente gracia.

—Ya deja eso, digas lo que digas no eres malo, solo pretendes serlo para verte interesante y la gente no te deje solo. Igual que Camila.

Arrogante dio vuelta hacia ella y se acercó para verla desde arriba.

—Eso no es cierto. Yo nací superior y le demuestro al resto la gran diferencia que existe entre ellos y yo.

—Mentira —exclamó sonriendo de medio lado—. De ser así no me hubieras ayudado, me habrías dejado ahí tirada para que me coman los pájaros.

—Fue para que luego no anden pensando que yo te hice algo. —Cruzó los bazos y desvió la mirada, mientras el calor invadía su rostro.

— ¡Gracias! —exclamó la muchacha e intempestivamente se colgó de él abrazándole el cuello—. Pese a lo que digas no eres malo, solo un idiota incomprendido.

—Suelta, no eres digan de tocarme. —Antes de poder separarla a la fuerza, alguien lo empujó al suelo.

Sophie retrocedió un paso a punto de caer y detuvo a Ian, quien de repente había llegado y presenciado la escena.

—No la toques —amenazó a Vincent.

— ¡Ian qué te pasa! —Sophie lo atrajo hacia ella, mirándolo con suma molestia.

—No te acerques a él, vamos —dijo tomándola de la mano y llevándola a la salida.

—Él me ayudó. —De un tirón separó su mano y se detuvo a medio camino.

—Ya lo sé, me llamó, por suerte venía en camino.

Sophie lo siguió pisando fuerte, indignada. Ian se notaba molesto y no tenía motivos.

— ¿Qué es lo que te molesta? —lo enfrentó.

Ian resopló y la esquivó unos segundos, organizando sus pensamientos.

—Que no estuve aquí, que pudo haberte pasado algo, que estés lejos de mí la mayor parte del día —enumeró con un tono seco en su voz.

— ¿Te molesta no ser el héroe que me salva a cada rato? No necesito que me andes cuidando como si fuese una inútil, y a mí también me molesta que no estemos en el mismo colegio, pero no podemos hacer nada al respecto al menos hasta fin de año.

Se sentó en una banca situada casi a la salida del colegio. Al notar que no lo seguía, Ian se detuvo y se aproximó a ella.

— ¿Qué? vamos, te llevaré a tu casa.

—Llamaron a mis padres, debo esperarlos —demostrando su enfado miró a otro lado, encontrando más interesante al pequeño pájaro que bebía agua de un charco.

El muchacho se sentó a su lado, apoyó los codos en las rodillas y cruzó los dedos.

— ¿Cómo te sientes? —sin dirigirle la mirada tampoco, preguntó casi en un murmullo.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now