Amor ciego

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El joven hombre de ondulados cabellos negros y de gran altura, se acerca cabizbajo a la elegante ventana de la habitación para visitas, con vista a la calle principal, del extravagante apartamento que comparte con su amada.

Ve intrigante a través del cristal, ansioso de saber a dónde se dirige su mujer en un especial domingo de aniversario de bodas. Desea creer que comprará un regalo para él o que traerá a unos amigos a la casa para celebrar cinco años de matrimonio juntos, con un poco de champaña y buena música, así pasar un buen rato; pero al observar a un hombre, algunos años mayor que él, sentado en el asiento piloto del lujoso automóvil donde su esposa entra minutos antes, todo anhelo huye con rapidez de su mente.

No es que lo moleste el hecho que ella salga con otros hombres, aunque tampoco se siente feliz por ello, simplemente se siente triste de saber que tendrá que esperar solo hasta su regreso, mientras ella disfruta con otra persona; está triste que ella no estará para acompañarlo a beber de su espeso café negro o ver las repeticiones de algunos partidos de los Yankees tal y como acostumbraba hacerlo cada semana; está triste porque, después de todo, él nunca ha sido suficiente para una mujer tan hermosa como ella.

Desde el primer día en el jardín de niños, él se había enamorado de ella: una dulce e inocente niña que a penas tenía seis años de edad. Quizás, era muy apresurado para asegurar que era amor lo que él sentía cuando a penas si podía leer esa palabra, no era de extrañarse que no conociera su significado, pero algo estaba seguro y es que ella era la belleza en vivo ante sus ojos y nada lo haría cambiar de opinión.

Al paso de los años, ella se había creado la muy codiciada reputación de popular y él, la de un nerd. Habían crecido juntos y ambos eran polos opuestos, pero había algo tan insignificante que los podía unir, el dinero. Ella tenía una ambición a ello y estaba dispuesta a dar lo que fuera por conseguirlo, él tenía una fortuna que no le importaba compartir, a cambio del amor de ella, aún si eso durara solo por unos minutos al día.

Después de todo, no era extraño que la mujer corriera a brazos de otro hombre. A espaldas de su esposo, solía decir que él había sido un gran error a no ser de sus millones. Cada vez que lo miraba, no era su rostro alargado con labios gruesos y ojos grises lo que la atraía, solo eran sus codiciados billetes que saltaban de sus bolsillos del pantalón como un imán a los ojos de ella. Era todo lo que ella podía desear, compraba lo que quería, comía lo que antojara y el precio nunca era un problema. Y si amor le faltaba, su envidiable figura era un arma letal para todos los hombres. Además de sus lujuriosos ojos esmeralda y su largo cabello dorado, esa mujer era un camino sin salida directo al pecado. Era mucho para su esposo, demasiado tal vez.

Pero aún así, el hombre la seguía amando. Con todos los defectos que podía tener, que no incluyera el exterior, él se enamoraba cada vez más de ella. Todos le decían que su mujer le era infiel, todos le advertían que lo dejaría en la banca rota y aunque él lo había visto con sus propios y traicioneros ojos que aquellas palabras eran verdad, su corazón no podía y no quería creerlo.

《Yo sé que me ama, no puedo dudarlo.》


Aún cuando su esposa regresaba borracha a casa, con labios sabor a cigarro y con un extraño y provocativo aspecto, él no la dejaba de amar. Luego de rodearla con sus débiles brazos y decirle que la adoraba, no se podía sentir mejor. Porque, sí, claro, en el día estaba con otros, pero por la tarde y noche, ella volvía justo donde debía estar: siendo suya.

No le importaba si debía compartirla con demás personas, sus padres le habían educado ese buen valor desde pequeño, y era una lástima que ellos se refirieron a objetos, no a personas. Lo único que le importaba a el hombre era poder seguir con su esposa a su lado, y grabarse en la mente, los momentos cuando ella, en escasas ocasiones, le correspondía su amor. Porque él ya no podía privarle nada a ella. Cada vez que lo intentaba, era como probar quitarle su biberón favorito a un bebé- si es que los bebés tenían preferencias-, y él tenía muy claro que su esposa era más de lo que podía esperar y cumplir con todos sus anhelos era un agradecimiento por aparentar amarlo.

El hombre camina hasta la sala y se sienta en el sofá tranquilamente.《Me ama, me ama, me ama》Se repite constantemente. Cierra sus ojos, para poder olvidar lo último que acaba de observar, empezando a mentalizarce de esa manera, que su esposa debía completar un trabajo en su oficina o algo similar, pero ella jamás será capaz de traicionarlo.

Reprocha furioso, golpea los pies contra el suelo y sus flacuchos brazos lanzan puñetazos al aire. ¿Por qué la ama tanto?, ¿Por qué? Porque ella lo dejó ciego, esa es la única respuesta. Porque no existe otra mujer para sus ojos, aunque para ella él sea su última opción. Porque, a veces el amor puede ser así. Sacrificar de uno mismo para obtener lo que se desea. Él sacrificaba sus sentimientos, pero cuando ahuecaba finalmente sus manos en el pálido rostro de su amada, obtenía la recompensa. Y tal vez, porque, en lo más profundo de su ser, el tiene aún la esperanza que un día antes de la muerte, ella lo llegue a amar a él. Amar con locura y deseo. Amar con todas las letras del abecedario. Amar y dejar de ser ciego, porque todo será real.

 Amar y dejar de ser ciego, porque todo será real

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Inchiostro nero |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora