Habitación 518

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Luces azul violeta son vistas desde el cielo y estruendosos sonidos agobiantes los acompañan. Gotas de lluvia caen sin cesar sobre un antiguo pueblo de Suiza y todas golpean con una fuerte intensidad la ventana de la oscura y misteriosa habitación 518.

Hay un silencio sepulcral adentro y lo único que se puede escuchar es el irritante sonido de una gotera y la intranquila e irregular respiración de Vienna. Diez años encerrada en aquella prisión y ella nunca se había llegado a acostumbrar a tanto silencio. Era martes, miércoles con suerte o incluso jueves. Ya no importaban los días, nadie llegaría a su rescate.

Tontas personas.

¿Cómo no se podían dar cuenta que ella aún se encontraba allí?

Era una maldición sin fin para ella y ya estaba cansada de esperar a que alguien se dignara en aparecer para romper ese hechizo, aunque quizás la vida era mejor en aquel lugar, lejos de la peste humana donde la verdadera enfermedad del hombre no tenía ninguna cura y eterna.

La lluvia seguía cayendo, era invierno y no sería de extrañar que no parara de llover hasta dentro de unas cuántas horas más. Hacía demasiado frío y lo único que podía cubrir a la delgada chica, era una corta chamarra que su ayudante le había fabricado hacía unos dos días atrás.

Oh, su ayudante...

Glorioso era el día en que él cruzó por el despacho de su padre a pedir trabajo. Para ese entonces, ella podía tener entre ocho o nueve años de edad, era una inocente niña a simples ojos, pero nunca era demasiado pronto para que ella cayera en los encantos de aquel muchacho. Fue tan solo una semana antes de la catástrofe y desde entonces, él había cuidado de ella como si fuera su única prioridad, como su ayudante. 

Pero, ¡qué gran problema había sido cuando al pasar de los años, ella descubrió que aquel agradable chico que la protegía y mantenía a salvo en la habitación, no era nada más que un ángel caído en busca de segundas oportunidades! Un mayor problema aún, cuando hacía unas horas antes, había decidido marcharse para siempre porque en el infierno del mundo, todo ángel caído o no, no podía permanecer más tiempo sin lastimar a su verdadero amor. Ahora que la chica ya era mayor, el ángel se había enamorado profundamente de ella y si debía regresar al cielo para que ella siguiera con vida en la habitación, él lo haría.

Pero la lluvia seguía cayendo persistentemente. Sin creer que, en realidad, aquella tormenta solo sería un nuevo inicio para la chica de la habitación 518. Porque, de alguna manera, cuando se está entre la miseria y se cree haber perdido todo tipo de esperanza, la vida solo está preparándose para cambiar y ser mejor. Como bien, después de la tormenta, siempre viene el arcoiris.

 Como bien, después de la tormenta, siempre viene el arcoiris

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