La chica de las estrellas

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El bosque me parece un lugar completamente incómodo. El silencio es el rey aquí. No me gusta el silencio, nunca me ha gustado. Ni siquiera si es roto por el sonido de los pájaros o de algún animal caminando entre los árboles. Me pone los pelos de punta, ansío escuchar una voz humana, una voz que no esté distorsionada por la mutación. Pero eso es imposible. Al menos que yo sepa, soy el único ser humano que queda cuerdo. Y ni siquiera sé si soy realmente un humano aún. Pero estoy segura de que sigo viva y tanto mis recuerdos como mi cordura siguen en su sitio.

Hace diez años que vago sola por el mundo, sigo preguntándome como pude sobrevivir con tan sólo seis años en el mundo salvaje en el que se había convertido mí alrededor. Solo tenía una respuesta, el maldito virus que había transformado a la humanidad en esos monstruos despiadados me había proporcionado la habilidad para derrotarlos. Irónico ¿verdad?

Camino por el bosque en el más absoluto silencio, si, por más que lo odiara debía de estar atenta a mí alrededor. Me sobresalto cuando mi propia bota militar negra parte una rama del suelo. Sacudo la cabeza para centrarme. Soy Lucy Heartfilia, dominadora de las constelaciones y los signos zodiacales, con una fuerza sobrenatural y una belleza asombrosa. ¿Egocentrismo? ¿Dónde?

Esto es en lo que he quedado, si no me doy cumplidos a mí misma ¿Quién lo hará? ¿Ellos? ¿Los monstruos? Si un monstruo me dice que tengo un pelo largo y dorado precioso ya tardo en raparme.

Fijo mi vista en el camino, no es demasiado complicado, pero la AK-47 me dificulta un poco el caminar. Tampoco es que la utilice mucho, normalmente mis llaves y fuerza física son suficientes para terminar con mi presa. Soy una cazadora y mi trabajo es, obviamente, cazar. Lo llamo trabajo por denominarlo de alguna forma, ya que nadie me paga, después de todo ¿Quién lo haría? Todos están muertos. O peor, convertidos en monstruos.

Mucha gente en el pasado no aguanto la mutación y falleció en el intento, otros como yo no nos transformó, pero tampoco nos eliminó, tenemos habilidades nuevas, somos la evolución de la especie humana. Tampoco sé si hay más como yo, hace años que no hablo con nadie "normal"

Levanto la mirada al cielo, las ramas de los árboles me obstaculizan la vista, pero puedo apreciar que está oscureciendo. Decido acampar por el momento, así que busco un árbol grande y fuerte y comienzo a trepar hasta llegar a una distancia considerable del suelo. Las noches son peligrosas, ellos pueden ver en la oscuridad, yo no.

Abro mi mochila para sacar algo de comida que encontré en la última casa en la que entre. Es enlatada, pero me sirve. Me observo una vez término mi cena, estoy echa un asco. Mis pantalones militares negros están sucios y me van un pelín grandes, estos se esconden dentro de mis botas negras de combate. La camiseta de tirantes que un día fue blanca ahora es entre gris y marrón. Encima llevo una chupa de cuero negra que pertenecía a mi hermano mayor. Es lo que mejor se conserva de mi vestuario. Mi cabello es largo hasta la cadera y rubio dorado, es algo molesto a veces, por eso guardo con sumo cuidado una goma de pelo, la cual uso ahora para hacerme una cola de caballo.

Salvaje  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora