✎Passage 4✎

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Desde la última carta de Robert a Rebecca, no se habían vuelto a escribir, y de eso hacía ya casi dos semanas, mucho tiempo con los días que siempre tardaban, que a comparación con esta vez, eran escasos.

Dylan estuvo poco más de una semana en casa de Rebecca. Desde que se besaron, no surgió nada más. Rebecca le pidió distancia, y él claramente, estuvo dispuesto a decirle que no tenía ningún problema, aunque su mente no pensaba igual que su corazón...

El último día de Dylan en casa de Rebecca pasó rápido, ni se inmutaron cuando ya eran pasadas las cinco de la tarde, y Dylan tenía que coger el ave destino a Madrid una hora y media después.

Dylan le agradeció mucho a Rebecca por haberle acogido en casa, y en tan poco tiempo, recorrer un poco Barcelona a su lado. Rebecca como no, le dijo que las gracias no se dan por cosas como esas. Al fin y al cabo, los dos se querían, puede que no como uno quisiera del otro, pero se querían y no dejarían que por una tontería como el amor (según Rebecca) les separaría.

Poco tiempo después Rebecca vio como Dylan se iba yendo, y cada vez, más lejano, sin poder ver su rostro a la perfección que tanto empezaba a gustarle... Se fue de la estación cabizbaja, pensando en lo bien que lo había pasado con Dylan este tiempo.

Para ella él es un amigo, pero no un simple amigo, no, él era mucho más que eso, él era su hermano, no de sangre, pero sí de corazón, de momento...

Dylan no le dijo a Rebecca que en una semana volvería a estar otra vez por Barcelona, quiere que sea una sorpresa, que le guste y le haga feliz, muy feliz. Por eso, decidió irse a Madrid unos días, para comprar algunas cosas que le puedan gustar a Rebecca, para ella y para la casa.

Rebecca caminaba y caminaba, tranquila, a paso lento, sin prisas, sin miedo a nada, con la cabeza ya más alta, mostrando fuerza con su mirada, esa mirada que es captiva de todos, de todos y cada uno de los seres que están con ella día a día o la mayoría de ellos.

Después de un largo paseo de vuelta a casa, Rebecca llegó y tan solo llegar, fue a su habitación. Abrió la puerta y se adentró en ella. Abrió el armario, divisó los bikinis y cogió uno negro que estaba detrás de todos, es decir, en el fondo. Cuando lo cogió, de él cayó una foto...

-No puede ser...-se quedó observando la fotografía, y se le cayó al suelo al ver tal foto.

Poco a poco, su mente fue recapacitando, pero fue demasiado tarde para empezar a llorar. Lloró y lloró, sin aguantar las lágrimas. Se dejó caer al suelo. En la habitación lo único que se escuchaba eran sus llantos y sus suspiros, esos suspiros que llegan al alma... Intentaba levantar la cabeza y ver la habitación, pero fuera lo que fuera que veía, le recordaba aún más a él.

–¡¿Por qué no estás?! –chilló y empezó a llorar aún más.

Se levantó al oír que alguien picaba a la puerta de la entrada. Se dirigió hacia allí y miró por la rejilla a ver quién era. Rápidamente se secó las lágrimas de sus preciosos y ojos claros. Respiró profundo una vez, cerró los ojos, se relajó, los volvió a abrir, sonrió y abrió la puerta.

–No me acordé de que venías hoy, lo siento por estar así. –se disculpó Rebecca. –Pasa.

–No pasa nada, Rebecca. –dijo una vez ya dentro.

–Vamos donde siempre, Bridget. –dijo Rebecca abriendo la puerta que conducía a una sala de estar donde había un diván*.

Bridget es la psicóloga de Rebecca. Desde que se fue Robert, ella le visita dos veces a la semana para hablar de ello y aunque Rebecca no lo crea, le ayuda bastante a seguir adelante.

– ¿Has escrito alguna carta más? –preguntó la psicóloga a Rebecca.

–No...

–¿Por qué? –fue anotando en su cuaderno lo que Rebecca le iba diciendo.

–Ha venido un amigo a casa casi dos semanas, entonces no encontré el momento para hacerlo. –razonó ella.

–Muy bien. ¿Quién era ese amigo?

–Dylan, lo conocí cuando fui a Londres.

– ¿Es de Londres y viene hasta aquí para verte? –Rebecca río ante semejante comentario.

– ¡No! Él vive en Madrid pero también fue de viaje a Londres en los días que estuve yo.

–Eso tiene más sentido. –dijo la psicóloga.

Fueron hablando tanto sobre Dylan, como de Robert hasta que empezó a anochecer.

–Me ha gustado mucho hablar contigo hoy de todo esto, Bridget. –dijo Rebecca levantándose del diván.

–A mí también, Rebecca. –Se sinceró ella.

Rebecca le acompañó hasta la salida y se despidieron. Rebecca tenía ganas ya de que fuera ese "próximo día" para que la psicóloga la visitara.

Hizo caso a Bridget, y salió al jardín. Puso con delicadeza los pies dentro de la piscina mientras en sus manos, tenía una libreta y un bolígrafo de punta fina para empezar a escribir esa carta que tanto ansiaba hacerle a Robert, después de tanto tiempo, se merecía escribirle.

Mientras escribía la carta, Rebecca contemplaba el hermoso anochecer que tenía delante suyo y decidió, que le escribiría en el atardecer o en el anochecer, porque ver esa luz que desprende el sol... Le fascinaba, le gustaba de una manera indescriptible.

Poco a poco fue recopilando sus sentimientos, y explotaron cuando el sol se escondió y ocupó su lugar, una preciosa mancha blanca, llamada luna, dejando así, todo completamente oscuro, solamente se veía su resplandor y la luz de la piscina, la cual, iluminaba el rostro de Rebecca a la perfección.


*Diván: tipo de mueble para sentarse, similar al sofá. Es un asiento largo formado por un colchón puesto contra un lado de la estancia.


* * *

Hola lectores/as, ¿os ha gustado esta nueva parte?

Dylan en la multimedia, ¿Qué os parece? ;)

¡NOTICIA! El 19 de Agosto de este año (2016), tendréis novedades en Words, ¡no os lo perdáis!

¡Robert vuelve a los puestos de historia corta y se queda en #470! ¡Muchas gracias!

Parte dedicada a @Carmeen07

Con cariño, Bright

Robert (Fleeting eyes  #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora