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Parte Primera.

"Destino"


Absorto, contempló el cielo percatándose, por primera vez en su vida, de su inmensidad y cruel belleza. El Sol se escondía con sigilo y las nubes, que para el inexperto ojo humano parecían encontrarse en una aparente calma, en realidad, se movilizaban a una velocidad abrumadora hacia un paradero desconocido. Toda aquella bóveda celeste, eterna y azulada, se teñía mágicamente de colores dorados, anaranjados, granates, rosados y púrpuras, conforme los segundos avanzaban convirtiéndose en minutos que se sentían como horas. Atardecía.

Pestañó un par de veces desconcertado, descubriendo la aspereza, porosidad y calidez, casi maternal, del pavimento, al rozarlo con los dedos de la mano que tenía libre. Esa sería su única y última compañía. El cemento.

Un gemido de dolor, apenas audible, se escapó de sus labios levemente entreabiertos. La aguda punzada, proveniente del flanco derecho de su abdomen, bajo las costillas, lo había devuelto, nuevamente, a la realidad. A "su" realidad. Tenía la cabeza atestada de ideas y pensamientos, que no podía comprender ni descifrar. Miles de imágenes y palabras, danzaban desordenadas, confusas y frenéticas, sin motivo aparente. "Esperando".

Contuvo la respiración, agudizando el oído. Desvariaba, seguramente. El silencio era absoluto y, sin embargo, escuchaba la melodía de una canción conocida, aunque no podía recordar la letra o su título.

La brisa tibia, típica de aquellas tardes de verano, le acarició el rostro y le desordenó los cabellos, con suavidad, compadeciéndose de él, de su cansancio, de su sufrimiento, de su temor. Volvió a respirar con normalidad. A pesar del caos en el que se encontraba su mente, su subconsciente había logrado formar una oración congruente y simple, una pregunta que nunca nadie podría responder, aun cuando suplicara por ello.

<<¿Por qué a mí?>>

Los latidos de su corazón se aceleraron inevitablemente. Las extremidades le cosquilleaban. Tenía el cuerpo entumecido a causa de las constantes contracciones musculares provocadas por los innumerables escalofríos que lo atacaban, sin contemplaciones; Como si una descarga eléctrica intentara destruir una a una, todas sus células.

Sonrió disimuladamente, sin fuerzas, pero satisfecho. El espectáculo estaba llegando a su fin; La excelsa y deslumbrante carroza del dios Apolo, impulsada por sus cuatro corceles albinos, se perdía, veloz, en el horizonte, llevándose con ella al astro solar para que iluminase los cielos de tierras lejanas, como en cada uno de sus dicotómicos recorridos, dejando, tras de sí, extendido, el manto nocturno colmado de diminutas estrellas plateadas, espléndidamente bordadas y de una, en esta ocasión, sonriente Luna.

Cerró los ojos, abruptamente, apretándolos con fuerza. La incipiente oscuridad que se había hecho presente a lo largo del trayecto de retirada de la Enana Amarilla, avanzaba, engullendo, voraz y violentamente, las calles, sumiéndolas en las tinieblas.

Nuevamente, la aparente calma mental que había logrado mantener, se había convertido en un completo desastre. Una fina película de sudor frío cubrió, parcialmente, su rostro. Nunca había logrado superar aquel miedo irracional que desde pequeño lo atormentaba, solo lo había ignorado deliberadamente y olvidado con el tiempo, más, sin embargo, este jamás lo había abandonado.

<<No... ¡Por favor, no! ... ¿Por qué ahora?... vamos... tranquilízate... va a terminar... tiene que terminar...>>

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⏰ Laatst bijgewerkt: Jul 27, 2016 ⏰

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