II.

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Capítulo 4



Daba vueltas en la cama. No podía dormir. Cerraba los ojos y lo único que visualizaba era recuerdos que parecían más reales que nunca. No parecían un lejano pasado sino un vívido presente.


Aquel viaje había cambiado su vida. Acompañaba a su mejor amiga Melina a la boda de su hermana en Italia. Siempre la había fascinado Italia y que mejor oportunidad de conocer el país que en una boda.


Suspiró y se sentó. No podía permanecer acostada. Se frotó los ojos intentado alejar las imágenes que en tropel acudían.


Melina estaba nerviosa porque no había visto a su hermana en años. Ella la tranquilizaba. Danna siempre había sido una persona cariñosa y en la última carta se la notaba muy feliz y sin rencores por el pasado. Cuando llegaron a Italia dos hombres las esperaban. Recordaba que el primero era Carlos, el chofer del esposo de Danna y el otro hombre... ese hombre era un tema aparte.


No podía más. Su cuerpo se negaba a darle el descanso que tanto la hacía falta. Lo mejor era levantarse e ir por un vaso de agua. No tenía mucha sed pero necesitaba hacer algo.


–Soy Sebastien Lucerni –había pronunciado en un perfecto español y las dos sonrieron–. Él es Carlos y nos va a llevar con Danna.

–Mucho gusto, Sebastien –Melina sabía de él por las cartas de Danna–. Soy Melina y ella es mi amiga, Doménica.

–El gusto es todo mío, bellísimas –pronunció y a continuación tomó sus manos y las besó galantemente.

Doménica recordaba haber pensado que parecía y se comportaba como un príncipe. Era todo lo que ella deseaba en un hombre –pensó, soñadora.


Ahora que rememoraba, desde el principio había sentido una especie de magnetismo hacia él.


Tenía un aire seductor y caminaba con seguridad. Melina también estaba cautivada pero no en la medida en que lo estaba Doménica. Bueno, Melina tenía a Diego, su novio en ese tiempo y que volaría más tarde a encontrarse con ellas en Italia. En cambio, Doménica no veía ningún obstáculo para hacerse unas cuantas ilusiones. ¿Qué tan malo podía ser?


Detuvo su recorrido por la casa. Había caído que en cierta medida Sebastien tenía un parecido con Diego. Ninguno de los dos era capaz de amar.


–¿Qué tal el viaje? –inquirió Sebastien y Mel sonrió.

–Bien –Mel miró a Doménica–. ¿A ti que te pareció Dome?

–Largo –sonrió en dirección a Sebastien–. No estoy acostumbrada a viajar.

–Sí, seguro es eso porque a mí se me hace bastante corto –sonreía Sebastien mientras contestaba su teléfono que sonaba en ese momento–. Disculpen.

Las dos se miraron mientras escuchaban lo que Sebastien decía. Hablaba en italiano, pero Doménica entendía perfectamente. No en vano sus padres la habían enviado a cursos de idiomas varios veranos.

Quiero olvidarme de ti (Italia #3)Where stories live. Discover now