Capítulo 1: Invitación

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Las personas se levantaron de sus asientos y aplaudieron

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Las personas se levantaron de sus asientos y aplaudieron. Una amplia sonrisa apareció en mi rostro y como era usual, me coloqué a un lado del escenario extendiendo el brazo a mi lado derecho para darle crédito a quienes habían tocado junto a mí durante lo que llevábamos de noche. En cuanto finalizaron los aplausos, bajé mi brazo y pude percatarme de como el padre de la novia, el cual había sido el encargado de contratarnos, se acercaba en mi dirección. Me acerqué hasta el borde del escenario inclinándome un poco para poder escuchar lo que diría.

—Excelente trabajo, señorita Di Pietro—expresó con una gran sonrisa. —Mi hija está encantada con su voz, me preguntó que de a donde había sacado a semejante cantante.

Ambos reímos.

—Muchas gracias, señor.

Ser cantante de bodas había sido uno de mis sueños desde pequeña, aunque era una licenciada en diseño gráfico y tenía mi propia empresa de organización de eventos, no podía separarme de aquel hobby que me llenaba el alma. Ver la alegría, el amor y la dulzura con la que se trataban las personas en cuanto bailaban lo que yo cantaba, era mágico.

Aunque era cierto que en las bodas habían dramas, ya que me topaba con uno o dos cada cierto tiempo, procuraba hacer algo para evitar que el momento se arruinara por completo, y en conjunto con mis fieles compañeros músicos, intentábamos tocar un ritmo movido para hacer olvidar o por lo menos despistar a los invitados del incómodo momento. Más de una vez, la fatigada novia se había acercado a mí al final de la velada para agradecer aquel gesto desinteresado y que había sido de gran ayuda.

—¿Podría pedir una canción en especial? —pidió el señor Murray, levemente avergonzado, volviendo mi atención a él. —Quisiera bailarla con mi hija.

Le devolví la sonrisa asintiendo.

—No será ningún problema.

Luego de que en un susurro me nombrara la canción, me enderecé y me di la vuelta para darle las instrucciones a mis compañeros, para que minutos después, me encontrara cantando You've got a friend de James Taylor.

Todos los presentes miraban con ternura la escena que se mostraba ante ellos, padre e hija bailando con un brillo especial en sus ojos, y es que era algo que incluso daba ganas de llorar. A lo largo de mis experiencias como cantante, trataba de descifrar el cúmulo de emociones que los embargaban, logrando suponer, entonces, que era una mezcla de sentimientos en donde las lágrimas deseaban salir para demostrar cuanta euforia inundaba el cuerpo.

Sin embargo, debía confesar que sentía cierta tristeza (y algunos casos envidia) ya que siempre había soñado con tener un momento como aquel. Como cantante de bodas, y a mis 25 años, estaba cansada de admirar escenas cómo aquellas sin poder vivir una por mi cuenta, y aunque en ocasiones la novia no bailaba con el padre, lo hacía con el abuelo o hermano. El problema conmigo era que mi padre había muerto hacía ya unos años, nunca conocí a mis abuelos ya que le dieron la espalda a mi padre cuando mi madre se embarazo de mi, los abuelos por parte materna habían fallecido incluso antes de que naciera y lamentablemente, era hija única. Además de todo esto, hasta el momento no me había topado con el hombre indicado; con aquel que pudiera decir: Este es el hombre con el que quiero compartir el resto de mi vida, y estoy segura que él también quiere hacerlo. Porque el matrimonio era algo recíproco, estaba segura que existían tantos divorcios debido al afán de las personas por casarse.

Capricho Agridulce » h.sWhere stories live. Discover now