CVII.

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—¿Lista?—pregunta Cinna cuando lo veo terminar con los últimos retoques—. Ya puedes verte en el espejo, Katniss.

Gire la silla nerviosa, no del trabajo de Cinna, sino nerviosa por la boda y me encontré con mi reflejo, yo no sabía quién era, estaba irreconocible. El maquillaje era hermoso, los ojos con tonos dorados combinados con un poco de plata, rojo, amarillo y naranja, además, del lado derecho de mi cara se veía algo centellar, como lenguas de fuego tenuemente dibujadas.

—¿Qué te parece?

—Me encanta—Lucía hermosa, Cinna me había hecho parecer hermosa. Me levanto de un salto de la silla para rodearlo con mis brazos —. Gracias.

Aún no traía puesto el vestido, Cinna dijo que era demasiado grande como para poder manejarme en el salón con el puesto y tiene razón.

Negó con la cabeza, sujetándome de los hombros —No hay nada que agradecer—dijo, quitándole importancia al trabajo que había hecho—. Vamos a colocarte el vestido y estarás lista.

Colocar el vestido no fue tan difícil como todos pensamos, por suerte me pude deslizar en el y subirlo desde abajo, lo malo, era lo que pesaba, no bromeo, sentía que estaba cargando kilos, por eso Cinna me había puesto una especie de corsé, que me ayudaría con el peso. Me coloque la liga en el muslo, a estas alturas, no tenía pena con el, ya me había visto desnuda. También me adorno el cabello con una especie de diadema de diamantes y cuando iba por las zapatillas, me las ofreció, en vez de colocarlas.

—Ve la suela—dijo como explicación.

Obediente, volteo los zapatos, donde hay algo escrito, la inconfundible letra de Peeta.

«Mientras caminamos por este viaje de principio a fin, estoy feliz de tener a mi amor verdadero y mejor amiga»

Si llegue a tener alguna duda sobre querer casarme, esto las había borrado. Tome la tela del vestido y se las devolví a Cinna para que me las pusiera.

—¿Quieres verte?—pregunta emocionado.

—Sí.

Me ayudo a levantarme y agarrada a una de sus manos camine al espejo de cuerpo completo. Ahora sí, lucia como toda una novia, el vestido era digno del Capitolio, al igual que el maquillaje, yo era digna de casarme en el Capitolio.

Vi a Effie entrar al salón en el reflejo, llevo sus dos manos a sus labios sorprendida y sus ojos se empañaron, en poco tiempo, ya estaba con las lágrimas incontrolables.

—Oh, Katniss—dice, limpiándose las lágrimas con delicadeza, para no arruinar su maquillaje—. Eres la novia más hermosa que he visto.

Sonriendo contesto:

—Gracias, Effie.

Tomó mis manos y dio un suave apretón, esta mujer realmente me quería.

—Tenemos que irnos, la puntualidad ante todo.

Y volvía a ser Effie.

Madge, Annie y Johanna, todas me abrazaron antes de que la ceremonia comenzará, quien diría que Johanna se vería hermosa de rosa, casi y no parecía tan gruñona.

Las campanas comenzaron a sonar y las puertas se abrieron, Haymitch me tomaba del brazo y sonreía, realmente sonreía. Cuando Peeta me vio, estaba segura que las lágrimas le saltaron, lágrimas de felicidad y sentí tanta emoción, un sentimiento inexplicable por el.

—Muchachos, estoy orgulloso de ustede—dice Haymitch, antes de dejarme con Peeta a su lado.

Mientras la ceremonia transcurría, más feliz me sentía, había mucha gente invitada del Capitolio, así como cámaras, con Ceaser Flickerman y Claudius Templesmith transmitiendo la boda. Era algo grande, habíamos enamorado a Panem con nuestro romance ¿quién lo diría? No quería decir nada, pero Delly había asistido y estaba que echaba humo por todas partes, era algo cómico, de seguro Johanna tendría un par de chistes.

—Yo, Peeta Mellark, te acepto a ti—Colocando la alianza de matrimonio en mi dedo—, Katniss Everdeen, como mi esposa.

Y después, era mi turno.

—Yo, Katniss Everdeen, te acepto a ti—Tome su mano y coloque su alianza en el dedo—, Peeta Mellark, como mi esposo.

La boda era en el Capitolio, pero la fiesta sería en el Distrito, donde realizaríamos el evento de La Tostada, casarnos al estilo del Distrito 12, pues Peeta y yo no nos sentiríamos realmente casados hasta que lo hiciéramos.

—Puede besar a la novia

Peeta me atrajo hacia él y me besó con dulzura, me adoraba y yo a él. Me había dado felicidad y calma, que era lo que yo siempre busque, nadie más me puede dar lo que Peeta me da: esperanza y renacimiento.

Cuando terminó de besarme, todos aplaudieron y él me abrazo, susurrándome al oído.

—Me amas ¿real o no real?

Entonces yo le susurró:

—Real.

FIN A
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