VII. En una buhardilla

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Viernes, 28 de Octubre

Ayer he ido con mi madre y mi hermana Silvia a llevar unas ropas a cierta pobre mujer, cuya triste situación económica mencionaban los periódicos. Es una mujer aún joven, rubia y macilenta, a quien creo haber visto en otra parte con el mismo pañuelo azul sobre la cabeza.

- ¿Es usted la que indican los periódicos? -le preguntó mi madre.

- Sí, señora; yo soy.

- Venimos a traerle estas prendas, por si le son de alguna utilidad.

La pobre mujer no sabía cómo darnos las gracias. Y mientras mamá se interesaba por sus problemas, pude ver en la penumbra de un rincón, de espaldas a nosotros y arrodillado junto a una silla, a un muchacho que la utilizaba como mesa de escritorio; esto quiere decir que en aquel mísero cuartucho no había demasiados muebles...

- ¡Atiza! -me dije de pronto-. ¡Si es Crosi, el hijo de la verdulera! -se lo advertí discretamente a mi madre.

- ¡Silencio! -me replicó-. No le digas una palabra; pudieras avergonzarle al ver que traemos a su casa una limosna.

Pero resulta que el muchacho se volvió en aquel instante, y no tuve más remedio que correr a darle un abrazo que alejara sus pensamientos de la escena.

Mi madre se puso a hablar con la de Crosi.

- Mi marido está en América desde hace seis años -decía esta mujer-, y yo llevo algún tiempo enferma, sin poder ir a la plaza con mis verduras. Ya ve usted que no me ha quedado ni siquiera una mesa para que el pobre Luis pueda escribir sus lecciones. ¡Y apenas luz para estudiarlas! Gracias a que el Ayuntamiento le permite ir gratis a la escuela y, además, le facilita libros y cuadernos. ¡Pobre hijo mío, tan voluntarioso para sus tareas! Pero a mí me es imposible facilitárselas.

Mi madre estaba conmovida; le dio cuanto llevaba en el bolsillo y, casi llorando, bajamos luego la escalera. Entonces me dijo:

- ¿Te has dado cuenta, Enrique, del mérito que suponen los esfuerzos de este compañero tuyo? Ante Dios Nuestro Señor vale más su trabajo de un día que el tú, rodeado de comodidades, puedas hacer en un año. Entre Crosi y tú -y otros como tú-, ¿quién crees que merece el primer premio?

No supe qué contestar. Mejor dicho, sí lo sabía; pero no era necesario responder...

Corazón ( Edmundo de Amicis )Where stories live. Discover now