Capítulo 19.

Depuis le début
                                    

Ahora era el turno de los hermanos Williams.

—Tienen tan sólo veinte minutos para despedirse —les informó Gabriel, muy serio—. A ellos les di diez porque me estaban metiendo en un lío muy grande.

Gabriel los llevó al pasillo de la casa.

—Cierren los ojos los dos juntos y piensen en su familia, en cada uno de ellos. Con eso conectaran los sueños de ustedes seis. Simplemente piensen en cosas bonitas.

Angélica asintió, tomó las manos frías de su hermano y los dos cerraron los ojos al mismo tiempo.

—Buen viaje, niños. —saludó el arcángel con suavidad.

Ella imaginó a su familia reunida. Imaginó a Dylan jugando a las patadas, a Olivia con su muñeca, a mamá regañándola por quemar la tarta de verduras y a papá enseñándole a conducir por primera vez.

Aquellos recuerdos estaban intactos en su cabeza y fueron los primeros en venir a su mente.

De pronto, como si algo la hubiera consumido, se vio arrastrada por algo negro, por algo que trasmitía inquietud...y aquello provocó que su cuerpo se viera tensado por una sensación horrible.

Abrió los ojos de golpe, con la respiración agitada.

Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la noche, y cuando estos lo hicieron su pulso se aceleró.

Estaba en los pasillos de la escuela.

Miró sus manos y se pellizcó la mejilla para comprobar que fuese una ilusión más.

Pero aquel dolor soportable que sintió fue mucho más fuerte que el susto que comenzaba a molestarla.

Miró a todas partes, la luz de la luna ingresaba por los enormes ventanales en fila de la vieja escuela.

¿Por qué ella estaría allí?

Intentó cerrar los ojos nuevamente pero lo que pasó a continuación provocó que se le congelara la piel...

—Un ángel...

Aquel susurro rasposo chocó contra su oreja y la hizo estremecer. Su cuerpo reaccionó al instante, echándose a correr por el infinito pasillo a oscuras.

Los susurros aumentaron a cada paso que daba, dándole a entender que no se encontraba a solas en ese gigantesco lugar.

Con desesperación, bajó por las escaleras sintiendo como si su respiración le fallara.

—¡Es un ángel!

—¡Ayúdanos a salir de aquí!

—¡Atrápenla antes de que se escapé!

No, no iba a permitir que la usaran como rehén para hacer que el cielo entrara en guerra contra ellos. No lo permitiría jamás.

Continuó corriendo, pero su desesperación le jugó en contra.

Tropezó en uno de los últimos escalones y su cuerpo cayó contra el suelo helado de baldosas manchadas.

Intentó levantarse poniendo toda su voluntad pero le fue imposible, ya que los susurros se habían convertido en gritos desgarradores de cientos y cientos de sombras que con el pasar de los segundos se acercaban más y más a su cuerpo débil.

—¡Yo soy cielo, ustedes infierno!—gritó sin realmente saber por qué estaba gritando aquello.

Tomó entre sus manos su collar, como si fuese su verdadera protección.

De pronto...los gritos callaron.

Aquel silencio le erizó la piel, en vez de traerle tranquilidad...le dijo que se echara a correr lo antes posible.

Lo intentó y logró pararse y sin pensarlo corrió con toda su fuerza, sintiendo el ardor molesto de su rodilla por causa de la caída.

La espalda comenzaba a dolerle de una forma insoportable a medida que avanzaba. Era tanto el dolor que no lo soportó, y cayó al suelo. Sentía como si le estuviesen quemando a fuego lento.

Sin darse por vencida empezó a arrastrarse con la ayuda de sus brazos y puños cerrados sin despegar sus ojos en la distancia que la separaba de la puerta de salida.

Necesitaba salir de allí lo antes posible, antes de que fuese demasiado tarde. No quería llorar, no quería hacerlo de verdad pero no lo soportó y las pesadas lágrimas ya azotaban sus mejillas.

Estaba asustada.

La espalda la estaba matando y la sentía pesada, tanto como si una tonelada de rocas estuvieran haciendo presión contra ella para que ya no pudiese moverse.

—¡Ayúdenme!

Fue lo único que pudo decir antes de dejar de respirar.

No te olvides de Angélica.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant