Capítulo veintiséis.

12K 981 54
                                    

Capítulo veintiséis.

—¡Taylor! vamos linda. Se nos hace tarde. —gritaba mi tío desde abajo.

Iríamos de picnic. Desde que llegué no había compartido mucho con él, hasta llegué a pensar que le molestaba mi estadía, sin embargo, no fue así. Ya íbamos de camino al parque donde siempre realizábamos las actividades familiares, me daba melancolía pero al fin y al cabo mi tío era muy divertido. Además, si me negara estaría perdiendo una oportunidad de sentirme en familia otra vez, cosa que no haría.

Cuando por fin llegamos todavía era temprano así que nos dirigimos a una mesa de madera que el parque poseía. Colocamos la manta a cuadros entre los dos y luego poco a poco sacamos la comida y los juegos que traje conmigo. Al estar todo listo, sentados y comiendo, iniciamos una relajada conversación acompañada de carcajadas y burlas entre ambos. Es que deben imaginárselo, un parque con verdes árboles rodeándote donde estas situada en una mesa comiendo deliciosos sándwiches con tu tío mientras inhalas ese aire que indica libertad y felicidad, hermoso ¿no?

—Oh por Dios. Amo estos sandwiches, ¿sabes quien los habrá hecho? —inquirí con notorio sarcasmo en la voz. 

—Hmm, si. Una pequeña duende que tiene fuego en la cabeza y es horrible. —inconscientemente tomé un mechón de cabello y observé que tan brillante se veía mi cabello con el sol.

—¡Hey! —me quejé. Tomé una uva y se la lancé pegándole en la frente.

—Oh no, te has metido con el rey. Y nadie se puede meter con el rey... menos un duende como tú —Su cara demostraba un sobreactuado disgusto el cual fue sustituido por una mirada de malicia. Entre sus manos tomo el racimo de uvas y sin darme cuenta me estaba atacando con misiles de uvas hacia mi rostro. ¡Qué inmaduro es este viejo! 

Salí corriendo para que las uvas pararan su ataque y fue inútil, mi inmaduro tío corrió tras de mi y continuaba lanzando uvas, ¿es que las putas uvas nunca se acababan? Y lo peor era que el desgraciado tenía buena puntería. Rayos.

Luego de un maratón donde las uvas no se acababan, paramos a respirar un poco y explotamos en carcajadas, claro, más fuertes que las anteriores mientras corríamos. Observamos el pasto y este estaba cubierto de bolitas púrpuras, casi negra, dispersas por todos lados. Algunas palomas bajaron al suelo mientras buscaban que comer y encontraban la fruta, ¡al menos alguien las comería!

Nos dirigimos a la mesa de nuevo donde tomamos asiento riendo aún, poco a poco nuestras respiraciones comenzaron a regularse y luego de calmarnos empezamos una nueva conversación.

—¿Y no has conocido a nadie aquí? —preguntó él.

—Si, un amigo, su nombre es Alex...

—Y te gusta ¿no? —el viejo movía sus cejas de arriba hacia abajo rápidamente con una sonrisa estúpida en el rostro. ¿Y a este que le pasa?

—Por el amor a Cristo, ¡es gay!

—¿Si? ¿Por qué no lo dijiste antes? Aquí estoy yo, divina y soltera —Con un tono afeminado y sacudiendo la mano como sólo un gay lo haría, se encontraba mi tío haciéndome reír, obviamente exploté en carcajadas. O sea, en serio, ¿a este que le pasa?


Mis risas eran muy altas y se unían a las de él sonando aún más estruendoso. Ya se lo que están pensando y no, mi tío no es gay. Llegué al punto donde lloraba de la risa y mientras retiraba algunas lágrimas con mi mano pude escuchar el sonido de mi celular en algún lugar a lo lejos. Lo divisé dentro de la cesta donde estaban los sandwiches y contesté sin observar quien llamaba.

—¿Aló?

—Taylor, sal de allí. ¡Ahora!

—¿Alex?

—Si, amiga, te necesito. Tengo una cita con Diego y no se que ponerme. ¡Ven aquí ahora! —La voz chillona de mi amigo resonaba en mi oído mientras le susurraba a mi tío "hablando del rey de Roma..." Cosa que le causó gracia. Cuando por fin mi amiga finalizó sus quejas afeminadas que me recordaban lo imposible que sería nuestro amor, pude hablar.

—Ahora estoy con mi tío aunque ya nos íbamos, quizá este allá en una hora. ¿Te parece bien?

—Si, como te amo. Adiós...











Mis pasos sonaban constantes mientras avanzaba por aquel oscuro pavimento hacia la casa de mi amigo, estaba haciendo un poco de frío así que cargaba una gruesa y cómoda chaqueta puesta. Mis audífonos reposaban en mis oídos mientras una melodía me relajaba, o por lo menos hacia el intento puesto que no podía sacar aquella sensación de ser observada, era increíblemente incómodo. Sin pensarlo siquiera, volteé y observé hacia todos los ángulos.

Nada.

Respiré profundo buscando calmarme mientras aumentaba la velocidad de mis pasos para llegar antes a mi destino. Ando muy paranoica últimamente, aunque ha estado disminuyendo. Ante mi se desarrolló la imagen del edificio donde vivía Alex, era de ladrillos rojos, alto y hermoso. Me abrí paso entre la multitud de gente que entraba y salía del lugar para acercarme al elevador.

Cuatro, tres, dos, uno... planta baja.

Entré al cuarto en cuanto las puerta se abrieron. Conmigo estaba una anciana muy bien vestida que iba al último piso, presioné el botón del último piso y luego el de el cuatro, a donde yo iría. Interminables segundo después la puerta se abrió dejando ver un largo pasillo con puertas a ambos lados, me dirigí hacia la derecha y decidida toqué tres veces la madera.

—¡Gracias a Dios ya estas aquí! Ven conmigo —no logré ni recibir un saludo cuando ya estaba en su habitación color blanco siendo dirigida por su musculoso brazo. Me senté un poco aturdida sobre la oscura sábana bien arreglada y desvíe mi mirada a una montaña de ropa que decoraba la superficie del colchón.

—Si, hola yo estoy excelente gracias por preguntar —aclaré con sarcasmo.

—Sabes que te quiero. Mira, dime cual te gusta más. —Rápidamente me mostró un traje plateado y otro negro.

—Negro. ¿Por qué estas tan nervioso?

—Conoceré a los padres de Diego, Hm... a mi me gusta más el plateado. —el chico guardo el traje negro de vuelta y dejo el plateado sobre la cama.

—¿Entonces por qué carrizo me haces elegir si no me prestarás la más mínima atención en lo que digo? Idiota. —me crucé de brazos con el ceño fruncido.

—Bueno, bueno, el negro será. —se dirigió hacia el closet y sacó de vuelta el otro traje.

—No, ahora te pones el plateado por idiota.

—Inmadura. 

—Y con orgullo —le saqué la lengua.

Un rato después cuando el sol ya se había escondido detrás del horizonte por fin mi amigo estaba listo, al fin y al cabo se había colocado el traje plateado puesto que salí corriendo con el negro para que no se lo pusiera. Si, inmaduro de mi parte. Me encontraba en su cocina robándole un poco de comida ya que mi hambre no era normal, conseguí un rico yougurt de fresa escondido a lo último de su nevera y lo tomé para comerlo.

—¡Hey! Eso es mío, pillina. —su voz me sobresaltó un poco.

—¿Pillina?

—Déjame Taylor, ando nervioso. —pasó su mano por su cara como por vigésima vez en la tarde y respiró profundo— Vale, ya estoy listo. Gracias por tu magnífica ayuda bellísima Taylor, notese el sarcasmo.

—Oye, yo soy bella —hice un puchero.

—Si, claro. —bufó— vamos, se me hace tarde. 

Salimos de su apartamento y tomamos rumbos diferentes luego de despedirnos. No quería ir a casa aún así que me dirigí hacia la heladería de la esquina, por alguna razón aún tengo hambre.

Bueno, siempre tengo hambre.

N/A:
Ahora es que viene lo bueno... trataré de subir hoy mismo mis amores.

Deja de llamarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora