Capítulo seis

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Para ser mi primer día en auto, todo va bien hasta el momento. Ya sé dominarlo —casi en su totalidad —. Es bueno saber que aprendí a manejar desde los dieciséis años. Antes de entrar a la universidad, decidí dar una vuelta por toda la universidad. El tráfico empieza a hacerse presente. A veces, cuando hay tramos libres, acelero casi a fondo sólo para sentir la adrenalina en mi cuerpo. Obviamente tanto Steph como yo llevamos nuestros cinturones de seguridad. La precaución, ante todo. También pasamos a otro Starbucks, el cual está al otro lado de la ciudad, ya que Steph sí tenía ganas de uno, pero prefirió no decírmelo. A veces le da pena aceptarme las cosas que le ofrezco; es una de las cosas por las cuales me gusta.

—La primera clase ya casi comienza —me dice Steph contemplando la hora en su celular.

Configuro el GPS con destino a la universidad y conduzco —esta vez con más cuidado, ya que hay ya más autos en las calles.

El auto me encanta. Es color blanco con vistas negras. La combinación más básica, pero a la vez perfecta que puede existir. También aprendí a usar el reproductor de música vía Bluetooth. El sonido en el auto es envolvente. Reproduzco el mixtape número cinco, ya que es el preferido de Steph.

Cuando entro a la universidad —por el acceso al estacionamiento —, me percato de que hay demasiadas personas ahí. Algunas esperan a que sus clases empiecen, otros sólo pasan el rato. Steph sube el volumen a la música (todas las canciones de éste mixtape las he hecho yo). Las ventanas eléctricas del auto van casi abajo. Noto que todas las personas que se encuentran por donde vamos pasando, le prestan demasiada atención al auto. Ahora es cuando me siento el mejor: soy el centro de atención.

Estaciono el auto y subo las ventanas. Antes de salir, detengo a Steph.

— ¿Viste cómo se nos quedaban viendo las personas? —la cuestiono sin poder digerirlo.

—Sí, lo sé —sonríe y me da un beso —. Aunque, para ser concretos, te veían a ti. Tú eres el artista —y marca cierto énfasis en esto último.

—Aún no me acostumbro a esto —le confieso.

—Tranquilo, sólo sé tú mismo.

Nos besamos y después salimos del auto.

La tomo de la mano, pues me da cierta seguridad en todo. Aún algunos estudiantes nos (me) ven. Sin pensarlo, observo las diferencias entre todos esos estudiantes y yo. Me llevo una gran sorpresa al darme cuenta de que soy el que más destaca aquí. Mis compañeros visten como vestiría una persona normal, en cambio yo, llevo unos pantalones negros ajustados que cualquier persona no podría comprar. Fueron algo costosos y los primeros que compré con mi propio dinero. También llevo converse —eso sí, los clásicos —. Llevo una playera —también ajustada —en color negro y un chaleco de mezclilla en color negro. Como accesorios traigo un reloj y una cadena que me regaló mi madre. Realmente me veo muy distinto y destaco ante la mayoría de los demás. Es algo que me tranquiliza, pues me doy cuenta de que voy por buen camino.

—Entonces, ¿éste es Nizzle? —pregunta una voz que no me resulta familiar. Proviene de alguien que está detrás de nosotros.

Steph y yo nos detenemos, pero yo volteo primero.

Estoy ante un chico alto, fornido y atractivo —no lo negaré —. Se llama Darel, lo conozco. Va en mi clase de Ficología. Está en el equipo de básquet y es algo «popular».

—Sí —respondo.

—Soy Darel —me tiende su mano —. Sería raro que no me conocieras.

—Sé quién eres —respondo sin estrechar su enorme mano.

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