CAPÍTULO XVIII

223 23 4
                                    

Thais y Michael habían llegado a la ciudad en la que vivía Ruth, a casi las once de la noche. No eran horas para visitas, así que decidieron pasar la noche en un hotel. Además también era conveniente dejar unas horas a Ruth para que descansara, habían sido un par de días muy duros para ella, el peligroso encuentro con Fran y la muerte de su padre, eran sucesos difíciles de digerir.

Michael lo tenía todo pensado, había reservado esa misma mañana por teléfono dos habitaciones en un bonito hotel muy céntrico. Decidieron que era buen momento para idear algún plan y quedaron en verse en el bar del hotel después de asearse y refrescarse del largo viaje. Era un poco tarde, pero los nervios y la incertidumbre de lo que ocurriría no les dejaría dormir.

Thais respiró profundamente después de cerrar la puerta tras ella y encontrarse a solas en aquella acogedora habitación. ¡Cuánto había cambiado su vida en unos pocos días! ¡Qué ignorante y tranquila había vivido durante todos esos años sin recordar lo ocurrido y ni siquiera tener conciencia de su poder! ¿Cómo sería capaz de llevar una vida tranquila y normal a partir de ese punto en el que se encontraba?

Ahora entendía perfectamente porqué, hacía seis años, habían tomado la decisión de que ella olvidara todo lo ocurrido con el doctor y su hijo, hasta que fuera necesario actuar, ambos sabían que ese momento llegaría, pero al menos había llevado una vida normal y sin miedos hasta ese momento. El pobre Michael había cargado con todo el peso, por que Ruth además de más pequeña en aquellos momentos, fue totalmente ignorante de lo que sucedió en la cabaña al lado del lago, y ella había vivido en una burbuja protegida del miedo, la preocupación y por supuesto los remordimientos. Ella no quería que el doctor muriera y aunque ellos no lo mataron directamente, si fueron los que provocaron el incendio donde él mismo se metió a recuperar su desquiciado proyecto. No podía quitar de su mente los sonidos del fuego y de los gritos del doctor al verse atrapado en él. Y mucho menos la cara de odio del pequeño Fran queriendo lanzarse hacia el fuego al imposible rescate de su padre y su posterior estado catatónico debido a la impresión. Eso ayudó a poder manejar bien su mente y poder bloquear y encerrar todo su potencial y sus recuerdos del incendio en un lugar muy profundo de su cerebro, en cualquier otro estado, no hubiéran podido hacerlo, aquel pequeño era ya en aquellos entonces muy poderoso.

Thais se metió en la ducha y sintió el agua semifría caer sobre ella refrescándola, hacía ya mucho calor en esa época del año. Empezó a pensar en su casa y en su familia. Hacía pocas horas que había salido de allí, pero los echaba de menos, incluso al pequeño incordio que era su hermanito, al que por mucho que gritara o resoplara, lo adoraba. Los había llamado en una parada del viaje para mentirles diciéndoles que ya había llegado a su destino y que se encontraba junto a su amiga Rebeca. Le dolía en el alma mentirles así, no se lo merecían, pero era lo mejor.

Terminó de ducharse y se secó el cabello con un secador que encontró en el baño. Se puso un vestido de tirantas muy fresquito y se dispuso a bajar al bar. Ya habían pasado diez minutos de la hora que había quedado con Michael, había perdido la noción del tiempo en la ducha ensimismada en sus pensamientos.

En cuanto bajó a la recepción del hotel y miró los alrededores, en seguida vio la puerta con el cartelito arriba que anunciaba la entrada al bar. Entró y no vio a Michael hasta que éste se levantó de una de las mesas y le hizo señales con la mano. El lugar tenía un ambiente muy agradable con música suave de fondo. Estaba muy concurrido con personas sentadas a las mesas y otras de pie junto a la barra, cada una inmersa y disfrutando de sus conversaciones.

Se dirigió sonriente hasta donde estaba Michael, la sensación al entrar en el bar, de confort y buen ambiente, le hizo olvidar por unos segundos el momento que estaban viviendo. A Thais la hacía sentirse más mujer esa situación. Estaba a muchos kilómetros de casa, sola con un hombre, al que apenas conocía pero con el que se sentía más segura que con cualquier otra persona. Era una situación que debía enfrentar ella sola, sin la protección y el amparo de su familia, la que aun la trataba y cuidaba como a una niña. Todo eso le hacía sentir que había madurado unos años de golpe. Antes de llegar a la mesa donde se encontraba Michael y después de mirar todo el local con cara de aprobación y satisfacción, se miró a sí misma y de repente notó el cambio. Se sentía mujer y era mujer, una mujer que entraba a un lugar donde se relacionaban los adultos y en compañía de uno. Nada que ver con el ambiente del bar universitario al que estaba acostumbrada.

CONEXIÓN (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora