Capítulo 8: Galletas con relleno de dulce hipocresía.

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Yo quería a Chad...

Y en ventaja tenía esa bendita obra que era la última oportunidad que tenía para acercarme de una vez por todas al verdadero amor, por más imposible que resultara. Se vale soñar, ¿no?

Y como si cada vez que pensaba en él lo llamara mentalmente, al organizar mi bolso me llegó una solicitud de video llamada en Skype, al fijarme me di cuenta que era ni más ni menos que el famoso chico de los audífonos.

— Wow, con razón está por llover, ¡miren quién me está llamando! —exclamé irónica con voz de simulada sorpresa cuando apareció su imagen en la pantalla de mi laptop, tenía el cabello castaño desordenado, sus ojos verdes se veían oscuros por la falta de iluminación en donde estaba y se podía notar que llevaba una camiseta negra con rayas verticales blancas dándole un aspecto más joven de lo normal. Chad rio por mi actuada voz grave y dos hoyuelos profundos se formaron en sus lindas mejillas. Después de pasar casi todo el día deprimida, sonreí.

— Siéntete privilegiada que te estoy llamando por Skype, porque no lo uso mucho que digamos—dijo él peinándose con los dedos su cabello castaño que en la pantalla se veía más oscuro.

Hice una mueca posando mis manos en mis mejillas como en el cuadro de "El grito" de Munch al decir. —Me siento tan afortunada—y bajé una mano a mi pecho suspirando dramática y exageradamente—Esto debe ser memorado, ¡El chico de los audífonos me llamó! Vamos a tomarle una captura a este hermoso momento.

Reímos por mis muecas estúpidas que exclusivamente se las hacía a Dylan cuando estábamos aburridos o hablábamos sarcásticos e irónicos justo como ese momento. — Me hiciste la noche.

Me inmuté por un momento sin saber cómo reaccionar ante esa confesión, tal vez lo dijo en broma, o amistosamente, pero ya sabéis vosotros como soy de exagerada para analizar algunas cosas.

— Se puede saber la razón de tu... —comencé pero luego me interrumpió.

— Quería saber cómo estabas—le observé bien en la pantalla y noté como movía los dedos inquietos creando una especie de "ritmo", volví a quedarme callada por unos minutos por lo que luego agregó: —Los amigos lo hacen.

Y vamos de nuevo a la friendzone...

Esto no me agradaba para nada, hasta en el amor a primera vista se disfrutaba por más corto que a veces resultara, y ser "amigos" implicaba un incremento de charlas casuales, y entre más hablábamos no discernía si era capaz de ocultar mis sentimientos por su persona.

Sonreí de lado viendo entre mi cámara y la pantalla. —Gracias, en serio.

— En vez de agradecer mejor responde—me guiñó un ojo con una sonrisa de lado un poco picara.

— Pues, ¿cómo te sentirías vos luego de ver a tu pareja besándose con otra?

— Feliz—Constantemente se mordió el labio y eso me distrajo tanto que fue complejo el concentrarme en la conversación.

— ¿Qué? ¿Por qué? —pregunté abatida, en serio a veces podía ser muy raro.

— Porque si me engañó, significa que no era la indicada y me ahorra las molestias de conllevar una relación más larga suponiendo que le perdone y estaría propensa a volver a engañarme, porque si lo hizo una vez, ¿Qué te hace pensar que no lo hará otra vez? Y no me salgas con que la persona cambiará y bla bla bla—replicó y al terminar de hablar se puso a comer galletas con chispas de chocolate.

— Yo por eso no perdono ninguna traición—aporté riendo un poco— No seas egoísta y dame galleta.

— Abre tu ventana—sonrió, con esa sonrisa que me derretía el alma y luego salió de mi vista en la pantalla. Sin poder creer que hablaba en serio y con desconfianza me asomé por mi ventana que daba al lado de la suya, pero la distancia era grandísima y sólo visualicé su contorno en el marco de su ventana, y es que la distancia entre nuestras casas no era una simple valla llena de flores, eran dos jardines enteros que hasta me sorprendía el que pudiera notar su ventana.

El chico de los audífonos. [Borrador].Where stories live. Discover now