Capitulo 3: Lo necesario para seguir existiendo

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La vida se resumía en un sinfín de casualidades sin importancia para continuar viviendo. Algunas te marcaban más que otras y posiblemente se convertían en hitos importantes en la vida de cualquiera. Mis padres no murieron por que el destino quería enseñarme una lección o mi mal karma de vidas pasadas, no entré a la universidad para volverme un famoso músico que será descubierto y aplaudido por multitudes, no conocí a Samuel porque estábamos destinados a hacerlo.

Como humanos nos gustaba agregar cierto misticismo a la vida, una razón. Nos gusta pensar que las cosas están destinadas, que todo pasa por algo, todo eso con la única excusa de justificar a una fuerza superior por nuestros errores o desgracia y cuando las cosas salían bien simplemente atribuirnos todo a nosotros mismos.

Es triste, es triste no poseer una meta o un sentido, algo por lo que te levantes con fuerzas todas las mañanas, que te haga sonreír por alcanzarlo o frustrarte por no. Sin embargo, no es necesario, lo único necesario para seguir existiendo es comida en tu plato y dormir de cinco a ocho horas. El amor, la amistad, la felicidad... nada de ello es necesario en realidad.

― Siempre me pregunto qué es lo que estás pensando Reed ― escuché a Larce, un compañero, preguntarme mientras me miraba fijamente.

― Nada en realidad, me había quedado pegado mirando algo.

― ¿Terminaste tu informe?

―Sí, aunque aún tengo que corregirlo ¿Por qué? ¿Tienes alguna duda?

―Sólo quería ver que tan mal estaba yo ¿Me lo envías en la noche?

―Está bien, pero tienes que recordarme, envíame un mail y veré si me acuerdo ― fingí una sonrisa para Larce mientras se alejaba con su novia y me dejaba con el grupo que hablaba de cualquier cosa que no me importaba.

Era extraño estar rodeado de tanta gente y aun así sentirse tan solo, tan distinto a los demás. Pero no es como si lo necesitara, no me importaba fingir que los demás me agradaban o quería ser sus amigos. Aún me cuesta entender como Mavis me soportaba y aunque los años pasaran y mi personalidad se volviera cada vez más irritable ella seguía ahí para mí, sonriéndome y dándome de su compañía.

El festival de invierno se acercaba cada vez más y el ver como todos estaban ensimismados en su mundo, deseando desde lo más profundo de su corazón alcanzar un cupo para poder participar en aquel escenario me daba algo de envidia. ¿Si nada de aquello hubiera pasado estaría igual que ellos? Esperando que me den un cupo, estudiando día y noche, quizás improvisando con los que serían mis amigos. Pero nada de eso me surgía, nada de eso me importaba, era como si le hubiera perdido el gusto a la vida completamente.

Cuando el sol comenzó a esconderse tiñendo todo de naranjo me decidí a salir del campus, observando todos aquellos árboles que lentamente comenzaban a encenderse como una llamarada anaranjada que se mecía con el viento y que de la misma manera perdían sus hojas rojizas, dejándolas todas esparcidas por el suelo.

Pasé por fuera de una pequeña panadería, el aroma a pasteles y a pan recién horneado hacia que mi estómago comenzara a rugir con la fuerza de cien leones. Me acerqué lentamente a la puerta con un lindo vitral pintado en ella he hice sonar una pequeña campanita indicando que había entrado. El lugar era completamente de madera y le daba aquel toque de panadería de cuento, por las cortinas de encaje entraba la luz del atardecer y colgados en las paredes se podían ver adornos posiblemente hechos por niños.

Una mujer regordeta de cabello cano me saludo seguida de la aguda voz de su hija con el cabello teñido de rosa. Ambas llevaban delantales negros y desde el reluciente mostrador de vidrio sonreían o hablaban con los pocos clientes que se encontraban ahí. Al final pude notar como en unas pocas mesas y sillas uno abuelitos comían pasteles, era una linda imagen, el amor siempre es bello cuando le ocurre a los demás y de alguna manera ver aquellas expresiones tan libres y puras a cualquiera le ablanda el corazón. El simple hecho de notar como el abuelo secretamente sujeta la mano de su esposa y ambos con unas miradas cómplices se sonríen con la ternura más grande me hace por tan solo un momento desear algo así, algo tan puro y brillante. Pero no es necesario.

El Mundo Del Silencio EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora