3; El amor es bondadoso

515 63 7
                                    

Ha pasado un tiempo ya desde mi segunda carta hacia ti, creo que no tengo la misma constancia que tú tenías para escribirme todos los días.
Se me hace un poco difícil.

A veces quiero escribir y las palabras simplemente no fluyen, no puedo expresar lo que siento o lo que quisiera decirte y entonces termino sentada todo el día en ese escritorio de caoba, sintiéndome terrible por ni siquiera poder ser constante al escribirte.

Santiago, espero que donde sea que estés tengas presente que yo te quise mucho.
Y que si alguna vez volviéramos a encontrarnos en aquel lugar al que van las almas cuando sus cuerpos dejan de existir, entonces te amaría como nunca, me disculparía eternamente y haría todo para que seas feliz.
Porque tú me hiciste inmensamente feliz y yo no pude ser recíproca.

Me gustaría recordarte aquella vez que pasamos Navidad en casa de tu familia.

Me acompañaste a comprar el pavo para la cena y terminamos bailando en el supermercado ante la vista de todos.
¿Recuerdas lo que hicimos después?
Compramos todas las galletas de chocolate que habían allí y salimos a regalarlas a todo el que pasaba, sean niños, adultos o ancianos... agradece que en nuestro país no nieva porque si no hubiéramos muerto de frío.

Sobra decir que no llegamos a casa para la cena navideña pero valió la pena.
Eras tan bondadoso y trataste de contagiarme eso mientras estuvimos juntos.

O aquella vez que terminé terriblemente borracha después de una fiesta, tú me hallaste y me dejaste en casa, a pesar de que sabías que yo no lo iba a recordar al día siguiente.
Y después, cuando ya éramos pareja, la vez que me enfermé por comer mariscos y me cuidaste toda la noche, con tantas atenciones, dejándote a ti mismo a un lado.

Recuerdo cuando éramos un grupo de amigos, con mi hermana Melanie, tú eras como nuestro hermano mayor, quien nos cuidaba y se preocupaba por nosotras en las fiestas.
Me hacía gracia ver tus intentos por cuidarnos, eras demasiado sobreprotector, pero eso me gustaba de ti.

Amaba la sonrisa que ponías cada vez que hacías una buena obra, era la sonrisa más brillante y sincera que haya visto.
Eso me enternecía mucho y entonces no podía evitar abrazarte y sentirme agradecida de que estuvieras a mi lado.

Porque eras una persona tan buena y así de algún modo lograbas contrastar lo que yo era.

¿Qué si yo era amable?
Bueno pues dime tú.

¿Ser amable es hacer que despidan al profe de mate por ponerme un 9?
¿Te cuento un secreto? aquella vez lo acusé de haber querido acostarse conmigo aunque era el más santo de todos pero... ¿A quién crees que le creyeron?
¡Ja! Su esposa no quiso volver a verlo.

¿Ser amable es acusar a una amiga de robar un vestido cuando fui yo la que lo puso en su bolsa?

¿Romper y rasgar los cuadernos de Jessica solo porque era mejor estudiante que yo?

Okey, Perdóname que me ría por esto.

Dejaré de poner ejemplos de por qué yo soy todo lo contrario a amable porque podría pasar la noche entera escribiendo sobre esto, así que este es el tercer motivo para no merecer tu amor.

El amor es bondadoso y yo ni siquiera intenté serlo.

Tu muerte fue sin duda traumática para mí, aún ahora puedo recordar el sufrimiento en tu rostro, si cierro los ojos puedo oírte gritando, imaginando tu muerte de mil maneras diferentes y sintiendo como si fuera yo la que muriera.
Yo merecía morir y no tú.
Lo siento Santiago.

Motivos para no merecer tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora