Capítulo 17

112K 6.8K 462
                                    

Aún sostiene la botella intacta entre sus manos. Juega con el cierre de esta. Golpea suavemente el tapón, pero no hace aman de querer desenroscarlo. Dice algo que no soy capaz de encender y finalmente abre el frasco. Yo no aparto la mirada de sus movimientos sin decir nada al respecto.

Con la mano contraria que sujeta el diminuto cierre, empieza verter todo el alcohol en el suelo. Por unos segundos quedo asqueada con el olor que desprende el líquido y todos los recuerdos que asocio a ese hedor, pero los aparto tan rápido como aparecen.

Cuando vuelvo mi atención a Nicanor, él ya ha vaciado por completo la botella, dejando la hierba brillante, reluciente, y le coloca el tapón de nuevo como si temiera que se derramara su sobriedad.

Habiendo perdido la noción del tiempo, al igual que el cielo ha dejado de tener la claridad del sol, nos levantamos. Noto las piernas entumecidas por la posición que me encontraba, me cuesta mantener el equilibrio durante los primeros segundos, mas recupero la estabilidad enseguida.
Nos adentramos al escueto bosque, donde se encuentra el coche del chico camuflado perfectamente con la oscuridad de la noche. Nicanor es el primero en llegar, desbloquea las puertas y ambos entramos. El interior del vehículo nos recibe con una fuerte fragancia a vainilla que lentamente se amolda y deja de ser abrumadora para convertirse en acogedora.

Tarda en encender el motor, pero cuando lo haces salimos lo más rápido posible del sendero. El camino de piedras y baches produce que no zarandeemos hasta llegar al asfalto de la carretera principal. Apenas hay circulación y los conductores que se atreven a manejar sin luz natural van a velocidades reducidas, las cuales dan un gran contraste con la premura con la que nos movemos.
La diferencia entre su semblante calmado, sosegado, y la forma como el coche esquiva a otros y sin permiso los adelanta bruscamente es tan grande que me desconcierta.

-¿Estás bien? -pregunto porque necesito saberlo.

Nicanor no aparta la mirada de la carretera, pero eso no le impide asentir con la cabeza.

-Es el primer aniversario de su muerte que lo paso sobrio -anuncia sin previo aviso, rompiendo el silencio cómodo que se había instalado entre ambos hace ya más de media hora. No dice ningún nombre, pero sé perfectamente de quién se trata.

-¿Porqué? -Indago perdida en la oscuridad del exterior.

-No lo sé -se limita a contestar y sube los hombres con indiferencia, un gestor ya habitual en él.

Enfoco, otra vez, mi vista en las luces del fondo del paisaje, aquellas que pertenecen a las diferentes casas de la ciudad que en escasos momentos dejamos atrás. Pasamos las viviendas aisladas y ya queda menos para llegar al apartamento que compartimos.

Rugiéndome las tripas por el hambre, espero con ansias a que Nicanor acabe de aparcar el coche en la acera de enfrente. Una vez listo, bajo y asegurándome de que la puerta quedó bien cerrada me dispongo a cruzar la estrecha carretera. Por suerte la circulación es muy reducida y la atravieso sin ningún problema.

-Tengo mucha hambre -manifiesto en voz alta en el momento que Nicanor llega detrás de mí, ya con las llaves preparadas en su mano.

-Yo también -coincide conmigo.

Se adelanta un paso, el necesario para quedar frente a la puerta cerrada, y con determinación la abre.
Una vez dentro, lo primero que hago es ir a la cocina. Rebusco entre los escasos armarios hasta encontrar un paquete empezado de galletas que nos repartimos entre los dos dejándolo totalmente vacío.

Masticando mi último trozo de pasta cambio mi ropa de calle por la cómoda sudadera y los cortos pantalones.

Al volver a la estancia me encuentro a Nicanor tarjeteando en ella.
No es necesario que pregunte dónde están los ingredientes para hacer una tortilla, ya que me he aprendido cada rincón de esta humilde casa.

UNSHAKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora