—¡Angélica cierra los ojos y cuenta hasta diez! —me ordenó Robert, sujetandome.

—¡No antes de besar a aquel papasote de ojos claros! ¡Suéltame maldita sea! ¡Ethan bésame por favor! —supliqué, desesperada.

Necesitaba tenerlo cerca, Dios mio si tan sólo estuvieramos a solas...

—¡Bien, bien, haremos una cosa!¿Si Ethan te da un beso te calmaras?

—¡Se necesitaran más de diez mil besos para que me calme, maldición!¡Sácate esa camiseta guapo! —chillé, forcejeando para que me soltara y lancé un chiflido, llena de locura por él.

Ethan me miraba atónito, y de pronto, estalló de risa.

—Te juro que me burlaré el resto de mi vida por esto, Angélica. —aseguró, entre risas.

—¡Y yo te gastaré el cuerpo con el mio, mi amooooor! —juré con los dientes apretados.

En cuanto Robert aflojó su agarré, me solté de forma inmediata y corrí hacía él, salté y me aferré a él como un koala, rodeando mis piernas en su cintura ancha y fuerte.

Estampé mi boca con la suya y me sentí tan aliviada, tan satisfecha que mi cuerpo se sintió flojo y relajado.

Sus labios eran cálidos, y no tenían sabor a menta como siempre me imaginaba, simplemente eran...deliciosos.

Extrañaba sus labios más que nunca.

Para satisfacerme un poco más, mordí su labio inferior con fuerza y el gimió desesperado, apartándose con brusquedad de mí y bajándome al suelo.

—¡Me mordió! —se quejó, tocándose el labio con la punta de los dedos y fijándose si sangraban.

Si, sangraban.

—¿Están jugando a morder?¡Quiero jugar! —gritó Iss asomando la mitad de su cuerpo por la ventana.

—Quiero...quiero besarte otra vez. —musité, deseando nuevamente que nuestras bocas se unieran.

Robert volvió a tomarme y grité con un gran enojo apoderándose de mí.

De pronto todo se volvió oscuro en cuanto Robert tapó mis ojos con su mano grande y rasposa.

—¡Ya, ya cálmate! —jadeó, irritado—Cuenta conmigo hasta diez, Angélica.

Solté el aliento y me obligué a calmarme. Pero no podía, quería abrazar a Ethan y hacer con él algo que jamás hice con nadie. Lo quería tener para mí, sólo para mí.

—¡Angélica cuenta conmigo! —repitió Robert—Uno, dos, tres...

—Uno, dos, tres.

—Cuatro, cinco, seis...

—Cuatro Ethans, cinco Ethans, seis sexys Ethans...

Podía escuchar las carcajadas del resto, pero no me importó en absoluto.

—Siete, ocho, nueve...

—Siete hijos con Ethan, ocho perritos con Ethan, nueve casas con muy buenos muebles con Ethan...

—Diez.

—Diez bailes sexys de Ethan...

Mi cuerpo se aflojó automáticamente, y la mano húmeda de Robert salió de mi visión, en cuanto vi a Ethan...quise que me tragara la tierra.

Salí de aquel especie de trance que me había afectado. Dios mio.

Tenía el labio rojo, muy rojo y una mancha de sangre en el inferior.

No sabía que decir...¿que había ocurrido conmigo?

—¿Estás bien? —me preguntó él, algo confundido y mirándome directamente a los ojos.

Chasqueó sus dedos frente a mis narices, tratando de que yo entrara en razón. Realmente estaba muerta de vergüenza, yo jamás me había comportado así.

Aparté la vista y me alejé de Robert unos cuantos pasos.

Asentí, sin ni siquiera mirarlo.

—Les juro que por lo que más quieran, que esa no fui yo.

Tenía ganas de echarme a llorar. Mis labios continuaban húmedos por el intenso beso, Dios Santo...

—Sí, lo sabemos.

Aquella respuesta de Ethan no me la esperaba. Ahora sí que lo estaba mirando, esperando a que continuara hablando. Y lo hizo.

—Los ángeles son atractivos para todo aquel que lo ve y en esta época ocurre muchísimo, y más si son puros...

Ethan se calló automáticamente y su cara enrojeció. Apretó los labios ligeramente.

—O sea que...¿eres virgen?—me atreví a preguntar.

—¡Señores y con ustedes, el chico casto que es invisible! —gritó Iss con voz sonora y haciendo ruidos de trompetas al final de sus palabras.

Nada como aumentar la incomodidad de una situación desastrosa.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now