Blenti sonrió triunfal, y no satisfecho, se abalanzó sobre él mientras rugía como monstruo hambriento.

Me abracé a mi misma viendo la imagen más tierna del mundo y olvidandome por algunos minutos de todo.

Tomé a mi hermano en brazos y se quejó por sacarlo en plena batalla.

—¡Y la próxima conocerás mis puños! —lo amenazó Blenti con carita de enojado.

Ethan asintió con frenesí y se levantó del suelo. Acto seguido, levantó las manos en forma de rendición.

La iglesia era bastante grande, de dos pisos y con los techos altos. La puerta pesada de madera que estaba en la entrada,tenía un candado enorme puesto, cosa que me pareció demasiado exagerado.

Había dos vitrales en la entrada con sus colores diversos, y la gran campana estaba en lo alto de todo en aquella terraza tan cerca del cielo.

—¿Cómo entraremos? —pregunté.

—Aun no podemos traspasar paredes o simplemente volar, aunque no podamos tocar nada de este mundo o interferir en varias cosas, seguimos sin poder hacer eso, claro, hasta que llegue el primero de diciembre.

—Esa fecha me aterra cada vez más, faltan creo que tres días. —comentó Ethan.

—Dos —corregí en un murmuro—.Solo faltan dos.

—Vengan conmigo.

Seguimos a Robert hasta el patio final de la iglesia, en donde las cercas de madera eran más altas de lo que recordaba.

Robert se agachó en el césped y tocó la punta de la madera, comenzó a levantarse de apoco mientras trazaba una linea con su dedo sobre ella, hasta que llegó hasta la parte más alta.

Su linea imaginaria se transformó en una luz blanca que me cortó la respiración. Acto seguido, la madera se partió en dos.

—Crei que aún eramos algo humanos—logré decir ante lo que acababa de ver.

Robert me miró, con una sonrisa en la cara.

—Es una especie de contraseña que tenemos los ángeles en desarrollo. Todas las iglesias tienen una, simplemente para que tengamos un lugar de descanso o algo así—explicó Ethan.

—¿Y tú como sabes tanto?

—¿Acaso Gabriel no te visitó a ti?—preguntó Robert, sorprendido.

—Emmm ¿quién es Gabriel?

—Gabriel, el ángel.

Negué con la cabeza, aturdida.

—Es imposible, visitó a cada uno de nosotros, siempre aparece, de alguna forma o quizá en un cuerpo humano. —dijo Robert, casi escandalizado.

—Pero él no lo hizo conmigo —negué rotundamente— y esperen un segundo...¿Gabriel no es el ángel malo?

Ethan se estampó la mano en la cara, tratándome como si fuese una estúpida.

—Hollywood y sus apariencias idiotas —carraspeó, llevándose las manos a la cintura—. Eso no es verdad, Gabriel no es el malo.

—Pobre hombre, debe tener los testículos por el suelo por todas las veces que lo han tratado de malvado. —comentó Robert.

—¿Qué son testículos? —la curiosidad de Blenti se despertó.

Fulminé con la mirada a Robert por su comentario inapropiado frente a un niño de cuatro años, y me volví hacia mi hermano, agachándome hasta quedar a su altura.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now