capitulo 19

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Sakura se despertó poco después de las cuatro a la siguiente tarde, sus labios curvados en una sonrisa al recordar la noche anterior. Hacer el amor con Naruto había sido todo, y más, de lo que había esperado.
Naruto. Su marido. Después de encender la vela sobre la mesita de noche, se giró y sintió la sonrisa desvanecerse cuando le vio durmiendo a su lado.
Apenas respiraba, yacía como si estuviera muerto bajo las sabanas. La piel de su mejilla izquierda, una vez devastada por la luz trémula del sol naciente, casi estaba curada.
Lo miró durante un largo rato, una parte de su alegría disminuida al darse cuenta de lo que significaba estar casada con un vampiro. Nunca madrugarían por la mañana, ni verían salir el sol juntos; Nunca holgazanearían durante el desayuno; Nunca compartirían la alegría de ver a sus hijos crecer. Nunca podría acompañarla cuando fuera de compras al pueblo, o a pasear por una calle céntrica en mitad de la tarde.
Desde este día en adelante, tendría que pasar las horas diurnas sola, y ajustar sus días a los de él.
Inclinándose hacia adelante, presionó sus labios sobre su mejilla. Su piel, siempre fría, ahora todavía lo parecía más.
Apartándose, miro a su alrededor. No había ventanas en el cuarto, ninguna clase de luz, excepto la solitaria vela ardiendo inconstantemente en su mesa de noche.
Sintiéndose repentinamente prisionera Sakura, se deslizó de la cama y se dirigió hasta donde pensaba que podría estar la puerta. Pasó sus manos sobre la suave piedra, sus movimientos se volvieron espasmódicos por la desesperación cuando no pudo encontrar la salida. ¡Tenía que estar allí! ¿Sino donde? Sintió una oleada de pánico cuando se dio cuenta de que no podía salir, que si bien la cámara contenía una cama y una mesa, era no más que una cripta.
Miró a Naruto, inmóvil como la muerte cubierto por una sabana de seda negra.
Vampiro. No muerto.
Sabía que nunca la lastimaría, sabía que no tenía nada que temer. Se recordó cuánto le amaba, el éxtasis que había encontrado en sus brazos la noche anterior, pero fue en vano. Un pánico irracional surgió en su interior, y no pudo pensar en nada más salvo en escapar.
-"¡Ayúdame!". Golpeó con sus manos la fría pared. -"¡Ayúdame! ¡Jiraiya, por favor, quiero salir fuera!".
La histeria subyacente en su voz, el rápido golpeteo de su corazón, penetró en el sueño cadavérico de Naruto. ¡Sakura! Ella tenía miedo, estaba en peligro...
-" Sakura... "
Se giró rápidamente al oír su voz, asustada al preguntarse cómo podía estar despierto cuando el sol estaba en lo alto. -"¡No puedo salir!".
Con un esfuerzo, enfocó la atención en la trémula luz de la vela, peleando a través de estratos de oscuridad hacia la conciencia. Reuniendo toda la energía que pudo enfocó su mente hacia la puerta, y oyó su suspiro de alivio cuando ésta se deslizó abriéndose, y luego ella se fue.
Durante un eterno momento, clavó sus ojos en la puerta abierta y al cuarto vacío de más allá. Y luego la oscuridad le envolvió de nuevo.
Más tarde, sentada en su cuarto después de un relajante baño, Sakura se dio cuenta de lo tonta que había sido al escapar de su presencia. El cuarto donde él pasaba el día, era sólo un cuarto, después de todo.
Con un sentimiento de timidez, se puso un camisón de seda de azul claro, se envolvió en una bata a juego, y subió por la escalera hasta la torre del este. Pasaría todo lo que quedaba del día a su lado, así estaría allí cuando se despertara.
Sonreía con anticipación al entrar, pensando en lo contento y asombrado que estaría al encontrarla allí, pero la puerta que conducía a la cámara interior estaba cerrada.
Cruzando el cuarto, encontró la señal en la pared y colocó su mano sobre ella, pero nada ocurrió. Empujó y luego golpeó suavemente, esperando que él la oyese, y luego lo llamó por su nombre.
-"¿Naruto?". Presionó su oreja sobre la pared, pero solo pudo oír los latidos de su propio corazón.
Frunciendo el ceño, le llamó varias veces. Desalentada, fue hasta la ventana y observó las llamas carmesí del sol poniéndose. El color le recordó la sangre y la muerte, al color del vino tinto en su copa. Se había casado con un vampiro. Ese pensamiento, que debía haberle repelido, en realidad la llenaba de alegría. Era suya y pronto se despertaría para estar con ella de nuevo. La anticipación revoloteó profundamente en su corazón.
Se giró velozmente, cuando oyó abrirse la puerta. Naruto apareció en el portal. Iba vestido todo de negro desde la camisa hasta las botas, y su capa caía formando pliegues a su alrededor.
Sakura sonrió cuando le vio, su corazón saltando un latido mientras lo inspeccionaba atentamente. ¡Qué bien parecido era, y cuánto le amaba!
-"Buenas noches, mi señor". Avanzó hacia él, pero se le congeló la sonrisa en los labios al percibir su helada expresión.
Su mirada la recorrió fríamente, como si fuera una desconocida. -"¿Qué haces aquí?".
-"Quería estar contigo cuando despertaras".
Alzó una rubia ceja, en un gesto de incredulidad. -"Lo encuentro tan difícil creer, señora, considerando su ansia de esta mañana por escapar de mi presencia".
Sakura levantó su barbilla, determinada a hacérselo comprender. -"No era de ti de lo que quería huir".
-"¿De veras? ¿Necesito recordarte que no había nadie más en la habitación?".
-"Era de la habitación de lo que quería escapar, no de ti".
Él la estudio durante un momento, luego giró la cabeza, para mirar sobre su hombreo al cuarto tras él.
-"¿Qué fue lo que te asustó?". Le preguntó, con voz sarcástica. "¿La cama? ¿El armario?". Su mirada era dura y fría mientras la analizaba. -"¿La mesa, quizá?".
-"Fue el cuarto" repitió. -"Me sentí atrapada porque no podía salir. No podía encontrar la puerta, y no hay ventanas, y... yo... Fue una estupidez, lo sé, pero no lo pude evitar".
El cruzó los brazos sobre su pecho, sus ojos como pozos oscuros clavados en los de ella. Cuando habló, su voz fluyó sobre ella como una amarga ola de oscura agua. -"¿Estás segura de que no fue el cadáver que había en la cama lo que te asustó tanto?".
Lo estudió durante un momento, desalentada por su cólera, y luego se percató de que no era cólera lo que veía, sino un fuerte sentimiento de decepción y de agravio. -"¡Naruto, no lo hagas! Por favor, no lo hagas".
-"No puedo cambiar lo que soy, señora, ni siquiera por ti".
-"No te he pedido que cambies".
-"Mírame, Sakura. Esto es lo que soy".
Quiso apartar la mirada, salir del cuarto, alejarse del dolor que ella le había causado. En lugar de eso, se mantuvo firme y le devolvió su mirada.
Y le dejó ver como se veía a si mismo, como un hombre que vivía pero no envejecía, lo que era y lo que no era. Durante cuatrocientos años había sido un vampiro, y el hambre era todavía su dueña. Había aprendido a controlarla, pero no a doblegarla. Ahora la desató, dejó que surgiera dentro él hasta que supo que sus ojos ardían por la necesidad. Apartó hacia atrás sus labios para que pudiera ver los colmillos blancos afilados que había mantenido hasta ahora cuidadosamente escondidos de su visión.
Era una visión que había aterrorizado a muchos. Y también aterrorizó a Sakura. Cada instinto que poseía la urgió a correr, a escapar de su presencia, de su casa y nunca regresar.
En lugar de eso, apretó los puños a ambos lados y se mantuvo firme, determinada a probar que no le tenía miedo, para así convencerlo de una vez por todas de que lo amaba, que no importaba lo que él fuera, siempre que también la amara.
Un sonido estrangulado que podría haber sido un gruñido o un sollozo retumbó profundo en su garganta. Avanzó un paso hacia ella, preguntándose si escaparía del cuarto. Vio sus ojos agrandarse mientras acortaba la distancia entre ellos, sintió su desasosiego. Podía oír los acelerados latidos de su corazón, veía el pulso latiendo en el hueco de su garganta, pero ella permaneció firme. Todo lo que sentía se reflejaba en las profundidades verdes de sus ojos.
Aspirando profundamente, Naruto dominó la bestia voraz de su interior. Había dejado que ella lo viera tal como era. ¿Le abandonaría ahora? Una parte de él, esa que temía por su seguridad, deseaba que se fuera, pero al mismo tiempo la parte más egoísta de su naturaleza esperaba que se quedase. Podrías hacer que se quede. Descartó el pensamiento antes de que se formase completamente. No la retendría contra su voluntad.
-"¿Sakura, vas a venir a mí?".
-"Siempre, mi señor" le contestó trémulamente.
Apenas atreviéndose a creerlo, le tendió sus brazos y esperó.
Con más valentía de la que creía que ella poseía, avanzó los pasos que la situaron dentro de sus brazos.
Le miró, con el amor y la confianza brillando en sus ojos mientras él la rodeaba con sus brazos y luego, con un suspiro que parecía surgir de las mismas profundidades de su alma, descansó su mejilla contra su pecho y cerró sus ojos.
-"¿Me dejarías tener la puerta de la habitación abierta?" Le preguntó al cabo de un momento.
Tiernamente, acarició su pelo. -"Si lo deseas, que así sea mi dulce. Haré que Jiraiya instale una cerradura a ambos lados de la puerta de la torre, y tú tendrás las únicas llaves. Debes prometerme que cerraras con llave la puerta exterior si abandonas la cámara interior durante el día".
-"Como quieras".
Él la sostuvo entre sus brazos por un interminable momento, deleitándose de su cercanía, reprendiéndose a sí mismo por su anterior arranque de furia. Le había costado muchos años adaptarse a ser Vampiro; Era un estúpido al pensar que Sakura podría adaptarse a lo que él era en solo unos días. Pero tenían tan poco tiempo...
Sonrió cuando oyó su estomago gruñir. -"Ven" le dijo, tomando su mano, bajemos y veamos qué ha preparado Jiraiya para tu cena".
-"Tengo hambre" admitió. "¿No has comido nada durante todos estos años?"
-"Nada".
-"¿Lo has intentado?".
Él asintió concisamente. Solo lo había intentado una vez. Esa había sido suficiente. Al poco tiempo después de haber sido transformado, antes de haber aceptado completamente lo que era, había entrado en una taberna y había ordenado una comida. Se había forzado a comer, aunque el olor de la carne guisada le disgustaba. Y luego había vomitado y se había sentido muy enfermo. No se había empeñado en comer comida sólida nunca más.
Sakura suspiró y se encogió de hombros. -"No tiene importancia".
-"¿Preferirías cenar sola?".
-"No" dijo rápidamente. -"Por favor no pienses eso. Es simplemente que Jiraiya es tan buen cocinero, que me gustaría que pudieras disfrutar lo que prepara".
Cuando llegaron al comedor, Naruto apartó su silla y luego tomó su lugar habitual frente a ella.
Pocos minutos más tarde, Jiraiya entró en el cuarto llevando una gran bandeja de plata que contenía un plato tapado, una jarra, una copa de cristal, una tetera de plata, y una taza de delicada porcelana china. Puso delante de Naruto la jarra y la copa, luego le sirvió la cena a Sakura.
-"Gracias, Jiraiya" le dijo Sakura sonriéndole. -"Huele de maravilla".
-"Gracias, señora".
-"Jiraiya, quiero que instales un cerrojo en la puerta de la torre, por ambos lados y le des la llave a Sakura".
-"Sí, Su Señoría. Lo haré mañana a primera hora".
Naruto había esperado que su esposa introdujera cambios su vida, y así lo hizo. Durante las semanas siguientes, transformó el interior del castillo, de un lugar oscuro, lúgubre, a una casa acogedora.
La chimenea de su habitación, que raramente era usada, ardía alegremente cada tarde, añadiendo calor e iluminando el cuarto que siempre había sido frío y oscuro.
Quitó el negro dosel y las oscuras sabanas de la cama. El nuevo dosel era de terciopelo azul oscuro con adornos de oro. Las sabanas nuevas eran de fino lino blanco, los almohadones del mismo terciopelo azul oscuro del dosel.
Puso una delicada lámpara de aceite con cristal de color ámbar para así poder leer en la cama.
Compró una pequeña mesa de madera de color cerezo y dos sillas alegremente tapizadas para poder sentarse delante de la chimenea por la tarde.
Gradualmente, sus ropas fueron depositadas lado de las suyas en el armario, al igual que sus zapatos, encontraba alegres medias de seda mezcladas con sus guantes y corbatas.
Su dormitorio, una vez frío y solitario como una tumba, pronto se convirtió en un cuarto vibrante lleno de vida como lo estaba su esposa.
Un anochecer sentando delante de la chimenea, esperando a Sakura, se dio cuenta de nuevo de cuan solo y aislado del resto de la humanidad había vivido.
Y se preguntó si alguna vez en toda su vida podría dejarla marchar.
Ella había expresado el deseo de visitar la capital, donde nunca había estado, alojarse en un lujoso hotel, ir a ver una obra de teatro y cenar en uno de los restaurantes más de moda de la ciudad. Y Naruto, más profundamente enamorado con cada día que pasaba, no pudo negárselo.
Decidiendo que harían de ello unos días de vacaciones, empacaron unas pocas pertenencias y dos noches más tarde abandonaron el castillo.
Ella estaba emocionada ante la idea de pasar unos días en La capital. Naruto le había dicho que podía pasar el día yendo de compras, siempre que llevara a Jiraiya con a ella, y que podía comprar cualquier cosa que deseara para sí misma o para su familia.
Era el más generoso de los hombres, pensó mientras observaba el paisaje pasar como un borrón de árboles moteados de gris por la luna y las redondeadas colinas. El refugio del pueblo alojaba ahora a cinco mujeres, dos bebés, un viejo lisiado, y un niño huérfano de diez años, dándoles un techo donde vivir, camas limpias y comidas decentes. Porque Naruto había declarado que no creía en los indigentes, Sakura había encontrado la forma en que todos aquellos que vivían en el refugio se ayudaran los unos a los otros. Las mujeres se turnaban para lavar y planchar, los viejos cuidaban de los bebés cuando sus madres estaban ocupadas, y el niño mayor recogía leña. Era un arreglo que satisfacía a todo el mundo.
Dejando a un lado, los pensamientos sobre el refugio, miró a su marido. La estaba observando con una sonrisa ladeada.
-"¿Por qué me miras así?" le preguntó.
-"¿Así, cómo, mi dulce?".
-"Como si yo fuera un ratón, y tu un gato hambriento".
-"Quizá porque tengo hambre, y te ves muy sabrosa".
Un temblor de anticipación bajó por su columna, seguido por un pequeño escalofrío de aprensión. -"¿No comiste nada antes de salir de casa?".
-"Un vaso de vino".
-"¿Y eso no te satisfizo, mi señor?".
Negó lentamente con la cabeza. Ella podía sentir su mirada clavada en el pulso que latía en su garganta, podía sentir como su corazón comenzaba a palpitar más rápido al imaginarlo inclinado sobre ella, sus dientes clavándose en su tierna carne.
-"Sakura..." Su voz era baja y ronca, y por debajo, como una sombra oscura, sintió un débil indicio de dolor.
-"¿Mi señor?". Escondió sus manos en los pliegues de su falda para disimular su temblor.
Su mirada azul encontró la suya. Vio el ruego implícito en las profundidades de sus ojos, supo que él no tomaría lo que ella no le ofreciera libremente. Habían hecho el amor a menudo durante las dos semanas de su matrimonio, pero no había bebido de ella de nuevo. Recordando que una vez le había dicho que necesitaba ocasionalmente sangre humana para sobrevivir, se preguntó si había buscado la nutrición en algún otro sitio. El pensamiento de Naruto recurriendo a otra mujer para satisfacer su necesidad de sangre la llenó de celos. Después de todo, ella era su esposa. Si él necesitaba sostenimiento, entonces ella se lo daría.
Inclinó su cabeza hacia un lado, concediéndole acceso fácil a su garganta.
Suavemente, sus dedos se cerraron sobre sus hombros mientras la rodeaba con sus brazos. Suspiró con deleite mientras sus labios rozaron la sensitiva piel a lo largo de su cuello. Cerró los ojos cuando sintió el afilado pinchazo de sus colmillos, se abandonó al placer sensual que fluía a través de ella.
Se apartó antes de tiempo, sus azules ojos llenos de preocupación. -"¿Sakura?".
Ella le miró con ojos nublados por el deseo. -"Seguramente no has podido tomar la suficiente en tan poco tiempo".
-"La suficiente". Acarició su mejilla, amándola por su voluntad de darle lo que necesitaba, despreciándose a sí mismo por estar a merced de lo que era, por tener que tomar la misma esencia de su vida para sobrevivir. -"Sakura..." Quiso decirle lo preciosa que era para a él, cuánto significaba su generosidad, pero no había palabras suficientes como para expresar lo que sentía.
Se acurrucó contra él. -"Te amo, Naruto" le dijo y con un suspiro, se quedó dormida en sus brazos.
La observó mientras dormía, acariciando su pelo. Nunca antes se había dado cuenta de la enorme responsabilidad que acarreaba el amor.
Sakura miró a su alrededor, incapaz de creer el esplendor que le rodeaba. Naruto había alquilado dos suites contiguas en el hotel más lujoso de La capital.
Mientras Jiraiya desempacaba sus pertenencias. Se paseó, admirando las pinturas, las lujosas alfombras, los ostentosos cortinajes. Naruto estaba sentado, mientras la observaba, con su boca torcida en sardónica diversión.
-"¿Te gusta?". Le preguntó.
-"Oh, sí. Es precioso. ¿Qué haremos primero?".
-"Lo que tu quieras, mi dulce".
-"¿Podemos dar un paseo?".
-"Sí, si así lo deseas". Levantándose, se echó la capa sobre sus hombros, luego le ayudó a ponerse su abrigo. Era nuevo, hecho de terciopelo de un profundo color Borgoña.
Sakura se miró en el espejo, complacida con su imagen. Parecía una mujer de la alta sociedad. Nadie, viéndola ahora, sospecharía jamás que había nacido en un pueblo pequeño y remoto, o que era la hija de un pobre campesino que había tenido que subastarla poder mantener al resto de su familia.
Estaba repentinamente ansiosa por salir de compras, por comprar regalos a su madre y sus hermanas. Vestidos nuevos, sombreros y quizá alguna pequeña fruslería. Lo único que arruinaba su excitación era el hecho de que Naruto no podría ir con ella.
De pie, detrás de Sakura, Naruto sintió su corazón lleno de unas emociones que no había experimentado durante siglos -amor, celos, ternura y un deseo casi abrumador por protegerla-. Cerró fuertemente sus manos en puños dejándolas caer a ambos lados de su cuerpo, con el conocimiento de que de lo más necesitaba protegerla, era de sí mismo.
-"¿Listo?" Se le aproximó, con las mejillas encendidas y sus ojos resplandeciendo.
Con aprobación, él le ofreció su brazo y abandonaron el hotel.
Pasaron las siguientes dos horas deambulando por las calles de la ciudad. La mayor parte de las tiendas de Tokio estaban cerradas por la noche, por lo que ella se sorprendió enormemente, cuando, cada vez que Naruto se daba un golpe en la puerta de una tienda, eran invitados a entrar.
-"Envié a Jiraiya con anterioridad a hacer algunos preparativos" le aclaró Naruto.
Se sentía como la realeza mientras paseaba por las tiendas más exclusivas de La capital. Solo tenía que mirar algo, preguntar lo que costaba, si a su madre le gustaría, o lo que su hermana pensaría, y era suyo. Compró un vestido para su madre a rayas de color marrón y oro, un sombrero para Tenten, un parasol para Ino, una muñeca para Hinata y un osito de peluche para Moegi.
-"Pero no has comprado nada ti". Le comentó Naruto.
-"Ya tengo todo lo que necesito".
-"Te escogeré algo para ti" dijo, y guiándola hasta una joyería, le compró un pequeño corazón de oro con un relicario colgado de una fina cadena.
-"Es bello" Sakura exclamó suavemente. Se giró mientras él le colgaba la cadena al cuello.
Sus labios rozaron su nuca. -"Esto es para recordarte que mi corazón te pertenece" le susurró. Su aliento abanicó su piel, haciéndola estremecerse con anticipación deseando estar solos de nuevo.
Los dedos de Sakura abrieron el relicario. -"Me gustaría tener un retrato nuestro para ponerlo dentro" le comentó al abandonar la tienda.
Naruto estuvo a punto de rehusar categóricamente, pero entonces vio el ansia en sus ojos. -"Quizás algún día".
Jiraiya les estaba esperando cuando regresaron al hotel.
-"Mi esposa ha hecho numerosas compras" comentó Naruto. Ayudó a Sakura a quitarse el abrigo y a sentarse, luego se quitó la capa y la depositó a los pies de la cama. -"Deberían llegar mañana por la mañana".
-"Sí, su Señoría. Me encargaré de todo. ¿Desea alguna otra cosa?".
-"No. Puede retirarse, no lo necesitaré más en toda la noche".
-"Sí, Su Señoría". Con una leve reverencia en dirección a Sakura, Jiraiya se marchó.
Naruto se situó detrás de Sakura y comenzó a desabrochar su vestido. Ella se estremeció de placer cuando sus dedos rozaron su piel.
-"Eres tan bella" gimió, depositando suaves besos en sus hombros. Su vestido cayó al suelo. -" Tan cálida, tan viva..." Le quitó su ropa interior hasta que quedó desnuda ante él. -"No puedo creer que estés aquí, que seas mía".
Ella se giró, pasó sus brazos alrededor de su cuello y acercó su rostro.
-"Puedes creerlo, mi señor Naruto" murmuró con voz ronca, y cubrió su boca con la suya.
Los brazos de Naruto rodearon su cintura, atrayéndola más cerca, deleitándose con el calor de su cuerpo, el fresco aroma de su piel, la suavidad de su pelo. Su pulsó latía lleno de calor y vida, embriagándolo con su cercanía. Sus latidos aumentaron cuando él profundizó su beso. El perfume de su deseo inundó sus fosas nasales; Podía oler la sangre dulce y caliente fluyendo por sus venas.
Sus manos temblaron de ansia cuando ella le quitó la ropa hasta que no hubo nada entre ellos excepto el deseo.
-"Sakura..." Sólo pronunció su nombre, pero ella oyó las palabras que no podía decirle, percibió el amor en su voz, la necesidad, el miedo. Siempre el miedo, pensó, entristecida de que su amor estuviera manchado por eso.
Con una tranquila sonrisa, lo tomó de la mano y lo guió hasta la cama. Apartó las cubiertas y se sentó en el colchón atrayéndolo a su lado.
-"Ámame, mi amor". Le acarició la mejilla.-"Creo que moriré si no me besas".
Lamentó la elección de las palabras tan pronto como estas salieron de sus labios. Aunque en silencio, oyó el eco de su respuesta en su mente: -"Y podrías morir si lo hago".
Se acercó mas a él, amando el tacto de su piel desnuda contra la suya. Él se recostó en el colchón, llevándola con él, sus brazos rodeando su cintura en un abrazo desesperado, su boca cerrándose sobre la de ella, su lengua rozando la suya.
El deseo surgió dentro de ella, como una flor abriéndose al sol. Hundiendo sus dedos en su pelo, lo besó con todo el amor y la pasión de su corazón. Sus manos exploraron su cuerpo atrevidamente, tocando, aprendiendo lo que le hacía sonreír, lo que le hacía gemir con deleite.
Miró en las profundidades de sus ojos, sintió el calor de su deseo calentar hasta el mismo centro de su ser. Con un suave gemido, se dio la vuelta, llevándola con él hasta que ella yació debajo.
Con los ojos resplandeciendo, se sepultó dentro de ella. El mundo pareció girar cuando sus cuerpos se unieron. Sus manos la acariciaron, encendiendo ascuas de placer dónde la tocaban. Él murmuró su nombre, con voz ronca.
Gritó al ser absorbida por una vorágine de sensaciones, - el frio tacto de las sabanas debajo de ella, el calor de los besos de Naruto, la suavidad de su piel, el fuego en su toque, el sonido ronco de su voz mientras murmuraba en su oído palabras en una lengua que no entendía-. Y siempre tenía la sensación de que él se contenía, que le daba miedo abandonarse al placer por miedo a lastimarla.
Gritó su nombre cuando las ondas de éxtasis la llevaron a la cúspide en una explosión de calor y color, cerró sus ojos cuando ríos de placer ondearon en su interior.
Sintió los dientes de Naruto raspando su garganta, sintió su última convulsión de placer. Una ferviente alegría surgió dentro de ella mientras estremecimientos de placer recorrían su cuerpo. El suspiró profundamente, y ella sintió como se relajaba.
-"¿Te lastimé?" .Le preguntó bruscamente.
-"No, mi señor". Le obligó a mirarla. -"Te amo, Naruto. Por favor no dejes que tu miedo a lo qué pueda ocurrir arruine lo que tenemos".
-"Sakura, tu no lo entiendes..." Cómo podía explicarle cómo era, qué tan estrechamente ligada con su deseo iba su lujuria por la sangre, que nunca se libraría del miedo que le mortificaba, que durante toda la vida temería que el hambre dominara su autocontrol, que una noche su control se rompiera y él bebería y bebería hasta que la hubiera destruido.
-"Te quiero con todo mi corazón y mi alma" Le dijo de nuevo, mas enérgicamente esta vez. -"Por favor cree en eso".
Él se incorporó sobre sus codos y se quedó mirándola fijamente. ¿Era posible que su amor por ella fuera más fuerte que el hambre, que su amor por Sakura la protegiera de su lujuria por la sangre? Tal vez ella estaba en lo cierto, filosofó. Un pequeño sorbo de su preciosa sangre aquietaba el hambre que su deseo enardecía.
-"No me da miedo lo que tú eres, mi señor. Creo en el poder de nuestro amor, pero tú también tienes que creerlo".
Sus palabras apaciguaron su alma atormentada, como ninguna otra cosa pudo hacerlo. Rodando sobre ella, la acunó entre sus brazos y la sujetó fuertemente.
-"Rezo para que tengas razón, mi amor" gimió.
-"Sé que la tengo. Te amo".
-"Y yo a ti". Cubrió a ambos con su capa, y la rodeó con sus brazos de nuevo.
Habían pasado varios siglos desde que se había atrevido a rezar, pero ahora cerró sus ojos y le imploró al Dios de su juventud que protegiera a la mujer que descansaba tan confiadamente entre sus brazos, aunque ello significara protegerla de sí mismo.

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