Loki solamente se aterró más cuando descubrió que yo estaba en su vientre, y no podía negarle la razón sabiendo que era un monstruo deforme que rasgaba sus entrañas para robarle lo mejor que su ser podía ofrecer al poderoso amo que osaba llamarme mi creador. Así que el silencio del rechazo reinó por largo tiempo sobre mí sin que las lágrimas terminaran de ahogarme. Era tan inocente como yo al ser un juguete del titán inmortal, pero la culpa con la que se castigaba a sí mismo era tan apabullante que incluso me dejaba sin aliento, confundiéndome más, dentro de la pesadilla que conocía como vida, aumentando mi herida que jamás creí ver sanar. Así en un momento de inquietante paz que solamente aumentaba mi terror pues siempre era la mensajera de una tortura más infernal, sentí algo que detuvo mi incierto corazón deforme pues se trataba de una marea de calidez que al serme desconocida causó tal conmoción que me creí morir si acaso en aquel tiempo ya supiera qué era aquel destino. Tan diametralmente opuesta era la sensación a todo lo experimentado como el ciego que ve por primera vez aquello que solamente había imaginado en la oscuridad, así fue para mí que se me abrigara con aquellas palabras dulces como el más sublime néctar. No llores, hija mía, mamá está contigo. Mamá. Mis lágrimas dejaron de ser amargas para transformarse en un acto de magia blanca como un signo de alegría. Loki era mi madre, yo era su hija.

Le había tomado todo ese tiempo reconocerme no por un mero rechazo que respondía a su odio hacia el omnipotente ser que nos aplastaba, sino porque luego de enterarse de mí, los fantasmas de su pasado volvieron como demonios queriendo robarle otro pedazo más de su alma desesperanzada. Había luchado contra el peor rival que la vida puede colocarnos delante: consigo mismo. Y cuando salió victorioso por entre las ciénegas de la desesperación y la duda, decidió que me protegería a cualquier costa. Divina protección. El muro infranqueable que hace al más débil convertirse en el héroe de leyenda contra todo pronóstico al proveer la seguridad que todo espíritu necesita para dejar el cuerpo dependiente de la larva y transformarse en la más bella mariposa. Me sentí protegida, me sentí rodeada de algo que más tarde supe se llamaba amor.

Loki me amaba.

Si había una criatura viviente que tuviera tal sentimiento hacia mí entonces era posible que yo no fuese el monstruo que Thanos afirmaba era. Podía seguir resistiendo todas las penas que llegaran teniendo la dulce voz de mi madre y el latido de su agotado corazón arrullándome. Me rodeaba con su cariño y me sentí invencible aunque de mis recién formados labios salieran los más espantosos gritos de dolor o mi cuerpo sangrara al punto de la muerte solamente para ser devuelto a la vida con una nueva arma inmersa en lo profundo de mi ser. Loki resistía por mí y yo por él. Solo nos teníamos el uno al otro en medio de la maldad en su estado más puro regocijándose de lo que clamaba sería el regalo perfecto para su amante la Muerte. Cuando pude sentir no solo el calor de su voz o su esencia, sino también el de sus manos que acariciaban ese vientre donde yo reposaba, mi profundo miedo al titán primigenio se tiñó de rencor cuyo sabor ya había experimentado antes, pero ahora dejaba que cayera su semilla en mi alma con el fin de hacerle pagar todo lo que nos había hecho, todo lo que siguió sin que el destino estuviera listo para darnos la oportunidad de cambiar nuestra suerte, castigándonos con la ausencia de la buena fortuna en los campos marchitos de la desolación. Mamá me arrullaba entonces, con sus silenciosas lágrimas suplicándome que no me manchara de tan poderosa pero ruin idea o le obsequiaría la completa victoria a nuestro máximo verdugo.

La separación me lanzó de nuevo al pozo del terror y el desconcierto, alejada del cuerpo de Loki supe que le perdería a menos que hiciera algo que en mi cuerpo de recién nacida hubiera para cambiar la sentencia que Thanos ya le preparaba. Hice lo que mejor sabía hacer desde que la consciencia de vida llegara a mí. Llorar. Lloré sin parar hasta que mi mensaje fue entendido sin que castigo o hechizo alguno me apaciguara, solo así volví a sus brazos amorosos, trémulos por la idea de haberme perdido para siempre, recibiendo mi primer beso sobre mi arrugada frente a causa de un par de diminutos cuernos, sin percatarme que había mostrado mi única debilidad que más tarde fue usada en mi contra. Más la primera vista de aquellas esmeraldas cuyo color se acentuaba por sus gruesas lágrimas me cautivaron sin dejarme pensar atinadamente. Todo lo que quería era mirar por siempre sus ojos y sentir sus besos con sus brazos meciéndome mientras cantaba en una lengua antigua de seres con destinos tan diferentes a los nuestros. Dormir era un terror por la idea de ya no encontrarme a su lado al despertar, pero también fue parte del juego de nuestros esclavizadores quienes ya tenían previsto el nuevo juego macabro a comenzar. Era como si proporcionalmente en la medida que nuestro amor crecía ellos proveían más dolor en formas más retorcidas, sin atender a mi frágil figura o el estado crítico de mi madre.

Danza de HieloWhere stories live. Discover now