-Loki...

-Estaré bien, Stark.

-Te juro por mi vida que cuidaremos de ella –prometió Steve sin dejar esa mirada de preocupación.

-Eso es lo único que importa.

La recostaron en su cama, dejándola a cargo de María Hill mientras los tres viajaban hacia el cuartel general donde Thor esperaba impaciente por él. Habían mentido diciendo que si bien Hulk lo había visto llegar, se habían reservado su estado porque el Hombre Verde lo había hecho trizas al punto de que se mantuvo en coma todo ese tiempo hasta que lo enviaron a una prisión hecha especialmente para él y oculta a todos con el fin de evitar incidentes tipo Nueva York. Un plan más o menos bien fundamentado que torcía las verdades a beneficio de Lucky, corrigiendo la versión de que no habían sido dos personas heridas sino una, el propio ojiverde. El silencio respecto a su llegada también había obedecido a que Loki estaba inactivado por razones que desconocían, y dada la situación de Thor con Jane, el estado de Odín y sus misiones contra Hydra no habían querido empeorar las cosas informándole de un prófugo comatoso e inservible. Loki había elegido esa última palabra. Se sentía tranquilo a pesar de la tormenta sobre su persona, caminando con su ropa de prisionero a paso lento fuera del Quinjet entre el Capitán América y el Hombre de Hierro en sus respectivos uniformes como si de un momento a otro fuese a usar algún poder oculto con el cual huir, lo cual hubiese sido estupendo. En su lugar únicamente se plantó frente a Thor quien le dedicó una mirada mezcla de rencor y sorpresa.

-Thor, recuerda, sigue bastante débil. Que esté de pie no significa que pueda correr un maratón en Asgard.

Loki rodó sus ojos ante el bocón de Stark, había prometido solemnemente que no diría nada a cerca de su condición pero el modo sobreprotector del empresario se extendía de su hija hacia él de manera automática.

-Aún es nuestro prisionero, su sentencia todavía no termina pero se ha ganado su libertad condicional por buen comportamiento –se unió Steve.

Había que incluir en la lista al Capitán América. Eso no era lo que habían acordado. ¿Por qué siempre hacían lo que no debían? Ahora entendía de dónde había sacado su hija tal rebeldía.

-Aclararemos este asunto más tarde –fue todo lo que Thor tuvo que decir, sin dedicarle una sola palabra a Loki.

Alzó su martillo para llevarle en un hacia Asgard, siendo rodeados de aquella luz que cegó al ojiverde unos momentos, perdiendo ligera noción de donde estaban sus pies. Sin magia el viaje era más perturbador de lo que recordaba, con un aguijonazo en el corazón al saber que dejaba a su hija sin la certeza de su retorno. Entraron por la puerta circular, siendo recibidos por Heimdall y un grupo de guerreros que dejaron caer unas pesadas cadenas, abriendo grilletes mágicos. Loki contuvo el aliento forzándose a no recordar ese sonido que estaba acompañado de muy malos recuerdos. Prefiriendo posar sus ojos en otra parte que tampoco fuera el Dios del Trueno.

-Loki –tronó la voz del guardián clavando sus ojos en él. Por un segundo se sintió inseguro cuando los ojos dorados de Heimdall pasaron sobre su vientre a punto de llevarse una mano ahí- Esta vez no escaparás de la justicia de Asgard.

Realmente hubiera querido decir algo pero la verdad era que el viaje le había dejado mareado, sentía sus pasos como si flotara. Tony no mentía respecto a su condición física y las cadenas resonando no ayudaban. Reunió toda la dignidad que pudo mientras extendía sus manos a los guardias para que le colocaran los grilletes, sintiendo los pasos fuertes de Thor tras suyo. Eso fue lo último que recordó. Cuando volvió a abrir sus ojos, estaba en una celda parecida a donde el Padre del Todo le había puesto aquella vez. Solo que ahora no tendría compañeros de cárcel, era un ala privada donde abundaban centinelas. Tumbado sobre un camastro de pieles, tenía una mesita donde le esperaba una comida sencilla y una copa de vino. Eso era todo lo que había. Extrañó de inmediato los lujos a los que Stark lo había acostumbrado, la libertad en la isla; pero sobre todo, extrañó la voz de su hija invitándole a darle nombre a la nueva rana recién encontrada. Tenía hambre, se había prometido cuidarse de ser posible para sobrevivir, quería volver a ver a Lucky. Solo por ella soportaría lo que Asgard le tuviera reservado. Hasta entonces reparó que le habían cambiado las ropas, usaba la misma camisa y pantalón que tuviera en su anterior encierro en aquellas mazmorras. Tenía los cabellos sueltos, que le llegaban por debajo de los hombros. Su hija y él habían hecho una promesa de mantener el mismo largo del cabello hasta que arrastraran una trenza por el suelo, una promesa tonta pero que había servido para no perder la locura en medio de aquel terror. Estaba descalzo pero al pie de la cama estaban las botas. Las ignoró poniéndose de pie.

Danza de HieloTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon