68. La conexión entre la iluminada y la sombra

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La sombra era una mujer, pero no una desconocida.

Tanto ella como la iluminada tenían exactamente el mismo rostro, la misma voz y la misma presencia abrumadora pero de diferente forma.

—Dai, ¿esta es su verdadera forma o está jugando con nosotros? –preguntó Alina en susurros.

—Es la verdadera, y antes que lo preguntes no sé lo que significa –respondió Dai poniéndose en guardia.

—¿Estás seguro que Suke y tú no tienen hermanas? –intentó bromear Alina.

—Estoy seguro, y no creo que ellas lo sean –dijo Dai presionando su mano más fuerte.

A diferencia de Dai y de Suke, la iluminada y la sombra no actuaban en sincronización ni parecían compartir pensamientos o emociones. Las náuseas que había sentido cuando conoció a los dos hermanos nunca aparecieron al ver a las dos aglomeraciones de energía. Simplemente eran idénticas en apariencia física y en presencia.

La sombra se acercó a Mayra, intentando no mirar el cuerpo de Emir, Alina distinguiendo una breve emoción de tristeza, apenas visible detrás de una gruesa capa de orgullo y ambición. ¿Acaso la famosa sádica sombra, personificación de todo lo negativo, podía sentir cariño? Había algo que no cerraba en todo esto, algo se les escapaba.

Intentó usar su poder para lograr sentir la esencia de ambas chicas, de la forma cómo había aprendido a reconocer a Dai, buscando algún indicio de la conexión entre Mayra y la sombra, pero era imposible poder concentrarse.

La sombra era un depredador, y estaba a punto de atacar a su presa. Si llegaba a tocar a Mayra todo estaba perdido, todo lo que había luchado hasta ahora sería en vano. Dentro de Mayra, la oscuridad y el vacío crecían, aunque todavía no había llegado al punto de consumir su brillo como había pasado cuando Emir los traicionó. Quizás no todo estuviera perdido después de todo.

Juntando su coraje y respirando hondo para darse valor, Alina gritó.

—¡MAYRA! ¡¿Qué estás esperando?! ¡REACCIONA!

La sombra la fulminó con la mirada, tan diferente a la de Mayra pero con un rostro tan familiar. Alina esperó el ataque con coraje, gritando de dolor cuando llegó y perdiendo el equilibrio por más autocontrol que aparentase. Su cabeza y su pecho parecían que iban a estallar desde adentro hacia afuera, pero sabía que si no fuera por Dai el ataque hubiese sido mil veces peor. Seguramente hubiese muerto de dolor en menos de un segundo.

Respirando fuertemente e intentando volver a enfocar la vista, Alina distinguió entre jadeos una mirada de Mayra, aun con su rostro apático. Sus emociones le transmitían algo diferente, sin embargo, fuerza, esperanza, rabia... y desesperación también.

Alina juntó toda su fuerza, estabilizándose con el brazo de Dai quién la miraba consternado, y se concentró como nunca en ocultar el creciente brillo de Mayra. En controlar aquél vacío dentro de ella y dominarlo con su poder. No quería extinguirlo, no ahora al menos, sólo quería mantenerlo bajo su control.

La sombra se acercó a Mayra con una sonrisa sobradora, titubeando sólo un segundo para luego alzar su brazo en dirección a la iluminada.

Alina eliminó entonces el vacío y la oscuridad que amenazaba a Mayra con un pulso de poder igual al que había sentido provenir de Joy, Dai y Suke. El brillo de la iluminada retornó encandilándolos a todos y bañándolos en una luz de esperanza como si hubiese estado retenido con una represa para luego quedar libre.

La sombra maldijo y volteó rápidamente para comenzar a correr en dirección a la puerta, huyendo por miedo y confusión, pero no sin antes enviar una fuerte ilusión de dolor a todos los presentes.

Cuando lograron reaccionar, Alina, Dai y Hikaru corrieron hacia Mayra, quién se estaba levantando determinada respirando pausadamente, seguramente intentando controlar su miedo. A sus pies, Elio aún estaba afectado por haber matado a Emir, manteniéndose en sus rodillas con la mirada perdida en el cadáver de su amigo. Hikaru temblaba de miedo y se podía sentir sus sollozos a través del tul que cubría su rostro.

—Mayra, ¿por qué compartes apariencia física con la sombra? ¡Si sabes algo dímelo, puede que sea la clave para salvarte! –preguntó Alina desesperada.

—Lo único que sé es que existe una conexión entre nosotras, pero no más que eso –respondió Mayra apacible.

¿Había alguna vez prestado atención al alma de Mayra? ¿Había mirado con detenimiento cómo estaba compuesta? Con esfuerzo, Alina usó su poder sobre la iluminada para estudiar su esencia y prestó atención a cada uno de los detalles. Se sentía igual que otras almas que había analizado, un aura en constante movimiento, quizás un poco más clara y menos densa. Pero tenía que haber algo más.

No podía usar a Dai como punto de referencia por su conexión con Suke, así que se concentró en Hikaru y en Elio intentando protegerse contra las fuertes emociones que ambos sentían. Descartó al niño enseguida, su aura demasiado descontrolada y fuerte por alguna razón, pero este no era el momento para filosofar si podría ayudarlo a estudiar el origen de su maldición. Se concentró en Elio entonces, un chico normal aunque con un poder particular.

El alma de Elio era cambiante, como un rio en turbulencia, pero cuya fuerza no era molesta. Se sentía balanceada, en paz. La de Dai también tenía este mismo sentimiento aunque fuesen dos almas que se entremezclaban en fuertes torbellinos. Ambas hacían a Alina sentir tranquila y calma. Recordando las veces que había usado esta rama de su poder con Dai y Suke, buscó aquel núcleo que había visto una vez desde donde el alma parecía emanar y lo observó detenidamente dentro de Elio.

Luego se concentró en Mayra, su poca densidad llamaba la atención pero el alma no tenía nada más particular. El problema estaba en el núcleo. Le costó encontrarlo, y tuvo que concentrarse tanto que su cabeza comenzó a dolerle punzantemente pero una vez que lo halló supo que había encontrado algo.

Su núcleo se estaba incompleto, era una sensación difícil de escribir pero era la razón por la que el alma de Mayra no transmitía la misma tranquilidad y paz que la de Elio y de Dai. Misteriosamente, Hikaru tenía el mismo problema, sólo que en su caso era lo opuesto. Algo sobraba de él, como un tumor pegado a su núcleo, que hacía que su alma tuviese una fuerza fuera de lo normal y perturbadora.

Hikaru tenía razón, había algo en común entre la iluminada, la sombra y la maldición. Comparó ambos de sus núcleos pero eran dos piezas de puzles distintos, no encajaban.

—¿A d d dónde llev lleva esa pu puerta? –logró articular Hikaru entre llantos despertándola de su estudio.

—Lleva afuera, hacia la batalla... se conecta con la entrada por la que ingresamos con Alina –respondió Dai haciendo silenciar al grupo.

—Oh no.... ¡SI NO LA ALCANZAMOS LA PERDEREMOS! –gritó Alina empezando a perder las esperanzas.

—La alcanzaré, pero sólo cuando haya salido. Mantengan todos su distancia, no quiero que se vean atrapados por nuestra colisión de energías. Dai, necesito tu ayuda y la de Suke –explicó Mayra aun sin perder la calma pero con voz distante.

—Estamos en eso –dijo Dai entendiendo algo que se le escapaba a Alina.

Mayra se acuclilló frente a Elio, tomándole la mejilla con la mano y moviendo su rostro para estar frente a frente. El chico todavía parecía en un trance, pero pareció despertar levemente cuando vio los ojos de la iluminada y las pequeñas lágrimas que caían de ellos.

—Perdónate, Elio... Y perdóname a mí. Te amo –dijo Mayra y sin ninguna palabra más salió corriendo detrás de la sombra.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora