21. Lluvia

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Cling, cling, cling, claaang, cling...

El sonido que creaban los anunciadores cambió al mismo tiempo que Alina sentía una brisa que le erizó los cabellos. Todos los eleutherianos en el campo visual de Alina se quedaron inmóviles y en silencio al instante mientras escuchaban con suma atención. Incluso Ian permanecía firme como la estatua de a su espalda mirando un punto fijo e indefinido. De golpe hubo una conmoción y los eleutherianos recobraron su movilidad pero notablemente más apurados y nerviosos que antes.

Lo primero que pensó Alina es que era un ataque, pero aunque todos parecían nerviosos no parecían asustados.

—Se acerca una tormenta, es mejor que vayamos a un lugar resguardado –explicó Ian aunque el cielo estaba completamente despejado.

—Con razón todos huyen como gallinas escandalizadas –dijo Daesuke con tono divertido.

—¿Toda la raza le tiene miedo al agua? Pensé que eras sólo tú –preguntó Alina realmente sorprendida por esta debilidad.

—¡No es que tengamos miedo al agua! ¡Es que no nos gusta la lluvia! Resulta inconveniente e incómodo para nuestras alas. Somos excelentes Maestros del agua –se defendió Ian un poco ofendido.

—Nunca puedo acostumbrarme a esa idea... ¡tal cual como gallinas! –estalló Daesuke en carcajadas– Dime, como hacen para bañarse si el agua les resulta "incomoda". ¡No me digas q no se bañan! ¡Aves sucias!

Las mejillas de Ian se encendieron y con una mirada de furia se volteó hacia el demonio.

—¡Cállate! –le espetó y luego dirigiéndose a Alina— ¡Por supuesto que nos bañamos! ¡Demoramos más que ustedes y es más complicado pero no somos sucios!

—Está bien, está bien, no tienes que darme detalles –respondió Alina intentando evitar una imagen de Ian bañándose torpemente como un pato.

Luego de caminar unas cuadras llegaron a un elegante edificio de piedra blanca y subieron rápidamente los escalones del pórtico. Ian les había explicado que les tenían preparados aposentos en una elegante casa de visitantes de la ciudad. Un eleutheriano de la noche y dos eleutherianos del día los miraban expectantes y aliviados por su llegada, mientras le lanzaban miradas desconfiadas al cielo. Cerraron las puertas tras ellos con rapidez y se volvieron a los recién llegados.

—Los estábamos esperando, temíamos que no llegarían a tiempo antes de la tormenta –explicó el eleutheriano de la noche con una breve sonrisa de compromiso–. Espero que disfruten de su estadía. Frey y Elanis los llevarán a sus aposentos.

Al parecer, los eleutherianos creían que si algo era incómodo y molesto para los de su raza, también lo tenía que ser para el resto. Sin intercambiar más palabras, los eleutherianos del día se inclinaron a modo de saludo en perfecta sincronía y los guiaron a sus aposentos.

La tormenta fue breve pero intensa, el viento hacía golpear la lluvia en el ventanal del vidrio del salón común de los aposentos, y los anunciadores sonaban altos y fuera de control en el más desordenado concierto. La espalda de Alina comenzaba a dolerle y como ninguno de los asientos tenían respaldo decidió sentarse en el piso y apoyarse contra la pared. La habitación era ciertamente muy elegante. Cada asiento con mullidos almohadones y cada pared y cada mueble con una fina decoración labrada, pero de alguna forma terminaba resultando todo muy frío. Ian miraba fijamente por la ventana, Dai acostado en el piso de alfombra y con un almohadón a modo de almohada, dormía una siesta. Emir estudiaba uno de sus libros moviendo sus labios en silencio luego de haber sido callado por Dai repetidas veces. Definitivamente, sin conversación y nada para hacer, Alina estaba aburrida.

Cuando la tormenta acabó y Alina había llegado a tal punto de aburrimiento que había decidido despertar a Dai para molestarlo, las puertas se abrieron y Mayra entró con un portazo a la habitación caminando con largas zancadas, claramente muy enojada. A su espalda caminaba Elio cuidadosamente. Dai se despertó de golpe y lanzó una maldición.

—¿Cómo estuvo la reunión? –preguntó tímidamente Emir con una sonrisa notando el malhumor de Mayra.

—¿Cómo estuvo? ¿¡CÓMO ESTUVO?! ¿Por qué no le cuentas, Elio? Ahhh, es verdad. ¡No sabrías decirles porque dormiste la sesión entera! –gritó Mayra y la habitación pareció temblar.

—Estaba sólo descansando la vista –replicó Elio bostezando.

BRUUUUUUUUUUUUUMMMMM. El trueno interrumpió el silencio que se había generado, aunque la tormenta ya había terminado.

—¡Estabas roncando!

—¡Mentira, yo no ronco, sólo respiro fuerte!

BRUUUUUUUUUUUUUMMMMM. Otro trueno acompañado ahora de un fuerte relámpago.

¡Si ibas a dormir lo hubieras dicho! ¡Seguramente hubiese sido más útil! Incluso Alina que no sabe nada de este lugar habría ayudado más que tú.

Alina estaba intentando no ofenderse cada vez que alguien decía que era una inútil, pero si llegaba a salir el tema alguna vez más iba a perder el control de su carácter. Aunque pareciera mentira, todavía nadie la había visto realmente enojada.

—¿Cómo iba a saber que había una hora de formalidades antes que la reunión empezara en serio?

—¿Eso es una buena excusa para haberte quedado dormido en una reunión con el comité de Eleutheria?

—Mayra clavó la mirada en él con furia. El ventanal a su espalda se abrió de golpe dando paso a un fuerte viento que empujó a Elio hacia el balcón.

—¡Mayra! ¡Hace frío afuera! ¡No seas rencorosa! –intentó disuadir Elio mientras luchaba desesperado contra el viento inútilmente.

Una vez en el balcón el ventanal se cerró y trancó, dejando al pobre Elio en el frío de las alturas en el crepúsculo.

—Los gobernantes le han dado parte del anunciador a Joy, luego de un montón de reglas y promesas que me hicieron cumplir. En el comité de mañana les será devuelto y seguiremos nuestro camino –anunció antes de entrar a uno de los dormitorios y cerrar la puerta con un duro golpe.

—Creo que será mejor que los deje descansar ahora que las formalidades han terminado –dijo Ian notoriamente incómodo para un eleutheriano.

Dando una vista al ventanal y no animándose a abrirlo para salir volando por allí en caso de que Elio volviese a entrar, se dirigió hacia la puerta y salió rápidamente dejando a todos nuevamente sin nada para hacer.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora