44. Líder

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Elio nunca había tenido tanto miedo en su vida. Había sentido miedo si, por ejemplo cuando no podía controlar su poder y dejaba de saber quién era su verdadero ser. Pero nada se había comparado con el terror que sentía ahora al mirar a Mayra y Hikaru y no saber qué hacer ni qué decir. Él siempre había sido más un seguidor que un líder, dejaba que todo fuera resuelto por mentes seguro más rápidas que la suya. Mayra con su gran intuición, Emir con su extrema inteligencia, Misael y Joy por su sabiduría, el Príncipe Mental por su liderazgo, y tantos otros.

Pero ahora no había nadie que tomara decisiones por él y había dos personas que dependían enteramente de su poder de liderazgo. Eso era lo que más lo asustaba, que no era sólo su seguridad la que estaba en juego, sino también la de Hikaru y la de Mayra.

Hikaru sollozaba y temblaba abrazando sus piernas. Elio a veces se olvidaba que se trataba sólo de un niño que, aunque siempre estaba contento, Alina una vez le había confesado que veía una tristeza e inseguridad emanando de él. Este niño nunca había salido de las logias hasta hacía unos días, nunca se había enfrentado a nada y una de las primeras experiencias que había tenido en el mundo detrás de los límites de su pueblo había sido una traumática. Mayra por otro lado le preocupaba. No había vuelto a su estado catatónico pero Elio lo esperaba en cualquier momento. La chica hablaba ni emitía sonido, parecía estar en un pensamiento profundo pero por suerte todavía se movía por su propia voluntad y seguía emanando su brillo característico.

Cuando estaban corriendo, escapando de los atacantes que los perseguían, habían perdido a Alina en el caos y Mayra quería volver a entrar en el núcleo de la pelea sólo para encontrarla. Elio sabía lo difícil que era para ella no parar y ayudar a los habitantes de la aldea, verlos siendo masacrados, violados o incinerados no estaba dentro de su naturaleza. Cada vez que Mayra veía a un ser sufrir, un pedazo de su corazón se rompía y si no podía ayudar se le clavaba una espina el alma. Era capaz de morir defendiendo un conejo de un cazador si no tenía a nadie como Elio que la ayudara a seguir su camino.

Él no iba a permitir que se suicidara aquí. No cuando el resto de Babia dependía de ella. El peso que cargaba Mayra en sus hombros era uno muy grande, tan pesado y Mayra tan insegura que varias veces estuvo a punto de aplastarla. A menudo Elio se preguntaba si esta persona, que no podía hacerle daño ni a quienes cometían un acto de la barbarie como la que acababan de presenciar, podría salvarlos a todos ante la sombra. Era frágil, como una copa de cristal, era mucho lo que se le pedía, mucho ser un símbolo más que una persona. Pero Elio siempre la apoyaría, la respaldaría ya sea siendo un hombro para llorar sus preocupaciones fuera de los oídos y los ojos de las personas que confiaban en ella, o sea para que tuviese éxito en su misión. Aunque significara que la perdería para siempre.

En todos los pueblos que habían parado Elio había buscado información sobre cómo podría salvar a Mayra de su destino, como podría hacer para mantenerla a su lado. Pero por más que hablase con los más sabios, los más viejos, los más estudiosos, no había encontrado nada. La información más nueva que había escuchado fue la teoría de Hikaru, un niño de doce años. Si la ayudaba, la perdería. No sabía cómo podría seguir sin ella, alguien que lo entendía y lograba hacerle recordar quién era él. Seguramente volviera a perderse entre personalidades, pero no era lo suficientemente egoísta para no ayudarla.

Entonces durante el ataque la contuvo, aunque las personas que estaban a su alrededor gritaban, sangraban e imploraban por ayuda, arrastró a Mayra fuera del caos. Incluso cuando perdieron a Alina, la alejó del pueblo, envueltos en una niebla de humo. Corrieron ocultos durante varios minutos hasta que estuvieron lo suficientemente lejos como para poder tomar aire. Mayra tenía la mirada perdida y Hikaru lloraba y temblaba. Elio tenía que tomar una decisión, y no se sentía confiado como para hacerlo. Entonces hizo lo único que se le ocurrió, emprendió el camino a casa esperando que fuese la decisión correcta. A Gael.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora