4. Volver a casa

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A la mañana siguiente, preguntó a cuantas personas se encontraba por su camino dónde podría encontrar a Joy, pero nadie parecía saberlo. Algunos decían haberlo visto en alguna parte del palacio o hablando con fulano o mengano, pero cuando llegaba al lugar ya se había ido. Parecía evidente que el hombre la estaba evadiendo. Claramente había alguien que no quería que Alina retornase a su mundo, pero no tenía idea de con quién se enfrentaba.

Se dirigió a su habitación, cerró la puerta y se acostó en la cama. Si alguien quería impedir que se fuera significaba que ella era importante para algo y ese algo seguramente no implicaba quedarse encerrada en su habitación. Si no podía ir hacia Joy, conseguiría que él viniese a ella, aunque corriese el riesgo de fallecer de aburrimiento antes.

Efectivamente, no había pasado más de una hora cuando sintió que alguien golpeaba la puerta.

—Adelante —dijo intentando parecer despreocupada.

—Señorita Alina, el Maestro Misael la espera en el salón de clases —dijo suavemente una mucama.

—¿Podrías decirle a Misael que estoy esperando para hablar con Joy?

—Claro, señorita —dijo la mucama sin cuestionamientos cerrando la puerta nuevamente.

A los pocos minutos, sintió golpes en su puerta nuevamente y sonrió.

—Adelante.

—Alina, no tenemos tiempo para perder en caprichos. Levántate y ven conmigo que todavía queda mucho por explicarte —dijo el anciano claramente enojado desde el umbral de la puerta.

—Estuve buscando a Joy toda la mañana, pero al parecer es una persona o muy ocupada o muy hábil escapando de mí —explicó.

—Ya encontrarás a Joy en cualquier momento por los pasillos y le preguntarás todo lo que quieras. Ahora levántate y ven conmigo al salón de clases —respondió Misael entrando a la habitación y golpeándola despacio con la punta de su bastón intentando que se levantase.

Alina no quería otra cosa que agarrar el bastón y tirarlo por la ventana, pero se obligó a mantener una actitud indiferente ante las provocaciones del anciano.

—No, no estoy de humor —dijo simplemente mirando el techo como si no hubiese nada más interesante.

—Alina, no tienes siete años, deja el capricho de lado que a nadie le sirve.

—¿Por qué es exactamente que a nadie le sirve? Según entiendo, soy una extraña que llegó a este mundo y estoy viviendo de la generosidad de sus huéspedes. Creo que me necesitan para algo y por eso estoy aquí, algo que no tengo interés en hacer.

—Acompáñame al salón y te explicaré todo en más detalles.

—No, creo que esperaré que Joy aparezca y me diga cómo volver a casa.

—Quédate aquí entonces, cuando estés aburrida búscame —dijo a modo de reto.

¿Una competencia de orgullos entonces? Sin problema, Alina era experta en ello. Nuevamente llevó su mirada al techo sonriendo como si no hubiese nada más interesante que hacer. Sintió los pasos y el bastón de Misael alejarse de la cama y salir de la habitación.

El problema con su plan, era el aburrimiento. Este mundo parecía no tener Internet, celulares, televisión cable ni iPods. No tenía ninguno de sus efectos personales, ningún libro, ningún papel para escribir, por lo que no tenía nada para hacer para matar el tiempo. Durmió durante un rato, pero llega un momento que lo que el cuerpo menos quiere es dormir.

Cuando el sol estaba comenzando a ocultarse, creía que iba a estallar del aburrimiento y tenía muchísima hambre. Estaba a punto de darse por vencida cuando sintió que tocaban la puerta nuevamente.

—Adelante —volvió a decir.

—No puedo llevarte de nuevo a tu mundo, flor de loto —dijo Joy sin dar vueltas entrando con un suspiro sorbiendo té de una pequeña taza como si no tuviese otra preocupación en el mundo.

—¿Por qué no? Misael dice que estás a cargo las pruebas de los viajes entre los mundos —dijo ella con el mismo aire de indiferencia que él.

—La palabra clave en esa oración siendo "pruebas" y la razón por la que te estuve evadiendo tan efectivamente es que pensé que necesitabas un tiempo antes de darte malas noticias.

—¿Que hay para entender? Llévenme a casa y listo.

—No es tan sencillo. ¿Sabes cuantas personas saben de la existencia de tu mundo? —preguntó inocentemente.

—Misael dijo que pocas.

—Exactamente veinte. ¿Sabes cuantas personas participan de las pruebas?

—No

—Una sola. ¿Sabes quién?

—Tú —respondió Alina comenzando a enojarse con este estúpido juego.

—Yo, ¿sabes por qué?

—No, ¿cómo demonios voy a saberlo?

—Porque nadie en este mundo tiene el poder que tengo yo. Soy el único de mi rama y no hay registros de que nadie más haya tenido nunca este poder —dijo parpadeando sus ojos delineados con kohl en una exagerada humildad—. ¿Sabes cuál es?

—¡Para ya con este juego! No, no se cual es. Explícamelo todo de una vez.

—Puedo desdoblar el espacio, sólo apenas. Puedo hacer lo que llamamos ventanas para mirar lo que hay en otro lugar. El problema es que tengo que conocer ese lugar para poder hacer una ventana, y como nunca he estado en tu mundo es algo prácticamente imposible para mí de hacer. El máximo avance que hemos tenido se dio cuando encontramos a una persona que decía haber venido de ese mundo, y estaba diciendo la verdad para variar. No era un lunático como los otros. Junto con un Maestro de la Mente, pregúntale a Misael lo que es eso, pude ver cómo era el lugar de donde venía y con esos recuerdos pude abrir ventanas a tu mundo, obtener noticias y estudiar la cultura. Pero nunca pude transportar nada físico hacia allí. Mismo dentro de este mundo puedo lograr que se transfieran objetos pequeños por las ventanas, pero no seres vivos. Por ahora nuestro objetivo es observar y aprender. Por cierto, tu mundo es de lo más interesante, con todas esas pantallas luminosas por todos lados —dijo sonriendo como un niño.

Alina sintió como si le hubiesen dado un golpe en el estómago.

—No puedo volver a casa —dijo resignada.

—No, flor de loto, estas atascada aquí con el resto de nosotros.

Maestra del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora