Capítulo 5. Las recuperaciones son igual a muchos mimos

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5. Las recuperaciones son iguales a muchos mimos.

Los primeros días de hospitalización y los más cruciales, según el cirujano que le operó, para ver como evolucionaba, si la herida se le infectaba o mostraba reacción alérgica a los fármacos que se le suministraban para el dolor, se convirtieron en los mejores de su vida pese a que en ciertos momentos la fiebre no le dejó disfrutar plenamente. Los cuidados de su adorado padre eran constantes a todas horas, incluso se quedó por las noches a velar su sueño. Y en esos momentos en los que el mayor dejaba cogida su mano a la de él para sumirse en los dominios de Morfeo cuando el cansancio vencía la batalla contra la responsabilidad, el mundo del peliverde se transformaba en el país de la gominola. Todo eran luces de llamativas tonalidades y visiones de idílicos momentos compartidos con el pelinegro. Pero lo que él no sabía era que todas aquellas hermosas imágenes no eran más que alucinaciones provocadas por las altas temperaturas de su cuerpo intentando defenderlo de los atacantes externos y el colocón de pastillas que le hacían ingerir diariamente. Igual que tampoco sabía que en aquellos momentos era cuando Mihawk más se preocupaba por su hijo y le susurraba tranquilizadoras palabras al oído seguidas de leves caricias a su rostro en pos de que se calmara. Sorprendentemente, tenían efecto y el muchacho ya descansaba tranquilo el resto de las agitadas noches hasta la salida del alba.

Por su parte sus amigos tampoco se habían olvidado de él y le visitaban a menudo trayéndole al peliverde pequeños tápers con deliciosa comida preparada por Sanji, que veía así la forma de compensarle, al menos ligeramente, todos los problemas causados con su tonto juego. Ésta no tenía nada que ver con la rudimentaria y pastosa ración que le correspondía del hospital, la más insípida y sosa comida que había probado nunca, que vamos, por muy nutritiva y sana que fuera, a su lado una alpargata tendría más sabor. Ése, sin duda, correspondía con el segundo de los buenos momentos de estar convaleciente.

Transcurrida una semana el médico encargado de su recuperación fue a visitarle en uno de los momentos que se encontraban Zoro y su padre solos charlando animadamente.

- Buenos días chaval- sonrió el doctor, un chico joven de ojos azules verdosos tan claros que casi le hacían parecer el típico vampiro, y pelo castaño oscuro que destacaba sobre sus blanquecinos orbes, debía rozar la treintena -.

- Hola Yuuri-saludó el aludido.

- Veamos cómo va esa herida- le levantó la camiseta y retiró las vendas para poder observarla; ésta tenía un buen aspecto, cicatrizando como era debido- todo está perfecto pero te va a quedar una buena cicatriz.

- No hay problema, siempre he pensado que las cicatrices son como un medidor de la experiencia de una persona.

- Buen punto de vista.-anotó algunas cosas a tener en cuenta en la ficha médica y prosiguió-: Como todo está como debe estar, te voy a dar el alta. Deberás ir con la herida sin cubrir para que le dé el aire, eso favorecerá a una mejor y más rápida curación. Así que tendrás que ir luciendo cuerpo, las jovencitas caerán a tus pies jajaja....-rió el médico con su propia gracia- Recuerda que en una semana y media o así tienes que venir a que te quitemos los puntos. Ah! Y nada de esfuerzos- aun recordaba como el primer día justo después de la operación quiso marcharse y arrancarse los puntos porque aseguraba que le molestaban. Aunque nunca tuvo muy claro si por propia voluntad o los efectos aún presentes del anestésico.

Zoro apartó la mirada, avergonzado. Todavía evocaba su última tentativa de huir recién operado. El pelinegro le miró de reojo, "si este consigue estarse quieto yo soy astronauta", pensó.

Tras formalizar todos los impresos del alta y recoger sus pertenencias, ambos salieron del hospital, Mihawk alegre de la recuperación de su hijo y el chico algo cohibido por el comentario anterior de Yuuri, del cual se había hecho bastante amigo durante esa semana, y las miradas de los transeúntes que se quedaban como embobados mirando la herida que lucía en su pecho sin más protección que una camisa sin abrochar siguiendo el consejo del doctor de que le diera el aire. Subieron al coche y volvieron al caserón que compartían con los demás.

Al llegar les recibieron con las típicas preguntas de "¿cómo te encuentras?", "¿te duele?" y cosas parecidas además del inconfundible comentario de "joo...que morro, yo también quiero una de esas..." de Luffy. La comida al igual que las pocas otras que había podido disfrutar antes de estar en el "presidio alimenticio", nombre con el que había apodado su estancia en el hospital, fue tan deliciosa como la recordaba y abrió un nuevo mundo a unas papilas gustativas que se habían tomado la semana libre por falta de sabores.

Como era costumbre del peliverde después de comer, se dispuso a salir al jardín para poder disfrutar de su siesta de la tarde bajo alguno de los numerosos árboles, aparte de los viñedos, que circundaban la hacienda, mas fue interceptado por un hombre de dorados ojos que le agarró por el hombro justo antes de tumbarse sobre la apistachada hierba.

- ¿A dónde crees que vas jovencito? No te has tomado la pastilla-le recriminó. Él sabía perfectamente que no lo había hecho, pero esperaba que al mayor se le olvidara-

- Ni pienso hacerlo, esas cosas me sientan raro y alucino cosas, además no eres quien para obligarme.

- Pues si alucinas cosas, no las alucines y como tu padre digo que la tomes.

- Técnicamente no lo eres, así que eso no sirve-contrarrestó totalmente convencido de que se libraría de ella-.

- ¿Y qué tendría que ser o hacer para que te la tomaras?

Zoro le miró dubitativo, ¿era eso una insinuación encubierta? Analizó bien todas las posibilidades que tenía y todos los pros y los contras que se le antojaban de cada barbaridad que cruzaba su mente. A los pocos segundos añadió:

- Supongo que hacer no puedes hacer nada y ser, ya eres mi padre falso y no sirve, como no fueras mi novio... -ironizó contando con que esa era la única posibilidad imposible de cumplirse.

- Está bien, seré tu novio con tal de que cuides tu salud.- "mierda, pero que idiotez acabas de decir Mihawk!, anda que te has lucido" se reprendió mentalmente "aunque él me importa mucho, y con tal de que mejore...no me importaría" razonó en conclusión-

El peliverde no cabía en su asombro, abrió los ojos desmesuradamente perplejo intentando asimilar las últimas palabras de su interlocutor ¿acababa de decir lo que creía que acababa de oír?

Por una apuesta terminé siendo tu hijo (MiZo) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora